T¨®picos... y pol¨ªtica
Los t¨®picos y las frases hechas no dejan de tener cierta utilidad, aunque no pocos de estos recursos sean idiotas o falsos, cuando no ambas cosas a la vez. Al fin y al cabo, decir 'buenos d¨ªas' ya es una hinchaz¨®n ficticia y falsa del sentimiento. Yo coincido con un extra?o en el ascensor y le endilgo: 'Caballero, deseo que los d¨ªas y los a?os que le queden de vida, sean para usted pr¨®digos en todo lo que contribuya a su bienestar'. Vamos, vamos.
Unamuno ten¨ªa la obsesi¨®n de destruir t¨®picos y frases hechas. Lo suyo no era pura exhibici¨®n de ingenio, si bien es cierto que desconoc¨ªa la modestia. Pero cuando le daba un giro imprevisto y a menudo sorprendente a la frase manida o al pensamiento etiquetado (los locos eran quienes pretend¨ªan redimir a don Quijote), lo hac¨ªa, sobre todo, impulsado por su desmesurada vocaci¨®n pedag¨®gica. Era el deseo de desatascar las mentes anquilosadas por el t¨®pico. Si viviera hoy. En los mensajes de los tel¨¦fonos m¨®viles apenas hay signos de puntuaci¨®n y no existen los art¨ªculos. Vocales, las imprescindibles. As¨ª, 'espero que mejores' queda en 'spro q mjors'. Nuestra juventud restringe el vocabulario hablado y el que queda, lo comprime. Peligra la misma supervivencia del t¨®pico, aunque no por las razones que le agradar¨ªan a Unamuno. En un futuro lejano, dice alg¨²n futur¨®logo, no habr¨¢ idiomas porque no habr¨¢ ideas, sino puro automatismo. Pero aqu¨ª me detengo.
De modo que sin el t¨®pico falso o verdadero muchos individuos se quedar¨ªan sin discurso y enmudecer¨ªan. Como esto har¨ªa imposible la vida social y acabar¨ªamos mat¨¢ndonos unos a otros de puro tedio (en realidad, ya lo hacemos) nuestra rebeli¨®n debe quedar limitada al t¨®pico perverso. Si bien subsiste el problema de separar el grano de la paja, el t¨®pico inicuamente inocuo del inocuamente inicuo. Me freno, que me pongo chinche.
Me inspira este art¨ªculo la doble campa?a del Govern de la Generalitat de Catalu?a. Una la estamos viendo en la televisi¨®n, la otra es una exposici¨®n itinerante que se inaugur¨® en Madrid: Catalu?a, tierra de acogida.
A CiU y al poder econ¨®mico catal¨¢n les parece muy conveniente difundir una nueva imagen de Catalu?a en el resto de Espa?a. O sea, acabar con ciertos t¨®picos perversos y cuyo origen no nos concierne en este art¨ªculo. En la televisi¨®n, Emma Su¨¢rez dice, o ten¨ªa que decir en el proyecto original, que pasa sus vacaciones en la Costa Brava y eso le permite constatar a?o tras a?o que los catalanes no son gente aburrida. El actor Jos¨¦ Coronado nos informa de que en el Ampurd¨¢n se entiende con todo el mundo, incluso con un caballo de cuya compa?¨ªa y servicios goza sin soltar un duro. O sea, que la taca?er¨ªa catalana es un mito. Forges, cliente habitual del Alt Empord¨¤, nos habla de la hospitalidad, la formalidad y el sentido del humor de los naturales de esa comarca. En cuanto a Gabino Diego informa o ten¨ªa previsto informar de que sus vacaciones en la Costa Daurada le dan a entender que, contra lo que reza el t¨®pico, los catalanes no son gente cerrada a cal y canto.
Los t¨®picos entre pueblos de un mismo Estado o entre pueblos de Estados distintos han existido, existen y existir¨¢n Dios sabe hasta cu¨¢ndo. Cumplen funciones tales como resaltar diferencias y destemplar gaitas. Su relaci¨®n con la pol¨ªtica tiene unos or¨ªgenes oscuros, pero constabables. Todav¨ªa hoy, en los casos m¨¢s graves, se fomentan para indisponer a las gentes. Lo ha hecho Bossi en Italia, con su Padania inteligente y laboriosa frente a un sur parasitario, vago y sin talento. Aunque por s¨ª solos nunca han desatado una guerra entre Estados, s¨ª pueden ser buen fermento b¨¦lico cuando interviene la propaganda oficial con el fin de convertir la an¨¦cdota en categor¨ªa, como hizo Hitler con su m¨ªtica raza aria. Con todo, ese ¨²nico argumento no le habr¨ªa sido suficiente al dictador para desencadenar la II Guerra Mundial. Pero, ?de d¨®nde obtuvo Cervantes que los manchegos 'son gente tan honrada como col¨¦rica'? ?De la misma geograf¨ªa que pis¨®, ¨¢spera, seca y austera? Hasta ah¨ª, pero no m¨¢s lejos, s¨ª es veros¨ªmil el factor geogr¨¢fico puesto en circulaci¨®n por Montesquieu. El refinamiento franc¨¦s ser¨ªa producto de un paisaje amable y fruct¨ªfero; si bien eso puede tambi¨¦n inclinar a la indolencia e indolentes no son nuestros vecinos. Ni los andaluces, quienes en Catalu?a trabajan duro y en Alemania -cuando el gran ¨¦xodo provocado por el franquismo- trabajaron m¨¢s que nadie. (Sacan m¨¢s carb¨®n que los mismos alemanes, me reconoci¨® a su pesar el encargado del empleo en una mina. En Espa?a se dice que son vagos, dije yo con perversa ecuanimidad).
Exposiciones como Catalu?a, tierra de acogida, est¨¢n bien siempre que se limiten a recoger aspectos desconocidos o poco conocidos, sobre la historia, el arte, la vida cotidiana, etc., de una tierra y unas gentes. Tampoco nos parece mal que las autonom¨ªas se promocionen en los medios con el fin de captar turistas. Pero la pretensi¨®n de contrarrestar t¨®picos de larga historia con dosis de spots publicitarios, no parece una pol¨ªtica afortunada, sino m¨¢s bien ingenua, un tanto infantil. Yo me abstendr¨ªa de mezclar la pol¨ªtica con ni?er¨ªas que, si algo conseguir¨¢n, ser¨¢ producir barruntos de que al Govern lo que le preocupa prioritariamente es su propia imagen. No cambiar¨¢n la que mayoritariamente se tiene de Catalu?a, que dicho sea de paso es m¨¢s compleja que la reflejada en esos anuncios televisivos. Y por serlo, produce desconcierto, cierto asombro, cierto rechazo, envidia m¨¢s o menos encubierta, admiraci¨®n y algo de dolor.
M¨¢s acertadas parecen las ideas de Maragall al respecto. Pide este pol¨ªtico que en todas las universidades espa?olas exista una c¨¢tedra para cada una de las lenguas que se hablan en Espa?a. Complementada con otras iniciativas -por ejemplo, el est¨ªmulo frecuente a los encuentros entre autonom¨ªas- eso impulsar¨ªa el acercamiento entre las gentes de todo el Estado. Medidas menos folcl¨®ricas y mucho m¨¢s efectivas. Defensores hay de la unidad de Espa?a que nunca han estado en Toledo, pero s¨ª en Canc¨²n. Y a la inversa. 'El t¨¦ viniendo del imperio chino...'. Esta f¨¢bula del XVIII no ha perdido un ¨¢pice de su vigencia.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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