Controles
?Por qu¨¦ s¨®lo se hacen controles de alcoholemia a los automovilistas? Si beber es malo para conducir, ser¨¢ malo para otras cosas, digo yo. Supongamos, pues, que llegas al peri¨®dico tras un copioso almuerzo, te sientas, empiezas a escribir la cr¨®nica sobre la boda de Villalonga, y en esto se acerca el redactor jefe y te dice: 'Estamos haciendo controles de alcoholemia rutinarios. Te ruego que soples por aqu¨ª'. Y soplas y das positivo. 'Has dado positivo', dice el redactor jefe. 'Tienes que aparcar el reportaje hasta que se te pase la embriaguez'. Y t¨², que eres un hombre disciplinado, dejas de escribir sobre la boda y das una cabezada para reposar los efectos del vino. Al rato, te despiertas, vas al despacho del redactor jefe y dices que ya te encuentras bien. ?l te invita a soplar de nuevo por el tubo y comprueba que est¨¢s l¨²cido, en efecto. 'Puedes continuar el reportaje sobre Villalonga, muchacho'.
?Pero puedes continuarlo de verdad? ?Se puede escribir sobre Villalonga estando sobrio? Pues no, no se puede. Y quien habla de Villalonga habla de Cardenal o del ministro de la Presidencia. ?Por qu¨¦ no se le ocurri¨® a nadie, por cierto, hacerle un control de alcoholemia a Juan Jos¨¦ Lucas cuando compar¨® El Quijote con los Harlem Globetrotters? Pues porque no hay imaginaci¨®n. Si se lo hubieran hecho, habr¨ªamos comprobado que, curiosamente, no ten¨ªa ni un miligramo de alcohol en sangre: este hombre no necesita beber para hacer atropellos. Cuando hay un accidente, parece que consuela comprobar que el interfecto iba bebido, porque es como si encontr¨¢ramos explicaci¨®n a algo que no la tiene. Pero es que en casos como el de Lucas uno est¨¢ seguro de que dice lo que dice sin ayuda de ninguna clase de sustancia estupefaciente.
Es lo que pasa con Villalonga. Casi seguro que ha organizado esa boda atroz sin necesidad de beberse una bodega. Y eso es lo preocupante. De haber estado borracho, hasta nos habr¨ªa hecho gracia la horterada de que encargara a Cartier el dise?o de las invitaciones. Lo angustioso, en fin, es que la realidad est¨¢ dirigida por abstemios que conducen como locos. Y dejo aqu¨ª las cosas porque me ha parecido ver pasar al redactor jefe con un tubo en la mano.
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