Emigrar a Alemania
Una comisi¨®n independiente ha concluido que Alemania debe asumir que es pa¨ªs de inmigraci¨®n e integraci¨®n y comenzar a admitir anualmente hasta 40.000 trabajadores cualificados ajenos a la Uni¨®n Europea, la mitad con derecho a residencia permanente y otros tantos con permisos de cinco a?os para sectores escasos de especialistas. El dictamen ha sido muy bien acogido por el Gobierno del canciller Schr?der, que pretende legislar este mismo a?o sobre la materia, pero con mucho menos entusiasmo por la oposici¨®n cristianodem¨®crata y, por una parte, de la opini¨®n p¨²blica del pa¨ªs m¨¢s poderoso de Europa.
La cuesti¨®n fundamental es que la econom¨ªa alemana necesita m¨¢s mano de obra para mantener su competitividad. Alemania, como otros pa¨ªses europeos -Espa?a, muy significadamente-, est¨¢ en agudo declive demogr¨¢fico. Los expertos calculan que al ritmo actual su poblaci¨®n de 82 millones descender¨¢ un 25% en medio siglo, lo que significar¨ªa el derrumbe del Estado de bienestar. Pero el punto de vista de la industria, cuyas estimaci¨®n de necesidades multiplica por diez las t¨ªmidas previsiones anuales del estudio, no conmueve a una mayor¨ªa que considera que su cultura, modo de vida e incluso seguridad est¨¢n ya amenazados.
Dos de cada tres alemanes opinan que en su pa¨ªs ya hay demasiados extranjeros. Son m¨¢s de siete millones, incluyendo a los refugiados al amparo de generosas leyes de asilo, que significan la proporci¨®n m¨¢s alta de Europa. Los temores a nuevas oleadas al hilo de la ampliaci¨®n de la UE y a la disoluci¨®n de la identidad alemana, as¨ª como el aumento de la delincuencia, alimentan la xenofobia. El hecho de que haya casi cuatro millones de parados a?ade m¨¢s combustible al tema. Para los conservadores es f¨¢cil alentar estos miedos con cifras: el 30% de los reclusos es alem¨¢n. Y, como consecuencia, la violencia contra extranjeros aument¨® un tercio el a?o pasado.
La realidad tiene muchos m¨¢s matices. Durante 45 a?os, los inmigrantes llegados a Alemania han sido etiquetados con el eufemismo de 'trabajadores invitados', un estatuto incierto; y aunque muchos de ellos, sobre todo turcos, llevan d¨¦cadas en el pa¨ªs, los pol¨ªticos han venido rechazando el hecho obvio de que la sociedad germana es ya multicultural. La comisi¨®n nombrada por el Gobierno afirma no s¨®lo que se necesitan m¨¢s inmigrantes, sino que se debe comenzar a verlos como lo que son, un elemento social enriquecedor. Un pa¨ªs donde un extranjero es meramente tolerado es poco atractivo para un trabajador cualificado. El a?o pasado el Gobierno ofreci¨® entrada temporal hasta a 20.000 expertos en computadores, b¨¢sicamente asi¨¢ticos. La oferta era tan restrictiva en sus condiciones que s¨®lo atrajo a 8.000.
En casi todos los pa¨ªses desarrollados la inmigraci¨®n ha crecido sustancialmente en los ¨²ltimos a?os. Los hechos muestran que quienes llegan no incrementan el desempleo, sino que suelen ocupar huecos que los nacionales rechazan, y tampoco reducen los ingresos de los trabajadores locales. Est¨¢ por ver que la inmigraci¨®n compense o no la pereza procreadora de Europa, pero los datos indican que los Estados de acogida obtienen tantos beneficios como los propios reci¨¦n llegados.
Berl¨ªn quiere llevar a la pr¨¢ctica las recomendaciones del informe con el improbable visto bueno de la oposici¨®n, porque el a?o pr¨®ximo hay elecciones generales y el socialdem¨®crata Gerhard Schr?der pretende evitar que tema tan sensible se convierta en eje de los comicios. Veinte mil trabajadores al a?o son un grano de arena en un pa¨ªs de la complexi¨®n de Alemania. Pero el Gobierno sabe que cifras como las exigidas por los empresarios son simplemente invendibles y prefiere iniciar modestamente el experimento.
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