Las cajas chinas del 'lehendakari'
A mediados del siglo XVIII, el jesuita Manuel de Larramendi nos describe las sesiones imaginarias de una Junta de Guip¨²zcoa donde se debaten las relaciones con Castilla. Uno de los junteros, anciano al parecer de poco seso, formula una proposici¨®n que dice inspirada por el demon de Guip¨²zcoa. Lo mejor ser¨¢, dice, reunir los territorios donde se habla el vascuence en unas Provincias Unidas del Pirineo, segregadas de Espa?a y de Francia. 'Sin duda que esta idea es magn¨ªfica y gloriosa -concluye Larramendi-, pero si tal Rep¨²blica no es todav¨ªa m¨¢s que so?ada, necesita mucho tiempo para ser fundada en realidad'.
Todo apunta a que con la nueva legislatura que hoy abre el discurso del candidato Ibarretxe, ha llegado el momento de intentar que la ocurrencia del viejo juntero salga del reino de los sue?os. El secreto en la preparaci¨®n era ya entonces la condici¨®n indispensable para el ¨¦xito del proyecto, muy de acuerdo con la norma de cautela habitual en la Compa?¨ªa de Jes¨²s, e Ibarretxe ha sabido respetarlo hasta que fue imprescindible hacer p¨²blico el programa de gobierno. Ahora sabemos que el n¨²cleo de la pol¨ªtica del nuevo equipo va a consistir, no ya s¨®lo en el ejercicio de la autodeterminaci¨®n, sino en una novedad dentro de la historia de la democracia, una serie de referendums para alcanzarla. Por si hubiera alguna duda en cuanto a los fines, Xabier Arzalluz procedi¨® a apuntar el contenido de lo que espera a los vascos: se trata de que decidan si en el futuro quieren 'alg¨²n arreglo' con Espa?a o si prefieren hacerse 'su txoko en Europa, al modo de Eslovenia'. Las cartas est¨¢n sobre la mesa. No es que la autodeterminaci¨®n se vincule indebidamente a la paz, seg¨²n critica Nicol¨¢s Redondo, sino que primero se va a la autodeterminaci¨®n; luego la paz vendr¨¢ dada.
Sus oponentes pol¨ªticos, los feroces constitucionalistas, han permitido que llegue este momento sin el menor obst¨¢culo, y ello tiene su l¨®gica, por la necesidad de otorgar un plazo de confianza a quien hab¨ªa ganado las elecciones marcando claras distancias con ETA. Adem¨¢s, despu¨¦s del per¨ªodo de angustia que sigui¨® al fin de la tregua, y a la vista de los resultados del 13-M, ha crecido el n¨²mero de los afectados por una versi¨®n vasca del s¨ªndrome de Estocolmo, considerando que fue una profanaci¨®n pol¨ªtica el intento de ganar las elecciones al PNV, se?or natural del poder en Euskadi. Y en consecuencia se generaliz¨® el wishful thinking de que Ibarretxe restablecer¨ªa algo parecido al esp¨ªritu de Ajuria Enea entre los dem¨®cratas. Los elogios a su figura se han generalizado, incluso en el plano personal, como si sirvieran de algo en pol¨ªtica las aparentes virtudes dom¨¦sticas de un hombre p¨²blico. Paralelamente, se le ha presentado como un personaje hamletiano, cuyas dudas conciernen a la mejor f¨®rmula para acabar con la muerte en Euskadi.
Todo indica, sin embargo, que de talante shakespeariano nada, y de dudas menos. Cuentan quienes le conocieron desde muy joven que Ibarretxe no solamente se distingu¨ªa por su bondad o capacidad de trabajo, sino por algo que nos interesa m¨¢s aqu¨ª y ahora: un independentismo intransigente. Nada desmiente esa apreciaci¨®n. Resulta claro que Ibarretxe es hombre de pocas ideas, y como suele ocurrir en estos casos, de convicciones a prueba de razonamientos. Lo dej¨® claro tras la entrevista con Aznar. Para ¨¦l, ETA no es el problema, sino que se deriva del problema vasco, consistente en la supresi¨®n hace 160 a?os de la independencia vasca por Espa?a. A partir de esa fe en el mito sabiniano, nada le apartar¨¢ de su prop¨®sito de dirigirse con pasos, cautelosos pero firmes, hacia la recuperaci¨®n de aquella 'soberan¨ªa'. Otra cosa es que Ibarretxe se est¨¦ haciendo un experto en la pol¨ªtica de gestos, con una apariencia de sinceridad muy eficaz ante la opini¨®n p¨²blica, practicando un recurso aprendido quiz¨¢s en el juego de pelota a mano: hasta el ¨²ltimo momento, sabe esconder muy bien el golpe.
El juego de m¨¢scaras constituye por lo dem¨¢s un rasgo ya habitual en el discurso nacionalista, cuyos pilares aparecen una y otra vez cubiertos por un revestimiento que los oculta o disimula. Los puntos centrales de la ideolog¨ªa dan lugar a expresiones que apuntan a un significado y encierran otro. As¨ª 'pueblo vasco' designa un colectivo integrado por los verdaderos vascos, una vez cumplida la depuraci¨®n de los no nacionalistas; la ingenua 'territorialidad' es la materializaci¨®n de una Gran Euskal Herria que nunca existi¨®; 'respeto al Estatuto', la aceptaci¨®n del mismo como base normativa para ejercer el propio poder con la voluntad de 'superarlo', es decir, abolirlo; 'marco vasco de decisi¨®n', la eliminaci¨®n de todo condicionamiento derivado de la Constituci¨®n y la sumisi¨®n al procedimiento que el Gobierno nacionalista crea oportuno adoptar para alcanzar la secesi¨®n sin salir de Europa, el 'txoko' de que habla Arzalluz. Y en eso estamos cuando Ibarretxe habla de la necesidad de mostrar al mundo 'la voluntad de los vascos'.
La articulaci¨®n de los elementos que integran la propuesta pol¨ªtica del lehendakari responde a la misma estrategia. Los cinco objetivos principales quedan encerrados uno dentro de otro, al modo de las matroshkas rusas o, si se quiere ser m¨¢s sofisticado, de las cajas de laca orientales donde cada una presenta su propia decoraci¨®n. En el exterior, figura la Paz, la gran aspiraci¨®n de los vascos, el im¨¢n para la victoria de Ibarretxe en mayo. S¨®lo que el de Llodio nunca acepta la paz como meta en s¨ª misma; para ¨¦l, como para ETA, s¨®lo puede ser alcanzada mediante la 'normalizaci¨®n', esto es, la resoluci¨®n del conflicto hist¨®rico vasco. La llave de esta caja, la cuarta, no es otra que la Autodeterminaci¨®n, para alcanzar la cual es preciso abrir las dos cajas anteriores, la del Di¨¢logo, puro se?uelo como la exterior, y su contenido real, la Negociaci¨®n. La quinta caja, punto de llegada, ¨²nico resultado aceptable de la 'normalizaci¨®n', es la Soberan¨ªa (m¨¢scara a su vez de la Independencia).
La 'bendita ambig¨¹edad' del PNV no es en consecuencia tal, sino encubrimiento calculado de lo que ahora sale a la luz. Los vascos desean casi un¨¢nimemente la paz y pueden encontrarse bajo la gu¨ªa de Ibarretxe en el camino no buscado por la mayor¨ªa hacia la secesi¨®n. Porque hay un dato del Euskalbar¨®metro que la prensa del PNV oculta conscientemente: aun despu¨¦s de la victoria en las elecciones, la opci¨®n independentista atrae ¨²nicamente al 29 por 100 de los vascos de la CAV. M¨¢s o menos, como siempre.
As¨ª que en contra de las apariencias, no busca Ibarretxe dar cuenta de 'la voluntad de los vascos', sino forzar esa voluntad en la direcci¨®n que ¨¦l marque. Juega con la verdadera ambig¨¹edad: el apoyo mayoritario a la autodeterminaci¨®n, sin m¨¢s matices, incluso por quienes somos opuestos a la independencia, olvidando que para nada es un derecho democr¨¢tico si se ejerce bajo la coacci¨®n de ETA. La manipulaci¨®n en ese terreno ser¨¢ f¨¢cil, y a ese fin se pondr¨¢n en pr¨¢ctica las v¨ªas extrainstitucionales, como antes la Udalbiltza y ahora la pomposamente llamada Conferencia de Paz de Elkarri. Todo menos atenerse al marco del Parlamento vasco para el 'di¨¢logo'. De esta forma puede crearse a gusto del movimiento abertzale la presi¨®n social para que el Gobierno Ibarretxe haga sus consultas de modo que confirmen las preguntas formuladas. Ibarretxe pretende ignorar que el ejercicio de la autodeterminaci¨®n s¨®lo tiene sentido si su fin es la secesi¨®n, siendo todo encubrimiento en este punto, como el mantenido durante la campa?a electoral, un verdadero asalto a los usos democr¨¢ticos. De ah¨ª que todas las palabras de concordia que pronuncie en su discurso de investidura sean m¨²sica celestial si en este tema b¨¢sico sigue practicando la estrategia de la termita, con el fin de 'superar' por una v¨ªa antidemocr¨¢tica las instituciones de la autonom¨ªa vasca.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense de Madrid.
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