Sobre el presidio pol¨ªtico en Cuba
Aida Vald¨¦s Santana, coordinadora nacional de la Asociaci¨®n de Presos y Expresos Pol¨ªticos Cubanos, ha inaugurado en La Habana una exposici¨®n sobre el presidio pol¨ªtico en la Cuba contempor¨¢nea. Seg¨²n el diario digital Encuentro en la red (www.cubaencuentro.com): 'Fotograf¨ªas, cartas de detenidos, denuncias de violaciones escritas desde las c¨¢rceles y otros documentos conforman la exposici¨®n', que adem¨¢s de la denuncia y del rescate de la memoria tiene tambi¨¦n el objetivo de iniciar una campa?a por la liberaci¨®n de los presos pol¨ªticos que actualmente se encuentran en las c¨¢rceles de la isla.
El presidio pol¨ªtico en la revoluci¨®n cubana ha sido uno de los m¨¢s atroces y sin ninguna duda el m¨¢s ignorado de la historia contempor¨¢nea de Am¨¦rica. Mientras que el Chile de Pinochet o la Argentina de Videla constituyen zonas emblem¨¢ticas del mal en el imaginario colectivo, la Cuba de Castro puede ser utop¨ªa, burdel, lugar de ocios y negocios, fuente de inspiraci¨®n para amables comedias cinematogr¨¢ficas o novelas ex¨®ticas o bien parque tem¨¢tico -Vicente Verd¨² dixit- donde se funde y se confunde todo; pero del que el presidio pol¨ªtico est¨¢ rigurosamente excluido.
Sabemos que los primeros campos de concentraci¨®n de los tiempos modernos se establecieron en Cuba a fines del siglo XIX (Jo?l Kotek y Pierre Rigoulot Le si¨¨cle des camps, Latt¨¨s, Par¨ªs, 2000). Consistieron en la 'reconcentraci¨®n' de los campesinos en poblados/c¨¢rceles para evitar que apoyaran a los ej¨¦rcitos cubanos en la Guerra de Independencia (1895-1898), y sirvieron de modelo a los campos de concentraci¨®n ingleses en Sur¨¢frica durante la Guerra de los Boers.
Es pr¨¢cticamente desconocido, sin embargo, que esta pol¨ªtica concentracionaria tambi¨¦n sirvi¨® de modelo a la represi¨®n castrista contra los campesinos del El Escambray, macizo monta?oso de la regi¨®n central de la isla, donde operaron guerrillas antigubernamentales durante el decenio del sesenta. En una entrevista publicada en el n¨²mero 20 de la revista Encuentro de la cultura cubana -que incluye un amplio dossier sobre el presidio pol¨ªtico-, el doctor Jos¨¦ Luis Pi?eiro narra con espeluznante lujo de detalles la experiencia que sufri¨® de ni?o en los 'pueblos cautivos' creados por el castrismo en la provincia de Pinar del R¨ªo, en el extremo occidental de Cuba, adonde fue trasladado por la fuerza junto a su familia. El gobierno, que adem¨¢s expropi¨® sus bienes, quer¨ªa impedir y castigar as¨ª el posible apoyo campesino a la guerrilla, justamente como en tiempos de la colonia.
La historia de los 'pueblos cautivos', que ten¨ªan una sola entrada y una sola salida y en los que conviv¨ªan, pared por medio, familias de presos con familias de carceleros -ni?os presos y ni?os guardianes, un horror que ni siquiera Dante pudo imaginar- es uno de los tantos agujeros negros de la historia contempor¨¢nea de Cuba. Pi?eiro testimonia la existencia de veinti¨²n 'pueblos cautivos' y cifra la poblaci¨®n penal del que le toc¨® en desgracia en tres mil familias, con lo cual, si calculamos en seis individuos el promedio de miembros de cada familia, podemos obtener una idea aproximada de la magnitud de la tragedia.
Otro agujero negro de esta historia terrible es triste y parad¨®jicamente c¨¦lebre, aunque no por ello menos desconocido en profundidad. Me refiero a la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producci¨®n), eufemismo para designar el trabajo forzado, variante contempor¨¢nea de la esclavitud. La UMAP, que funcion¨® entre 1963 y 1967, es conocida -hasta el punto de que a veces intelectuales al servicio del castrismo se dan el lujo de reconocerla como un 'error'-, porque en sus unidades se concentr¨® a los homosexuales con el objetivo declarado de 'reeducarlos mediante el trabajo'. Lo cierto es que las v¨ªctimas de ese experimento de biolog¨ªa social de clara inspiraci¨®n fascista no fueron s¨®lo los homosexuales sino tambi¨¦n los j¨®venes religiosos, rockeros, o desafectos ideol¨®gicos, como, por ejemplo, el actual cardenal cubano Jaime Ortega Alamino o el m¨²sico Pablo Milan¨¦s.
En Los trabajos forzados en Cuba (Revista Encuentro de la cultura cubana, n¨²mero 20), H¨¦ctor Maseda cifra en 30.000 el n¨²mero de j¨®venes que fueron represaliados en esos campos de concentraci¨®n. Uno de sus entrevistados, Jos¨¦ Olimpio Divi?¨®n, describe as¨ª el d¨ªa de trabajo: 'La jornada laboral comenzaba a las 6 de la ma?ana y conclu¨ªa a las 7 u 8 de la noche. Almorz¨¢bamos en el campo, con 20 minutos de descanso (...) No se nos permit¨ªa hablar entre nosotros ni dirigirnos a los guardias. Al regresar al campamento nos ba?¨¢bamos con agua helada, si la hab¨ªa. A las 10 y 30 de la noche nos acost¨¢bamos y electrificaban la cerca que rodeaba el campo'. Otro entrevistado, Raimundo Jorge Mart¨ªnez, rockero, relata: 'Hubo discusiones serias entre custodios y recluidos. Recuerdo a uno que le dec¨ªan Elegua. Se neg¨® a trabajar un d¨ªa por sentirse enfermo. El teniente lo amenaz¨® y golpe¨®. El muchacho sac¨® un machete que ten¨ªa escondido y lo descarg¨® contra brazos y piernas del militar. A Elegua lo llevaron preso a Camag¨¹ey. Le celebraron juicio sumario, fue condenado a muerte y fusilado. El carcelero qued¨® discapacitado de por vida'.
Los prisioneros pol¨ªticos del penal de Isla de Pinos, situada al sur del archipi¨¦lago cubano, tambi¨¦n fueron sometidos a la tortura del trabajo forzado. Seg¨²n declaraciones del psiquiatra Lino Fern¨¢ndez al autor de este art¨ªculo, hubo all¨ª durante a?os un promedio de seis mil prisioneros pol¨ªticos. 'El d¨ªa que empez¨® el trabajo forzado en Isla de Pinos' -me dijo Fern¨¢ndez- 'hubo un muchacho que hizo cierta resistencia y lo atravesaron con una bayoneta en el est¨®mago. Lo mataron. Se llamaba Ernesto D¨ªaz Madruga. Ten¨ªa 21 a?os. Sab¨ªamos que nos estaban poniendo a trabajar como esclavos'. Fern¨¢ndez, que estuvo 18 a?os como prisionero pol¨ªtico del castrismo, enumer¨® en la entrevista las infernales torturas a las que fueron sometidos -descritas tambi¨¦n en los estremecedores testimonios del libro colectivo El presidio pol¨ªtico en Cuba comunista (Icosocv Ediciones, Caracas, 1982)-. El objetivo principal de esos tormentos era demoler ps¨ªquicamente al torturado hasta hacerlo abjurar de sus ideas y rendirse a las del torturador; un m¨¦todo que parece inspirado en los procesos de Mosc¨², pero que en el caso cubano procede directamente de la profunda ra¨ªz inquisitorial del castrismo.
Quiero subrayar expl¨ªcita y enf¨¢ticamente que no estoy hablando s¨®lo del pasado. Hace apenas unos meses, desde la Prisi¨®n de Mujeres de Occidente, m¨¢s y mejor conocida como 'Manto negro', la prisionera de conciencia Maritza Lugo Fern¨¢ndez hizo llegar un dram¨¢tico Yo acuso -publicado tambi¨¦n en Encuentro en la red: 'Yo acuso al gobierno dictatorial implantado en Cuba y a su brazo represivo, la Seguridad del Estado, por las injusticias y abusos que cometen contra el pueblo cubano, la poblaci¨®n penal y, muy en especial, contra los presos pol¨ªticos y de conciencia'. El citado diario digital public¨® tambi¨¦n una denuncia escrita en febrero de este a?o por Marta Beatriz Roque Cabello, F¨¦lix Bonne Carcass¨¦s y Ren¨¦ G¨®mez Manzano, que padecieron prisi¨®n pol¨ªtica por el 'delito' de escribir y publicar, junto a Vladimiro Roca, una cr¨ªtica de la realidad nacional titulada La patria es de todos. En su reciente denuncia los tres exigen la libertad de Roca, que sigue en prisi¨®n por un capricho personal de Fidel Castro: castigar en el disidente Vladimiro el 'delito' de ser hijo de Blas Roca, un ilustre dirigente comunista, ya fallecido. En base a su propia experiencia reciente, los tres condenan: '... los m¨¦todos empleados por las actuales autoridades penitenciarias, que han llevado algunos a realizar, en se?al de protesta, automutilaciones espantosas, como la de vaciarse los ojos o cortarse las manos'.
Pese a la violencia de las torturas, cuyos extremos son la pena de muerte por fusilamiento, el simple asesinato, o el dejar morir a un prisionero en huelga de hambre -como ocurri¨®, entre otros, en el caso del l¨ªder estudiantil Pedro Luis Boitel a principios de los sesenta-, el castrismo no ha conseguido quebrar el esp¨ªritu de resistencia del presidio pol¨ªtico cubano. La investigaci¨®n que llevo a cabo en la actualidad sobre el tema me ha permitido acercarme a decenas de personas que purgaron condenas de quince, veinte o veinticinco a?os, condenas tan largas como jam¨¢s ha habido en la historia de Cuba por causas pol¨ªticas. Ninguno odia, ninguno ha cedido un ¨¢pice en las convicciones democr¨¢ticas por las que pagaron con parte de sus vidas. No piden venganza sino justicia, conciencia y memoria.
Creo que es un deber moral de todos los dem¨®cratas luchar contra la amnesia y el silencio. La dictadura cubana, pese a todas sus baladronadas, no es inmune a la presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica internacional y muy particularmente de la espa?ola. Una buena manera de contribuir a mejorar la suerte de los presos pol¨ªticos en la isla ser¨ªa que las organizaciones de derechos humanos de la pen¨ªnsula ayudaran a exponer, tambi¨¦n aqu¨ª, la historia y el presente del presidio pol¨ªtico cubano, e invitaran a Espa?a a las organizadoras de la exposici¨®n de La Habana para permitirles exponer la verdadera dimensi¨®n de esta tragedia.
Jes¨²s D¨ªaz es escritor cubano exiliado en Madrid, donde dirige la revista Encuentro de la Cultura Cubana y el diario digital Encuentro en la Red (www.cubaencuentro.com).
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