Terror
Voy a contarles una peque?a historia de terror. Hace unos d¨ªas, una buena amiga, Asun Lasaosa, tuvo la maldita ocurrencia de tomarse una copa en una terraza madrile?a. Eran las tres de la madrugada y aparc¨® en doble fila; apareci¨® enseguida una gr¨²a carro?era y, como mi amiga no ten¨ªa la documentaci¨®n del veh¨ªculo, se llevaron el coche a las Chimbambas, tambi¨¦n conocidas con el nombre de Dep¨®sito Municipal N¨²mero 2.
El lugar queda en la carretera de Vallecas a Villaverde, m¨¢s o menos a la derecha del infierno: los polic¨ªas le advirtieron a Asun que no se le ocurriera ir a buscar el veh¨ªculo esa misma noche, porque el dep¨®sito estaba en una zona bastante peligrosa, junto al poblado en donde se distribuye casi toda la droga de Madrid. Algo alucinada, mi amiga esper¨® hasta la ma?ana siguiente y llam¨® al tel¨¦fono de la gr¨²a para saber c¨®mo llegar. La cosa era muy dif¨ªcil, contestaron. Hab¨ªa un autob¨²s que dejaba a cien metros, pero era peligros¨ªsimo hacer ese trayecto a pie, incluso en pleno d¨ªa; y los taxistas, desde luego, se negaban a ir. Adem¨¢s, siendo mujer, era importante que la acompa?ara hasta all¨ª un hombre fuerte.
Esa misma tarde, Asun se fue de excursi¨®n al ultramundo junto con una amiga y un hombre fuerte. El asfalto se acababa al abandonar la autopista y, entre socavones, chabolas y detritus, se agujereaban los brazos legiones de yonquis esquel¨¦ticos. Al fin arribaron, sobrecogidos, al Dep¨®sito 2, en donde se atrincheraban los polic¨ªas como vaqueros sitiados por comanches. 'Ahora ya sabe', le recomend¨® el agente cuando recogi¨® el coche: 'Vaya pegadita a sus amigos, con la ventanilla subida y el seguro echado, todo recto y sin parar'. Eso hizo, y obviamente vivi¨® para contar la historia. Yo la repito ahora, a¨²n estremecida por esta sociedad capaz de castigar con todo rigor el aparcamiento en doble fila pero incapaz de detener a los narcotraficantes. Por esta polic¨ªa que te pone tontamente en peligro y admite que no puede defenderte. Por este mundo delirante en el que hay terrazas veraniegas, y ley, y tranquilidad, en el centro rico del Madrid feliz; pero apenas 30 kil¨®metros m¨¢s all¨¢ es el reino del dolor y la negrura. Hay otros mundos, pero est¨¢n en ¨¦ste.
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