Mi coche, mi castillo
El coche tiene que ver con la tendencia a lo individual y a encastillarnos en nuestro propio espacio. Por eso es tan importante
Hace unos d¨ªas discut¨ªamos con los amigos Cun¨ª y Mart¨ª G¨®mez sobre el futuro del coche en la ciudad y les mostraba mi convicci¨®n poco escandalizada de que el coche es invencible o lo ser¨¢ hasta que lleguemos al puro colapso. El coche tiene a favor dos de los valores esenciales de nuestra civilizaci¨®n: el individualismo y la centralidad del espacio dom¨¦stico. La gran victoria del coche ha sido convertirse en s¨ªmbolo de la libertad individual, por un lado, y por otro, en una casa rodante, en una prolongaci¨®n m¨®vil de nuestro propio hogar.
No viene de ahora, sino de los tiempos de la imprenta, pero el siglo XX lo ha acelerado: la tecnolog¨ªa va a favor de lo individual y de lo dom¨¦stico. La imprenta lleva la literatura de la plaza p¨²blica al sal¨®n de lectura; el v¨ªdeo y la televisi¨®n llevan el consumo de ficci¨®n de los teatros y los cines a los comedores; el tocadiscos, el ordenador y los walkmans transportan la m¨²sica de los auditorios a la habitaci¨®n de los ni?os; Internet pone la tertulia en el ordenador dom¨¦stico. Ya s¨¦ que existen muchos matices, pero la flecha esencial es ¨¦sta: nuestos abuelos viv¨ªan el ocio y la cultura en el espacio p¨²blico compartido, nuestros hijos consumen cultura y ocio fundamentalmente en el espacio dom¨¦stico y personal. Todos los electrodom¨¦sticos van en la misma direcci¨®n. Del espacio p¨²blico al espacio familiar: del teatro a la sala de estar con televisi¨®n y tocadiscos. Del espacio familiar al espacio individual: casi todas las familias sue?an -y buena parte de ellas se lo pueden permitir, parcial o totalmente- con el televisor, el tocadiscos, el ordenador y el m¨®vil personal. El zapping es, al fin y al cabo, la televisi¨®n individualizada. S¨®lo somos capaces de soportar nuestro propio zapping.
El coche es lo mismo. Es el espacio individual y la proyecci¨®n de la propia casa. De hecho, la casa moderna se compone de una parte inm¨®vil y de una parte autom¨®vil. Los papeles, los discos, los souvenirs, van de la una a la otra. El coche tiene que ver con la tendencia a lo individual -contemos cu¨¢ntos coches van por la calle con m¨¢s de una persona- y con la tendencia a encastillarnos en nuestro propio espacio. Por eso es tan importante. Por eso su uso no tiene que ver solamente con la potencia y la comodidad de la alternativa en transporte p¨²blico -necesaria y positiva, pero siempre insuficiente-, sino tambi¨¦n con la sensaci¨®n de libertad individual y de espacio propio y protegido, personalizado, que tiene para nosotros.
En cierto sentido, para muchos el coche es el equivalente a la habitaci¨®n propia de Virginia Woolf. De la misma manera que a veces los padres primerizos sacan a los hijos a dar vueltas en coche para que se duerman, sin ir a ninguna parte, cada vez son m¨¢s las personas que, sin gustarles conducir, aman los ratos de soledad dentro del propio coche como espacios protegidos y propios, momentos en los que poner la propia m¨²sica, en los que pensar cada uno en sus cosas, al margen del itinerario y del destino. El coche es bandera: visual y sonora. Lo llevamos rebozado de pegatinas identificativas -I love Lugo, CAT, banderas de Canad¨¢- y algunos lo lanzan por las calles con la m¨²sica m¨¢quina al volumne de un himno o de una marcha militar. Algunos portaequipajes son verdaderas bibliotecas rodantes. Con el m¨®vil incorporado, el coche es tambi¨¦n nuestro despacho. Un espacio protegido por una coraza de lata, por unas ventanillas que insonorizan, que lleva dentro nuestra m¨²sica, nuestros recuerdos y nuestro ambientador con olor a pino. Si para los ingleses mi casa es mi castillo, tambi¨¦n para nosotros nuestro coche es nuestro castillo.
Esto es invencible. El instrumento de la individualidad y el extensor de nuestro domicilio, a la vez, no tiene rival posible. El amigo Mart¨ª G¨®mez, brillante objetor de conciencia respecto al autom¨®vil, replicaba que en las encuestas los ciudadanos piden un¨¢nimente una ciudad sin coches o una ciudad con menos coches. No nos enga?emos. En todos los casos se refieren a los coches de los dem¨¢s.
Vicen? Villatoro es periodista, escritor y diputado de CiU.
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