El mundo como representaci¨®n
Pirandello no es un autor de juventud, y tampoco un autor popular. Y si es dif¨ªcil dar desde la juventud la plena resonancia de su obra, lo que es imposible es apearlo de su elitismo intelectual para ofrecerlo aligerado, simplificado, al p¨²blico. ?stos son, probablemente, los dos errores que ha cometido Oriol Broggi, joven director que ven¨ªa avanzando hasta ahora con precauci¨®n pero con paso firme, al enfrentarse a una obra que lo supera. La opci¨®n de hacer de Pirandello un autor menos restringido (como ¨¦l dice) es, en el caso de Enric IV, limitarlo exclusivamente por la parte alta, filos¨®fica, porque la obra en s¨ª contiene suficientes elementos c¨®micos y grotescos para divertir a esa parte del p¨²blico que, seg¨²n Broggi, puede encontrar demasiado intelectual la opci¨®n de un Pirandello a pelo, sin laxantes.
Enric IV plantea la situaci¨®n de un hombre que, tras caerse de un caballo durante una cabalgata con disfraces hist¨®ricos en la que ¨¦l representaba al emperador Enrique IV de Alemania, queda trastornado y cree ser el personaje que encarnaba. Han transcurrido 20 a?os desde el suceso cuando empieza la obra. Llegan a la corte ficticia de Enrique IV un grupo de personajes actuales acompa?ados de un psiquiatra con el fin de curarlo. Lo que ver¨¢ el p¨²blico es una especie de psicodrama, en clave de comedia, pero con un contenido profundamente filos¨®fico.
Desde luego, en el montaje de Oriol Broggi la obra est¨¢ intacta. Pero le falta profundidad de lectura, o en plural, de lecturas, de tal modo que el constante ir y venir del interior de la personalidad de ese loco tan especial (y de las de quienes lo rodean) a la realidad tal como es o quiere verse no quede prendido en una sola de las realidades posibles. Lo que exige Pirandello es la duda ante toda certeza, o la certeza de que cualquier realidad es posible con s¨®lo pensarla.
Simplificando a Pirandello, acaba por simplificarse tambi¨¦n la consistencia de sus personajes, que no se encuentran ya ante el abismo de un mundo que han de reconstruir. Parecen estar jugando a una mascarada. Una opci¨®n de direcci¨®n que hace que, desde el decorado hasta el ¨²ltimo de los actores, todos est¨¦n en falso en escena. Teatro dentro del teatro, como quiere Pirandello, pero aqu¨ª nada se desmaterializa, se hace irreal, porque es irreal desde el primer momento.
De la conversi¨®n en fantasmas se salva, al final, Enrique IV -Llu¨ªs Soler-, tal vez porque sus largu¨ªsimos parlamentos son inapelables, tal vez porque se aferra a la convenci¨®n teatral, su falsa realidad, y acaba mostrando un emperador de una pieza.
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