En territorio trascendente
M¨ªnimo ataque de Armstrong en un d¨ªa en el que los espa?oles empezaron a moverse para bien
En el ciclismo, como en la historia, hay lugares ¨²nicos. Es importante saberlo. Una cuesta de dos kil¨®metros al 6% a 25 kil¨®metros de la meta puede ser nada, una tachuela para que aceleren s¨®lo los que luchan por el maillot de la monta?a, o puede serlo todo. Depende de c¨®mo se llame. La cuesta de ayer se llama C?te des Forges. Est¨¢ en la carretera de Lieja, lo que ya dice mucho, y se encara despu¨¦s de otra cuesta (¨¦sta de dos kil¨®metros y medio) que se llama C?te de Mont Theux. Eso lo dice todo. Por Forges pasa todos los a?os la Lieja-Bastogne-Lieja, la cl¨¢sica m¨¢s cl¨¢sica y m¨¢s antigua. Por Mont Theux pas¨® hace seis a?os Miguel Indurain.
El Tour entr¨® en territorio trascendente y Lance Armstrong se sinti¨® obligado a hacer una reverencia. Le respondi¨®, en pleno, el Telekom de Ullrich, la troupe magenta que allan¨® literalmente las Ardenas, convirti¨® las cuestas en llano y condujo a Erik Zabel a su segunda victoria en este Tour, la d¨¦cima de su carrera en la grande boucle. El Tour fue generoso con los generosos y concedi¨® una segunda oportunidad a Stuart O'Grady, el atacante australiano del Cr¨¦dit Agricole que tanto equivoc¨® su t¨¢ctica la v¨ªspera, y que ayer fue recompensado con el maillot amarillo que dej¨® en la cuneta el belga Marc Wauters, incapaz de seguir al pelot¨®n. Los belgas y otros sprinters sufrieron; los espa?oles por fin sonrieron.
En el mismo lugar elegido ayer por el grillo italiano Paolo Bettini y el albino belga Rik Verbrugghe para atacar, la parte final de la cuesta de Mont Theux, fue donde Indurain hace seis a?os se olvid¨® de la prudencia y las prevenciones, sorprendi¨® a todos los rivales del Tour y culmin¨® uno de sus grandes momentos ciclistas. Bettini y Verbrugghe no fueron tan lejos, pero su ataque record¨® al pelot¨®n por d¨®nde se corr¨ªa y despertar a los grandes la memoria hist¨®rica.
Fue tambi¨¦n esa cuesta, el primer puerto de tercera del Tour 2001, el lugar escogido por el Kelme para mostrar sus fuerzas. Su tendencia: atacar cuando se empine la carretera, lugar de liberaci¨®n tras tres d¨ªas de llano puro y duro. Todos, salvo Sevilla y Botero, con carta libre. Se sintieron con ganas y fuerzas Guti¨¦rrez y Tauler, dos gigantes del llano, rodadores puros que con grandes desarrollos y musculaturas a punto de estallar se atrancaron y no pudieron abrirse de los escaladores de pedalada ligera. Otro rodador, como Txente Garc¨ªa Acosta, del iBanesto.com, lo intent¨® en el falso llano. Pero el espa?ol m¨¢s feliz de pasar por all¨ª era el diminuto David Etxebarria, el hombre en las Ardenas. Al vizca¨ªno le cupo el honor de que su ataque en Forges, saliendo a rueda del franc¨¦s Salmon, que iba a por Guti¨¦rrez, fuera el detonante del primer gran momento de este Tour: Armstrong se movi¨®. Necesitaba dejar su firma, aunque sin r¨²brica. Terremoto. A su rueda se efectu¨® la primera selecci¨®n natural. Trece ciclistas delante, los m¨¢s fuertes. Los m¨¢s vigilantes. Beloki e Igor, Ullrich y Vinokurov, Kivilev y Brochard, Botero... Fue s¨®lo un momento. Nada m¨¢s pasar por debajo de la pancarta, calma. El pelot¨®n, conducido por Mancebo, enlaz¨® enseguida.
El resto del d¨ªa, la ¨²ltima cuesta (Sart Tilman) fue el desfile del orgullo magenta. La respuesta de Ullrich al alarde de Armstrong. Los nueve del Telekom en fila india, tren sostenido, aplacando todos los intentos (Tauler, L¨®pez de Munain, Serrano, el joven ruso del iBanesto.com Menchov, Pascual Llorente fueron activos), aniquilando rivales. Construyeron un bulevar para Zabel en una llegada pretendidamente en cuesta. Mostr¨® tambi¨¦n los l¨ªmites de Armstrong. El americano, picado por la exhibici¨®n Telekom, mand¨® a su US Postal (Heras al frente) a competir. ?l mismo disputar¨ªa el sprint. Traicionado por su falta de h¨¢bito, frenado por el viento, s¨®lo fue d¨¦cimo.
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