Dios en el ordenador
El otro d¨ªa hice un spam. Me lo anunci¨® el t¨¦cnico inform¨¢tico que hablaba conmigo por tel¨¦fono sobre ciertos problemillas tontos que causan los duendes de los ordenadores. (Aunque nadie reconoce la existencia de tales duendes, ellos est¨¢n ah¨ª y todo el que trata con ordenadores sabe de su existencia.) Pues bien, hice un spam y me entr¨® un p¨¢nico irremediable, ya que, seg¨²n el t¨¦cnico, es lo peor que le puede pasar al usuario de un ordenador. 'Ha hecho usted un spam... at¨¦ngase a las consecuencias', vino a decirme.
?Qu¨¦ demonios es un spam?, le pregunt¨¦ asustada, mientras mi imaginaci¨®n ya ve¨ªa a los duendes convertidos en monstruos con cabeza de elefante, patas de cocodrilo y agilidad de rat¨®n zamp¨¢ndose mis art¨ªculos, mis mails y mis di¨¢fanos secretos cibern¨¦ticos. El t¨¦cnico estaba tan preocupado que, inicialmente y a borbotones, me aconsej¨®: 'Habr¨¢ que hacer una land y resetear el cable m¨®dem'. Con lo cual a¨²n me asust¨¦ m¨¢s, cosa que ¨¦l -abstra¨ªdo como estaba con el spam- por supuesto no percibi¨®. Para algunos de esos t¨¦cnicos, que son sin duda los reyes del mambo de nuestra ¨¦poca ya que sin ellos la modernidad se aleja de nosotros irremisiblemente, los ordenadores son claramente mucho m¨¢s importantes que las personas. Y tienen toda la raz¨®n: las personas no hacemos m¨¢s que enredar y pedir imposibles a los ordenadores, pobrecillos. Las personas somos tan limitadas...
El t¨¦cnico, educad¨ªsimo, no se quejaba de mi propia incapacidad para transformarme en computadora. Eso les pasa a todos los que no han hecho ning¨²n master en inform¨¢tica y a¨²n confunden el hardware con el software, o el sistema operativo con el sistema digestivo, me dijo una vez un amigo al que desde que hizo el master se le puso cara de ayudante de Office. El t¨¦cnico, pues, se puso en situaci¨®n y me dijo: 'Puede consultar a Clipo, a Ridondo, a F1, al Dr. Genio, a Minio y hasta a Rocky'. Como le pregunt¨¦ qui¨¦nes eran y qu¨¦ cobraban, se enfad¨® mucho: '?Est¨¢n ah¨ª! ?Los tiene usted en ordenador! ?Son sus ayudantes en el ciberespacio y trabajan gratis!'. ?Por qu¨¦ no sab¨ªa yo todo eso? Solamente por mi ignorancia, enorme ignorancia para ser m¨¢s precisos, sobre los resortes de los ordenadores.
?Hubieran evitado ellos que yo hiciera un spam? (por cierto, escribo esta palabra a ojo de buen cubero, cosa que, en el mundo fabuloso de las m¨¢quinas cibern¨¦ticas est¨¢ te¨®ricamente permitida, pero pr¨¢cticamente prohibida, ya que no consegu¨ª encontrarla registrada en ninguna de las interminables listas de problemas.) Mi interlocutor telef¨®nico, el t¨¦cnico en cuesti¨®n, suspir¨® y coment¨® pacientemente: 'Debe acostumbrarse a confiar en ellos, los ayudantes del ciberespacio', como si yo hubiera hecho un feo a Cipo, Ridondo, F1, Dr.Genio, Minio y Rocky.
Llev¨¢bamos un buen rato de esta guisa, cuando el t¨¦cnico, motu proprio, tuvo una inspiraci¨®n did¨¢ctico-paternal: 'Una land es reconfigurar una red de ¨¢rea local, como la que usted tiene, y resetear es limpiar el cable m¨®dem, cosa que se hace enchufando y desenchufando el m¨®dem'. No pod¨ªa creer que se hubiera mencionado una palabra tan vulgar y comprensible como enchufar -de repente, tom¨¦ conciencia: ?la inform¨¢tica depende de un enchufe decimon¨®nico!-, con lo que me sent¨ª envalentonada como para insistir: '?Y un spam qu¨¦ riesgo tiene?'.
'Se hace un spam cuando se hace colapso como cliente', respondi¨® el t¨¦cnico, 'es lo peor'. No dud¨¦ ni un segundo que hacer colapso como cliente de algo es el equivalente al fin del mundo. A un cliente colapsado no lo puede ayudar ni el Defensor del Cliente, me dije, es la exclusi¨®n definitiva, el llanto y crujir de dientes. Pero mi mente antigua y deformada no aceptaba la fatalidad sin la rebeli¨®n de la pregunta: '?Por qu¨¦ he hecho un spam?, ?qu¨¦ lo ha causado?'. 'Ay, se?ora', dijo el t¨¦cnico, '?le preguntar¨ªa usted a Dios por qu¨¦ hizo el mundo en siete d¨ªas? Pues esto es lo mismo'. As¨ª lo supe: Dios vive en mi ordenador.
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