Ambiente de tragedia
El final de los sanfermines estuvo rodeado por la tragedia: el asesinato de M¨²gica, el cornad¨®n que sufri¨® Juan Jos¨¦ Padilla, el guada?azo de un miura que de poco decapita a Zotoluco.
Lo de Padilla fue terrible. Entr¨® a matar y el miura le atraves¨® el cuello. As¨ª, como suena. Una cornada seca, a toma y daca, que tir¨® al torero al suelo y lo dej¨® all¨ª ex¨¢nime. Las cuadrillas se apresuraron a llevarlo a la enfermer¨ªa y era tal el nerviosismo que ni acertaban el camino.
Hasta la climatolog¨ªa se sum¨® a la tr¨¢gica tarde sanferminera. De repente hac¨ªa fr¨ªo, se levantaba el viento, ven¨ªan nubes renegridas cubriendo los tejadillos.
Un crimen de ETA hab¨ªa apesadumbrado a las buenas gentes. Pamplona, la verdad, despu¨¦s del atentado contra Jos¨¦ Javier M¨²gica, concejal de UPN en la poblaci¨®n navarra de Leitza, no estaba precisamente para fiestas. La corrida de toros, ¨²ltima de la feria, se celebr¨® porque los sanfermines son m¨¢s un rito y un s¨ªmbolo que una fiesta.
Miura / Zotoluco, Padilla, Renco
Toros de Eduardo Miura, grandes, todos rebasaron los 600 kilos, zancudos, cornalones; descastados; broncos con peligro. Zotoluco: estocada ladeada (oreja); en el 2?, de Padilla, seis descabellos -aviso- y cuatro descabellos (pitos); pinchazo a toro arrancado, otro en la barriga, estocada ladeada -aviso con retraso- y dobla el toro tras larga agon¨ªa (silencio); estocada ca¨ªda, rueda de peones -aviso- y dos descabellos (oreja); sali¨® a hombros por la puerta grande. Juan Jos¨¦ Padilla: pinchazo saliendo cogido. El Renco: pinchazo en los bajos perdiendo la muleta, nuevo pinchazo en los bajos, dos pinchazos, rueda de peones, pinchazo, otro hondo muy tendido y muy bajo, y descabello (pitos); dos pinchazos, media muy tendida -aviso- y descabello (silencio). Enfermer¨ªa: intervenido Padilla de cornada grande en el cuello, que lo atraviesa, muy grave. Se guardaron dos minutos de silencio en memoria de Jos¨¦ Javier M¨²gica, el concejal de UPN asesinado en Leitza por ETA; uno antes de empezar la corrida, otro al t¨¦rmino del pase¨ªllo. Los toreros tambi¨¦n brindaron a su memoria sus primeros toros. Plaza de Pamplona, 14 de julio. 10? y ¨²ltima corrida de feria. Lleno.
Antes de empezar se guard¨® un minuto de silencio en memoria de la v¨ªctima de la banda asesina. No hubo exactamente silencio porque salieron algunos pitos est¨²pidos y el p¨²blico reaccion¨® con una ovaci¨®n cerrada. La estupidez no acab¨® aqu¨ª. Volver¨ªa corrida adelante cuando sacaron en tendido de sol una pancarta referida a la amnist¨ªa, y los espectadores, pr¨¢cticamente la plaza entera, mandaron a esos est¨²pidos a la mierda.
Al terminar el pase¨ªllo las cuadrillas se sumaron al minuto de silencio que hab¨ªa precedido a su comparecencia. 'Nosotros tambi¨¦n y en primera l¨ªnea', debieron decir. Y ahora la ovaci¨®n que estall¨® abarcaba al noble gesto de los toreros.
La torer¨ªa se demuestra de muchas maneras y esa no era la de menor fuste. Despu¨¦s los toreros la volvieron a demostrar en cuanto sali¨® el toro. Se trataba de un zancudo y destartalado miura con impresionante arboladura y fea estampa, cuyas intenciones no le iban a la zaga. Zotoluco lo salud¨® mediante una larga cambiada de rodillas, el toro la tom¨® tir¨¢ndole un derrote terrible al cuello y por unos cent¨ªmetros no lo dej¨® all¨ª decapitado.
Todas las acciones de Zotoluco que siguieron fueron valent¨ªsimas. Lidi¨®, mulete¨® arrojado, despleg¨® alardes temerarios, mat¨® certero y se llev¨® una oreja. Al toro que hiri¨® a Padilla lo descabell¨® sin acierto y entonces oy¨® pitos. Al cuarto, poderoso y bronco, volvi¨® a pisarle terrenos comprometidos, libr¨® tarascadas, el toro le regateaba con el sentido propio de los pregonaos, y tard¨® en matarlo.
Al sexto -con cuatro miuras hubo de medirse Zotoluco a causa del percance de Padilla- lo lidi¨® aportando pundonor y maestr¨ªa, se faj¨® en tandas muleteras de inverosimil ejecuci¨®n por la bronquedad del animal, y le cort¨® una oreja que le val¨ªa para salir por la puerta grande con todo merecimiento. Visto el ac¨ªbar que se pas¨®, los amargos trances que provocaron los miuras, la generosa entrega del espada mexicano, esa salida a hombros por la puerta grande es la mejor ganada de la feria.
El Renco pas¨® parecidos apuros. El joven diestro derroch¨® asimismo pundonor para sacarles a los miuras un partido que no ten¨ªan y hasta incurri¨® en in¨²tiles temeridades como ejecutar molinetes de rodillas o darse a las manoletinas que, naturalmente, acababan en horribles enganchones.
Pero quien se empe?¨® en hacer de su actuaci¨®n proeza fue Juan Jos¨¦ Padilla, que banderille¨® atl¨¦tico, procur¨® prender el par del viol¨ªn sin lograrlo, tore¨® de muleta en los medios con evidente af¨¢n, recurri¨® tambi¨¦n a las manoletinas, y al realizar el volapi¨¦ en corto y por derecho se llev¨® una cornada espantosa, muy grave, de inciertas consecuencias.
Mal fin de los sanfermines fue ese. El Pobre de m¨ª, que siempre trae aires nost¨¢lgicos, esta vez vino te?ido de tragedia.
Babelia
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