Las razones del miedo
?Tengo menos miedo hoy que hace quince a?os? La pregunta es importante porque de su respuesta se pueden sacar conclusiones sobre la gravedad de nuestra situaci¨®n. Pero, qu¨¦ es el miedo, y c¨®mo lo valoro, c¨®mo lo mido. Me pregunto si su contenido se encierra en una simple enunciaci¨®n: tengo miedo. Si es as¨ª, si basta con decirlo, si en ese acto de elocuci¨®n se contiene toda su verdad, y si su verificabilidad se limita al propio acto del habla, habr¨¦ de concluir que esa enunciaci¨®n es siempre verdadera. La expresi¨®n 'tengo miedo', de esta forma, significar¨ªa lo que dice su literalidad y no necesitar¨ªa de mayores comprobantes. Si yo digo que tengo miedo es que lo tengo.
Hay actos de habla que remiten a una experiencia compartida y cuya veracidad ha de ser contrastada: hoy brilla el sol, por ejemplo. Lo puedo decir un d¨ªa nublado, pero su verdad s¨®lo depender¨¢ del grado de mi soledad. El sol podr¨¢ seguir brillando en mi voluntad si no hay nadie que la rebata. No es ¨¦ste el caso de expresiones como 'tengo miedo'. Expresiones as¨ª no remiten a experiencias que puedan ser compartidas, sino a experiencias siempre solitarias. Pero en cuanto las formulamos, en cuanto las convertimos en actos de habla, no escapan tampoco a la exigencia de verificabilidad. Nuestro interlocutor indagar¨¢ la verdad de nuestro aserto en otro acto subjetivo, en la intencionalidad de lo que afirmamos: se preguntar¨¢, por ejemplo, si mentimos o decimos la verdad. La veracidad de mi afirmaci¨®n no residir¨¢ por tanto, en contra de lo que presum¨ªamos en el p¨¢rrafo anterior, en la mera literalidad de su enunciado. Expresiones como 'tengo miedo' o 'amo a Isolda' son expresiones vac¨ªas que han de ser demostradas: su veracidad depender¨¢ de nuestros actos y tambi¨¦n, por supuesto, de la confianza de nuestro interlocutor.
'Quiz¨¢ lo cierto sea que la sociedad vasca no quiere tener miedo, que lo evita'
Por consiguiente, si yo digo que tengo miedo tendr¨¦ que demostrarlo. Su veracidad s¨®lo necesitar¨¢ de su enunciaci¨®n si previamente yo he demostrado que todos mis enunciados son siempre verdaderos, algo que puede estar al alcance de un interlocutor de mi confianza, pero no de cualquier interlocutor. Por ejemplo, y entrando ya en materia, si yo hoy confieso que tengo miedo a ETA pero me enfrento a ella de palabra y obra, mi afirmaci¨®n ser¨¢ cuestionada o al menos relativizada; y si me preguntan por mi actitud ante ETA hace quince a?os es muy posible que concluyan que mi miedo en aquella ¨¦poca era muy superior. Si generalizamos la argumentaci¨®n y la aplicamos a la actitud actual ante ETA de un sector de la poblaci¨®n compar¨¢ndola con su actitud de hace quince a?os, los cient¨ªficos sociales extraer¨¢n la conclusi¨®n de que ese sector ha perdido el miedo, indicio claro de una mejor¨ªa de la situaci¨®n y de la p¨¦rdida de poder de ETA. Y lo proclamar¨¢n as¨ª sin tener muy en cuenta que ese sector les manifieste tener m¨¢s miedo que nunca.
Adem¨¢s, en la relaci¨®n entre ETA y sus oponentes, el elemento din¨¢mico siempre ser¨¢ considerado ETA, de modo que la actuaci¨®n de sus oponentes, y el valor que se les atribuye, siempre ser¨¢ subsidiario a una p¨¦rdida o a un incremento de poder de ETA. La relaci¨®n no es, sin embargo, tan inversamente proporcional. La actuaci¨®n frente a ETA no depende, o no s¨®lo depende, del miedo; es m¨¢s a veces mantiene con ¨¦ste una relaci¨®n directamente proporcional: cuanto m¨¢s miedo, mayor enfrentamiento.
Ceno con Diego en un restaurante vietnamita. Hace veintid¨®s a?os ETA asesin¨® a su padre. Es una persona muy agradable y muy sensitiva, y me sorprenden la ausencia de rencor en ¨¦l y la ecuanimidad con la que habla de estos asuntos. Recuerda haber discutido con su padre y haber llegado incluso a sacar la cara a ETA. Los dos estamos de acuerdo en que entonces no le ten¨ªamos miedo a ETA. Que conden¨¢bamos ya sus cr¨ªmenes, pero no tem¨ªamos que fuera a hacernos da?o.
Est¨¢bamos en los m¨¢rgenes, aunque nos situ¨¢bamos a¨²n en el c¨ªrculo m¨¢s externo de su influencia, cierta paciencia acorde con lo pol¨ªticamente correcto de la ¨¦poca. ?Qu¨¦ fue lo que nos hizo cambiar? ?La supuesta debilidad de ETA que nos quit¨® de encima un miedo que no le ten¨ªamos?, ?o un cambio en nuestra conciencia pol¨ªtica que nos llev¨® a entrar en el c¨ªrculo del miedo? Quiz¨¢ la veracidad del 'tengo miedo' haya que verla en esa toma de conciencia que le precede y en el enfrentamiento que de ella deriva. Y quiz¨¢ no sea cierto que la sociedad vasca tiene miedo, sino que lo cierto sea que no quiere tenerlo, que lo evita.
Nosotros, sin embargo, lo tenemos. ?Nos creen ustedes?
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