Inmigrantes
Vienen queramos o no queramos, seguramente no los trae ni siquiera un sue?o, sino la urgencia de salir adelante en alg¨²n lugar. Son exactamente iguales a aquellos de los nuestros que tuvieron que hacer lo mismo. Tan tristes, tan pobres, tan desolados y tan poco queridos aqu¨ª como lo fueron los nuestros en otros lugares, cuando en este pa¨ªs vivir era duro para casi todos e insoportable para los que dejaban lo ¨²nico que ten¨ªan, su familia, para buscar bajo cielos m¨¢s grises la v¨ªa de salida a la miseria y a la tristeza. La miseria la pod¨ªan superar pero la tristeza nunca cesa, cuando todo lo que se quiere se deja atr¨¢s.
Como si eso nunca le hubiera pasado a alguno de los nuestros, asistimos ahora al rechazo, el desprecio y hasta la explotaci¨®n de muchos de los que vienen con la misma tristeza de todas las ausencias y el mismo sentimiento de desheredados. A veces el rechazo, el desprecio y la explotaci¨®n son ejercidos por nietos directos de quienes llegaban a las estaciones de pa¨ªses donde no ten¨ªan nada a lo que agarrarse m¨¢s que a su triste maleta de madera y a la esperanza, como ¨²ltimo recurso. Eran sobre todo andaluces, miles y miles de andaluces, emigrantes en una Europa que se les negaba, a pesar de encontrar en ella el trabajo y el pan que aqu¨ª no hab¨ªa.
Nada de todo esto parece que nos haya pasado, todo es como una rara historia contada por impertinentes. Por eso tiene algo de voz en el desierto la del Defensor del Pueblo Andaluz cuando denuncia lo que est¨¢ pasando con los inmigrantes, la explotaci¨®n a la que est¨¢n siendo sometidos, las condiciones de vida que soportan. Como antes sobre otros lugares, ahora, en un informe de 151 folios que acaba de presentar en el Parlamento, denuncia las condiciones en las que viven los inmigrantes temporeros en los campos de Huelva. Es una vez m¨¢s un informe fruto de sus comprobaciones que le permiten afirmar que los braceros que sacan adelante el trabajo en los campos de Huelva viven en condiciones infrahumanas. Y avisa del riesgo de conflicto por la situaci¨®n que soportan.
El Gobierno calla y se aferra a una ley que no sirve, pero en Andaluc¨ªa no cesan de producirse desembarcos de desesperados. Algunos mueren y otros, si consiguen quedarse, son explotados. Deber¨ªa preocuparnos a todos.
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