H¨¦roes an¨®nimos del siglo XX
(A Gregorio L¨®pez Raimundo, Miguel N¨²?ez, Pere Ardiaca, Joan Pag¨¨s y tantos otros comunistas, h¨¦roes an¨®nimos durante muchos a?os, en el 65? aniversario de la fundaci¨®n del PSUC)
La novela de Javier Cercas Soldados de Salamina (Tusquets, Barcelona, 2001) es objeto de muchos comentarios en las ¨²ltimas semanas. Se trata, sin duda, de una obra excelente, con una intriga bien trabada, un buen ritmo narrativo, entretenida y bien escrita. Adem¨¢s, sin ser propiamente una novela hist¨®rica, est¨¢ centrada en un episodio de los d¨ªas finales de la guerra civil y recrea con imaginaci¨®n literaria, pero de forma ajustada y convincente, hechos reales que, a trav¨¦s sobre todo de peque?os detalles, nos permiten comprender la absurdidad de toda guerra y, muy especialmente, de la guerra civil espa?ola, la dificultad de determinar qui¨¦n es tu amigo o tu enemigo, la horrible tragedia de un final desgraciado y los horrores de la primera posguerra.
Los comunistas, esa raza de sentimentales decentes que, cuando hace falta, se convierten en h¨¦roes, no est¨¢n en fase de extinci¨®n: siguen ah¨ª, en los m¨¢s diversos rincones del planeta
El episodio hist¨®rico que centra la intriga novelesca es el fallido fusilamiento del escritor, y entonces alto jefe de la Falange, Rafael S¨¢nchez Mazas, gracias a que el soldado de las tropas republicanas -miembro del famoso Quinto Regimiento del general L¨ªster- que le persigue tras su huida, en lugar de dispararle al ser capturado, tras mirarle fijamente a los ojos, le perdona la vida. La novela trata, en s¨ªntesis, de indagar el sentido de esta mirada y encontrar las razones de este gesto.
Este art¨ªculo no pretende hacer un comentario de la obra de Javier Cercas, sino, a prop¨®sito de su extraordinaria novela, reivindicar la figura de un h¨¦roe del siglo XX hoy olvidado o, peor todav¨ªa, menospreciado: este art¨ªculo pretende ser un elogio del comunista.
Ser¨ªa una grave injusticia hist¨®rica que la imagen de comunista que pasara a la memoria colectiva fuera ¨²nicamente la del oscuro funcionario de la nomenklatura sovi¨¦tica, o la del revolucionario fracasado en pa¨ªses del Tercer Mundo, o el ide¨®logo ut¨®pico al servicio de causas que se han perdido para siempre, aunque todos ellos sean personas, en principio, perfectamente respetables. El comunista al que me refiero tiene otro talante: es aquel luchador de causas a la postre ganadas al que la sociedad no le ha reconocido su papel. Como sabemos -por Marx, entre otros-, los movimientos hist¨®ricos de fondo son muy lentos y aquello que aparece en un momento como un avance sin retroceso posible es derrotado al cabo de unos a?os. Pero esta derrota, producida por un avance de los intereses contrarios, nunca es definitiva, sino que genera fuerzas que, tarde o temprano, volver¨¢n a aparecer como triunfadoras aunque no lo ser¨¢n para siempre. Y vuelta a empezar por el mismo comienzo...
Esta forma de progresar, lenta y contradictoria, exasperante a veces, este andar siempre a trancas y barrancas galopando siglos, tiene unos protagonistas que figuran en las letras de molde de la historia, cuyos nombres todos conocemos, pero tambi¨¦n tienen otros, desconocidos e ignorados, simples obreros de la revoluci¨®n sin empleo fijo, a punto siempre del despido cuando se desvanece el momento ¨¦pico en que parece posible cambiar la historia para as¨ª poder cambiar tambi¨¦n la vida, la puta vida. A ¨¦stos me refiero y les llamo comunistas, sea cual sea el matiz de su ideolog¨ªa revolucionaria. En el siglo XX han pasado por todo: por la revoluci¨®n sovi¨¦tica, por el espartaquismo, por el trotskismo, por el estalinismo, por el anarquismo de la FAI, por el POUM, los maquis, la resistencia francesa, los partisanos italianos, la revoluci¨®n cubana, el PCI, el mao¨ªsmo, la primavera de Praga y la fe en la perestroika. Quiz¨¢ muchos de ellos no se han detenido suficientemente a pensar en t¨¢cticas, estrategias e ideolog¨ªas, aunque no pararan de hablar constantemente de todo ello. Su obsesi¨®n era, como dice Cercas, ir hacia delante, 'sin saber muy bien hacia d¨®nde, ni con qui¨¦n, ni por qu¨¦, sin importarles mucho siempre que fuera hacia delante, hacia delante, hacia delante, siempre hacia delante'. Estos h¨¦roes an¨®nimos, que en su lucha han encontrado la muerte ('todos muertos, muertos, muertos, muertos, todos', repite obsesivamente el gran h¨¦roe de la novela) con tanta frecuencia, son grandes protagonistas de los avances pol¨ªticos y sociales de nuestro siglo: lucharon contra los fascismos y las dictaduras, estuvieron siempre al lado de los m¨¢s pobres y oprimidos, exigieron justicia en las situaciones m¨¢s dif¨ªciles y comprometidas, fueron los imprescindibles disidentes de los reg¨ªmenes totalitarios, estuvieron siempre dispuestos a dar su vida por defender sus ideales. Y todo ello lo hicieron porque -como dice Cercas- eran conscientes de que 'la civilizaci¨®n pend¨ªa de ellos, estaban salv¨¢ndola y salv¨¢ndonos, sin saber [ni importarles, a?ado yo] que su recompensa final iba a ser una habitaci¨®n ignorada de una residencia para pobres en una ciudad trist¨ªsima de un pa¨ªs que ni siquiera era su pa¨ªs y donde nadie (...) les echar¨ªa de menos'.
Nunca calcularon si su actitud les conven¨ªa o no desde el punto de vista estrictamente personal: 'En el comportamiento de un h¨¦roe hay casi siempre algo ciego, irracional, instintivo, algo que est¨¢ en su naturaleza y a lo que no puede escapar', dice Roberto Bola?o en el libro de Cercas. As¨ª fueron ellos. Pero hoy 'nadie se acuerda de ellos, ?sabe? Nadie. Nadie se acuerda siquiera de por qu¨¦ murieron (...) y, menos que nadie, la gente por la que pelearon. No hay ni va a haber nunca ninguna calle miserable, de ning¨²n pueblo miserable de ninguna mierda de pa¨ªs que vaya a llevar nunca el nombre de ninguno de ellos'.
El gran personaje de la novela de Cercas -que se contrapone a la miseria moral del presuntuoso, c¨ªnico y cobarde Rafael S¨¢nchez Mazas- ni siquiera se permite la peque?a vanidad final de revelar su secreto: mostrar como un h¨¦roe de verdad no puede permitirse a s¨ª mismo matar a otro hombre si le mira fijamente a los ojos.
Pero la historia sigue. A estas alturas no es f¨¢cil confiar en la naturaleza humana, aunque sin duda hay excepciones que te reconcilian con ella. Los comunistas, esa raza de sentimentales decentes que, cuando hace falta, se convierten en h¨¦roes, no est¨¢n en fase de extinci¨®n: siguen ah¨ª, en muchos lados, en los m¨¢s diversos rincones del planeta. Por favor, no les dediquemos ninguna calle, no nacieron para esto. Mejor encontrarlos literariamente vivos en las buenas novelas.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional en la UAB.
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