Tutto nel mondo ¨¨ burla
De los artistas que mueren j¨®venes no puede decirse que tengan una ¨²ltima obra que ilumine todas las dem¨¢s: a lo sumo, como Schubert o Mozart, tienen obras interrumpidas al final de su trayectoria truncada. Tampoco, desde luego, puede hacerse una afirmaci¨®n semejante con respecto a los artistas que abandonaron prematuramente sus dedicaciones art¨ªsticas: Rimbaud, a los 21 a?os, abandon¨® la poes¨ªa sin que podamos hablar de su ¨²ltimo poema.
Sin embargo, s¨ª acostumbra a ser muy significativa la ¨²ltima obra de artistas longevos que se hayan mantenido en pleno trabajo hasta el fin de sus vidas. Naturalmente, es imposible desentra?ar toda una traves¨ªa atendiendo s¨®lo al ep¨ªlogo, pero no hay duda de que el movimiento final tiene un cierto valor testamentario y, sobre todo, ofrece claves importantes para rescatar el talante del artista.
Coment¨¦ hace unas semanas el ejemplo de la ¨²ltima tragedia de S¨®focles, escrita a los 80 a?os, Edipo en Colono, esencial no s¨®lo para comprender las concepciones ¨¦ticas y filos¨®ficas del poeta, sino para reconocer la complejidad del mito de Edipo. El broche de S¨®focles, con su aspiraci¨®n de sabidur¨ªa y serenidad, ha sido seguido por muchos; pero, en realidad, estamos lejos de contemplar una actitud un¨¢nime. Por el contrario, el movimiento final suscita reacciones siempre diversas en artistas que llegan a su ¨²ltimo tramo en plenitud de facultades: Miguel ?ngel, a una edad similar a la de S¨®focles, destru¨ªa sus esculturas o las dejaba voluntariamente inacabadas; Thomas Mann estaba obsesionado con el destino de sus diarios; Picasso, a¨²n m¨¢s viejo, trataba de iniciar nuevos ciclos pict¨®ricos; John Huston, paralizado pero activo, rastreaba l¨ªricamente la literatura de Joyce para dejarnos Los muertos, su joya terminal.
Tambi¨¦n a la edad de S¨®focles, Giuseppe Verdi compuso su ¨²ltima ¨®pera, y para m¨ª la mejor, Falstaff, a partir de un libreto excepcional de Arrigo Boito, el cual a su vez se hab¨ªa alimentado de Las alegres comadres de Windsor y Enrique IV, de Shakespeare. Tras un dilatado itinerario dram¨¢tico, Verdi afronta su movimiento final bajo el signo del juego y la risa.
A este respecto es llamativa la insistencia del compositor en que Falstaff est¨¢ escrita 'por propio placer'. Quiz¨¢, por primera vez, precisamente hacia el ocaso de su vida, Verdi est¨¦ dispuesto a hacer m¨²sica con independencia de cr¨ªtica, p¨²blico, sociedad o patria. Sin embargo, no ser¨ªa paradoja, sino confirmaci¨®n de la servidumbre de todo artista en relaci¨®n con su entorno, que un Giuseppe Verdi, el compositor m¨¢s aclamado de Europa junto a Wagner, ¨²nicamente se sintiera plenamente libre en esta ¨®pera escrita 'como pasatiempo' o, de manera todav¨ªa m¨¢s gr¨¢fica, 'para matar el tiempo'.
Al final de su vida, Verdi quer¨ªa re¨ªr. Dicho m¨¢s exactamente, con sus propias palabras, 'acabar con un poderoso estallido de risa'. Nada mejor, para este prop¨®sito, que hacerse acompa?ar de la obesa figura del caballero John Falstaff, el m¨¢s perfecto prototipo de la bufonada shakespeariana, como en su pen¨²ltima ¨®pera la hab¨ªa acompa?ado el atormentado Otello.
En un reciente libro titulado El humor en la m¨²sica, el compositor Benet Casablancas ha estudiado pormenorizadamente la constante presencia de la iron¨ªa y la parodia en la m¨²sica occidental. Al lado de obras tan distintas como las Cantatas profanas, de Bach; Una broma musical, de Mozart, o el Cuarteto de cuerda op. 33 n?3 de Haydn, Casablancas analiza con extremo detalle t¨¦cnico el Falstaff de Verdi como una de las cumbres del humor musical.
Y tal vez sea cierto, como sugiere Casablancas, que ninguna otra obra acoja tan bien la riqueza de matices que encierra el humor. El Falstaff de Verdi y Boito, enorme materia prima de buf¨®n, va desliz¨¢ndose, a medida que transcurre la ¨®pera, por todos los grados de la tragicomedia. Falstaff expresa la farsa, la picaresca, el cinismo, pero asimismo la piedad y la compasi¨®n, la mirada agridulce sobre el pasado, el desenga?ado coraje ante una vida que se desploma. Pero cuando John Falstaff cede al lamento -'soy viejo, soy viejo'-, ¨²nicamente lo hace para recobrar nuevas energ¨ªas para la burla.
Tal sobredosis de registros s¨®lo es posible por la impresionante capacidad para el contraste, matriz de toda iron¨ªa, que Verdi demuestra en su ¨²ltima ¨®pera y que conduce directamente a la gran trilog¨ªa dapontiana de Mozart: Cos¨¬ fan tutte, Las bodas de F¨ªgaro y Don Giovanni; en ¨¦sta el personaje de Leporello se encuentra, creo, junto al del Falstaff verdiano, en la cima ir¨®nica de la ¨®pera europea.
A lo largo de toda la ¨®pera, Verdi mantiene un poder inigualable para cambiar de atm¨®sferas sin transici¨®n, de modo que el paso de lo tr¨¢gico a lo c¨®mico se realiza con completa naturalidad, como si fuera la m¨¢s genuina l¨®gica de la condici¨®n humana. Hasta llegar al 'poderoso estallido de risa' de la ¨²ltima escena, cuando la gran fuga final, en la que est¨¢n densamente comprimidos todos los ingredientes de la obra, conduce a la euf¨®rica catarsis: 'Tutto nel mondo ¨¨ burla'.
Otros artistas, a su edad, escogieron la a?oranza, la melanc¨®lica furia o la b¨²squeda de la serenidad. Verdi escogi¨® la risa. Arrigo Boito se lo confirm¨®: 'Despu¨¦s de haber hecho sonar todos los gritos y todas las quejas de los corazones humanos, termina usted con una enorme erupci¨®n de alegr¨ªa'.
Rafael Argullol es escritor y fil¨®sofo.
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