El Tour es una fiesta vasca
Laiseka gana la gran etapa pirenaica entre decenas de miles de aficionados espa?oles
A 11 kil¨®metros de la llegada atac¨® Roberto Laiseka. Su f¨ªsico de campo de refugiado, hombre s¨®lo huesos, fibra en las piernas, espalda bamboleante, se abri¨® paso como un rayo entre Armstrong y Ullrich y los gregarios de ambos, ocupados en preparar el campo de batalla para su habitual duelo final. Laiseka sigui¨® veloz, inalcanzable, bajo un cartel que dec¨ªa que la rampa era del 10%. Un cartel invisible para el corredor de Gernika. Un cartel sepultado entre centenares de ikurri?as, entre miles de aficionados, decenas de camisetas naranjas. Lo invadieron todo. Taparon los ¨¢rboles, ocultaron los precipicios, dejaron la subida convertida en una estrecha cinta de asfalto, un pasillo agobiante por donde, como un rayo siempre, avanz¨® dando pedales Roberto Laiseka.
El Tour fue la gran fiesta vasca mientras Laiseka, el m¨¢s veterano del joven Euskadi, 32 a?os, ocho de profesional, socio fundador del equipo que se gan¨® a pulso su presencia en el Tour, alcanzaba, y dejaba inmediatamente, a Didier Rous, un maillot tricolor, una mancha entre la multitud, que se hab¨ªa escapado bastante antes, en el llano de Luz Saint Sauveur, justo antes de cruzar el impresionante puente de Napole¨®n. Todav¨ªa por delante de Laiseka, escalador puro, puro nervio, fluidez de pedalada, velocidad en la subida, estaba Wladimir Belli, italiano de clase, ciclista heroico que llevaba escapado desde el Aspin, que hab¨ªa subido fugado, junto a unos compa?eros, el Tourmalet, que so?aba con ser Chiappucci por un d¨ªa. Belli oy¨® desde lejos, entre el griter¨ªo, las bocinas, los a¨²pas, la respiraci¨®n de Laiseka. El resoplido le dijo al o¨ªdo que este vasco de naranja, la ¨²ltima ola de la marea que hab¨ªa invadido los Pirineos, ven¨ªa fuerte, ven¨ªa decidido, ven¨ªa imposible. Belli, veterano, zorro, esper¨®, guard¨® fuerzas. No se dejar¨ªa sorprender. Laiseka, veterano, zorro viejo, tambi¨¦n retard¨® la pedalada, retras¨® el momento de la caza. Alcanz¨® finalmente a Belli. Inmediatamente le demarr¨® por la derecha. No fue un aceler¨®n mortal. Gan¨® unos metros Laiseka y levant¨® un poco el pie. Dio esperanzas al italiano, que le vio cerca, abordable. Belli gast¨® sus ¨²ltimas fuerzas en el esfuerzo. Lleg¨® a la rueda de Laiseka justo en el momento en el que, ¨¢gil, alado, el chaval de Gernika que vive en Algorta dio la tremenda pedalada que le hizo evaporarse. Y de nuevo como un rayo avanz¨® entre la marea humana. Se hizo hueco hasta la meta, animado, jaleado, empujado por los gritos de una afici¨®n que se sent¨ªa so?ar: un corredor de los suyos, un ciclista de toda la vida, el s¨ªmbolo del Euskaltel, ganaba una etapa del Tour, en su primer Tour, y no una etapa cualquiera, no, la etapa del Tourmalet y del Aspin (s¨®lo falt¨® el Aubisque para completar la gran trilog¨ªa), la del final en Luz Ardiden, la ¨²ltima llegada en alto del Tour 2001, la cima m¨¢s espa?ola del Tour. Cima Perico, cima Indurain, cima Cubino. Desde ayer, tambi¨¦n cima Laiseka.
Entre la algarab¨ªa y las ikurri?as, un vasco no sonre¨ªa tanto. Joseba Beloki hab¨ªa pasado su peor etapa del Tour. Subi¨® y baj¨® el Aspin, el Tourmalet, y subi¨® a Luz Ardiden vomitando, con dolor de est¨®mago. Se agarr¨® a la bicicleta como pudo, se retorci¨® y resisti¨®. S¨®lo pudo sacarle 48s a Kivilev. El l¨ªder del ONCE-Eroski cuenta con la contrarreloj del viernes para alcanzar el podio, para recuperar el 1.20m en que le aventaja el kazajo
El triunfo de Laiseka dio un sentido especial a una etapa que caminaba por los trillados caminos de la ¨²ltima semana. Un sentido que trascendi¨® del triunfo. Quiz¨¢s contagiado por la alegr¨ªa que le rodeaba, y agradecido al Euskaltel por colocar a su Zubeldia y a su Castresana a trabajar en el Tourmalet junto a sus Hamilton e Hincapi¨¦, Armstrong no s¨®lo no pidi¨® a Rubiera y Heras, sus caballos espa?oles para galopar el ¨²ltimo puerto, que alcanzaran a Laiseka, sino que, despu¨¦s de que Ullrich forzara el habitual aclarado final, permiti¨® al alem¨¢n que entrara por delante de ¨¦l en la meta, regal¨¢ndole los 8s de bonificaci¨®n que tan bien le vienen a Ullrich para aumentar su colch¨®n sobre Beloki y, por fin, adelantar en la general al incre¨ªble Kivilev. El alem¨¢n, agradecido, le dio la mano en se?al de acatamiento: la lucha por el maillot amarillo ha terminado. La monta?a tambi¨¦n ha terminado.
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