Partidos de gobierno
La Conferencia Pol¨ªtica celebrada el pasado fin de semana por el PSOE cumpli¨® los tres objetivos que persegu¨ªan sus organizadores. En primer lugar, la consolidaci¨®n del liderazgo del secretario general y del resto de la Ejecutiva elegidos hace un a?o por el 35? Congreso, acontecimiento que implic¨® la renovaci¨®n generacional del grupo llegado al poder en Suresnes hace casi treinta a?os. Despu¨¦s, la aprobaci¨®n consensuada de unas resoluciones doctrinales gen¨¦ricas capaces de configurar un programa electoral con vocaci¨®n mayoritaria y de unas propuestas organizativas cuya ejecuci¨®n queda confiada al pr¨®ximo Congreso y al Comit¨¦ Federal. Finalmente, el colmatado (el tiempo dir¨¢ si duradero o temporal) de las divisiones internas provocadas durante los a?os noventa por los conflictos ideol¨®gicos o las ambiciones personales, as¨ª como la recuperaci¨®n del sentimiento militante de autoestima deteriorado por una constelaci¨®n de esc¨¢ndalos, condenas judiciales y derrotas electorales. La satisfacci¨®n de los socialistas a la salida del c¨®nclave estaba justificada: el logro de esas tres metas constituye la condici¨®n necesaria, aunque no suficiente, para disputar con ¨¦xito al PP -en 2003- las alcald¨ªas y las presidencias auton¨®micas y -en 2004- las elecciones generales y el Gobierno central.
Las semejanzas entre la din¨¢mica abierta por el 35? Congreso socialista y la estrategia puesta en marcha por el PSOE frente a UCD (de 1979 a 1982) y por el PP contra el PSOE (de 1989 a 1996) son evidentes. Los fracasados intentos de Borrell y de Almunia para ocupar el hueco dejado por Felipe Gonz¨¢lez, cubierto finalmente por Zapatero, tienen precedentes comparables en la historia del PP: su larga marcha hacia el Gobierno entre 1977 y 1996 dej¨® en la cuneta a Manuel Fraga, Miguel Herrero, Antonio Hern¨¢ndez Mancha, Marcelino Oreja e Isabel Tocino. Y la actual ocupaci¨®n del PSOE por una nueva generaci¨®n cuya movilidad vertical hab¨ªa quedado bloqueada por el continuismo de los equipos gobernantes desde el arrollador triunfo de Felipe Gonz¨¢lez en 1982 tambi¨¦n recuerda el remozamiento de los socialistas a partir de 1974, para sustituir a la direcci¨®n del exilio, y de los populares desde 1990, para jubilar a la vieja guardia de los siete magn¨ªficos.
Por lo dem¨¢s, tanto el PSOE heredero de Rodolfo Llopis como el PP continuador de Manuel Fraga cambiaron la ret¨®rica, la imagen, el programa y hasta la ideolog¨ªa del partido para ganar las elecciones; en una sociedad desarrollada, los segmentos identificados doctrinaria o emocionalmente con la derecha dura o con la izquierda pura son minoritarios. El PSOE y el PP no son c¨ªrculos acad¨¦micos dedicados a la discusi¨®n te¨®rica sino partidos orientados a la conquista del poder cuya principal -o tal vez ¨²nica- funci¨®n es gobernar: centenares de dirigentes y miles de cuadros aspiran a realizar su vocaci¨®n y profesi¨®n pol¨ªtica en ayuntamientos, comunidades aut¨®nomas y ministerios. El olvido de los pasados agravios entre las facciones socialistas (inclu¨ªdos los guerristas), la aceptaci¨®n por los veteranos de la hegemon¨ªa ejercida desde hace un a?o por los mas j¨®venes y el cierre de filas militante traslucen la renacida confianza en el futuro del PSOE y constituyen a la vez la condici¨®n necesaria para confirmar esas expectativas.
Pero la recuperaci¨®n de la moral de combate del PSOE no es una condici¨®n suficiente que garantice su inmediato regreso al poder. Aunque el Gobierno de Aznar est¨¦ atravesando por una mala racha, el PP mantiene un alto grado de respaldo en los sondeos al concluir el primer a?o de su segunda legislatura: como dir¨ªa un comentarista deportivo amigo de los t¨®picos, queda todav¨ªa mucha Liga por delante. Tambi¨¦n es cierto, sin embargo, que los populares muestran antes de tiempo los s¨ªntomas de anquilosamiento y de rigidez propios de una larga etapa de ejercicio del poder; sirvan como ejemplo las consignas -impartidas por los portavoces del Gobierno y recogidas por sus glosadores period¨ªsticos- para despreciar a los nuevos dirigentes socialistas y dispensarles la benevolente condescendencia que utilizan los sabios profesores con los chiquillos traviesos. El presidente del Gobierno y sus ministros empiezan, de esta manera, a cometer el mismo error en que cayeron Felipe Gonz¨¢lez y los dirigentes socialistas con el PP de Aznar: ningunear e infravalorar a sus adversarios.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.