'Que nunca est¨¦n solos cuando les duela el recuerdo'
La Comunidad, C¨¢ritas y unas religiosas aportan ayudas para los hu¨¦rfanos del matrimonio asesinado en el Pozo del Huevo
Carlos Montoya tiene 50 a?os, pero el traje de luto, el rostro curtido y la mirada triste le hacen parecer mayor. 'La piel de los gitanos est¨¢ vieja porque vivimos en la calle, llueva, haga fr¨ªo o calor', explica. El duelo de Carlos y la humedad en sus ojos tienen una sola raz¨®n: el asesinato a tiros de su hijo, Emilio Montoya, de 30 a?os, y su nuera, Roc¨ªo Iglesias, de 32, frente a tres de las hijas del matrimonio en el poblado chabolista del Pozo del Huevo. El matrimonio fue v¨ªctima de la venganza de un clan rival, que cumpli¨® la ley del ojo por ojo para saldar la cuenta de otro asesinato cometido en 1995.
A Carlos le 'llora el alma' al recordar la madrugada del 3 de julio, cuando se despidi¨® de Emilio, Roc¨ªo y las tres hijas de ambos, tras celebrar el cumplea?os de I., hijo mayor de la pareja. El chaval cumpl¨ªa 12 a?os y se qued¨® a dormir con los abuelos. Eso le evit¨® asistir al horror que presenciaron sus hermanas, que vieron caer a sus padres tras ser acribillados a tiros y acuchillados 'bestialmente', seg¨²n la polic¨ªa, en brazos y piernas.
Los ni?os intentan rehacer su vida entre juegos con los familiares que tienen en el poblado
Tres semanas despu¨¦s del asesinato, la peque?a E., de ocho meses y que iba en brazos de su madre la noche del crimen, duerme pl¨¢cidamente la siesta en casa de los abuelos. D. y G., de cuatro y ocho a?os, ambas con una gruesa trenza en el pelo y profundos ojos caf¨¦, juegan con primos y amigos en la calle.
'Que jueguen y se distraigan', dice Antonio, t¨ªo de las ni?as. ?ste tiene claro lo que quiere para las peque?as: 'Que nunca est¨¦n solas para que, cuando les duela el recuerdo, las ayudemos a pasar el mal rato r¨¢pido'. Cuando les duele el recuerdo, las cr¨ªas se quedan quietas, serias, y con la mirada perdida en el vac¨ªo, dice la familia.
I. empezar¨¢ el pr¨®ximo septiembre el primer curso de ESO. Su hermana D. se estrenar¨¢ en el colegio. Los dos mayores y la mediana ir¨¢n a una escuela cerca de casa de sus abuelos. La Comunidad ya les ha otorgado la beca para el material escolar y el comedor. Mientras, la familia no ha cerrado la puerta a otras ayudas a las ni?as, como el 'apoyo psicol¨®gico que empezar¨¢n esta semana', seg¨²n una de las religiosas que ayuda a los Montoya.
En una calurosa tarde de verano, Carlos barre la acera frente al portal de su casa. 'Mi mujer, Amparo, no ha podido seguir. Se le saltan las l¨¢grimas a cada momento y entonces se sube al piso para que no la vean las ni?as', explica. La chavalilla de cuatro a?os, la m¨¢s parecida a Roc¨ªo, seg¨²n la familia, exige al abuelo que la moje con la manguera. La cr¨ªa tiene car¨¢cter. 'Ahora nos mojamos', ordena, dando unas palmas y unos pasos de baile. En segundos, logra que la decena de ni?os formen una fila bajo el refrescante chorro de agua.
El mayor de los hijos de los Montoya participa en el juego, aunque su rostro no pierde un punto de seriedad de adulto. 'Ha sido siempre un hombret¨®n', explican sus parientes. 'Desde peque?o ha cuidado de sus hermanitas', a?aden. Los Montoya est¨¢n intentando que los cuatro ni?os reciban como herencia el piso que el Instituto de Realojamiento e Integraci¨®n Social (IRIS) iba a facilitar a Emilio y Roc¨ªo pr¨®ximamente, dentro del programa de desmantelamiento de los asentamientos chabolistas de la regi¨®n. 'Al menos, que les quede algo', explica Carlos. Emilio y Roc¨ªo cobraban el ingreso madrile?o de integraci¨®n (IMI). ?ste y lo que sacaban de vender chatarra ¨¦l y flores ella era lo que les permit¨ªa 'vivir con dignidad', a?ade el abuelo.
Ahora, Carlos y Amparo deben hacerse cargo de los cuatro peque?os con la exigua pensi¨®n de invalidez que recibe ella, y Carlos teme que los gastos de los cuatro ni?os les superen. Para evitarlo, las religiosas del Pozo del Huevo les ayudan en los tr¨¢mites.
Mientras, C¨¢ritas les dar¨¢ algo de dinero hasta que se tramite todo el papeleo en marcha. 'Es todo muy lento y, aunque la fam¨ªlia est¨¢ esperanzada, no est¨¢ nada claro que al final les concedan la ayuda o el piso', explica una religiosa que ayuda a la familia a gestionar las solicitudes.
Los cuatro hu¨¦rfanos, por culpa de la ley gitana, r¨ªen y gritan bajo el agua fresca. 'Dios pudiera borrar el pasado con agua', musita Antonio, t¨ªo de las peque?as.
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