Chatarra digital

Se recupera en Parque Jur¨¢sico III la f¨®rmula jur¨¢sica inaugural, cuya enga?osa inanidad sigue enchufada a la voraz cuenta corriente de Steven Spielberg, que luego se forz¨® -eso s¨ª, sin deslomarse- en buscar coartadas de autoexigencia en la segunda trola jur¨¢sica. Pero ahora, ante la evidencia de lo antediluviano del asunto, Spielberg deja la batuta a un tal Joe Johnston, que se sabe el abec¨¦ del truquer¨ªo digital, pero que no remonta el vuelo y hace una archiprevisible pirueta, m¨¢s a ras de suelo, si cabe, que sus predecesoras.

Para recuperar el aire ingenuo e inocente del principio de la serie, el astuto productor Spielberg, en busca de un gramo de credibilidad, rescata los rostros de Sam Neill y Laura Dern, que protagonizaron el arranque, pero por desgracia a ambos se les nota demasiado el tedio del retorno y, con los indicios de galopante incredulidad que dejan ver, echan abajo y ponen patas arriba la l¨®gica del invento.

Por otro lado, el filme propone un esquema argumental que aparentemente da la vuelta al modelo desencadenante, pero que en realidad es su calco invertido. La premeditada elementalidad del gui¨®n de aquel queda as¨ª puesta en evidencia por la zafia escritura de ¨¦ste. Y, como guinda acorde con el deterioro de la tarta, el nuevo sagaz relato resuelve el embrollo de los escandalosos animalitos resucitados con un grotesco desembarco de marines en funciones cineg¨¦ticas sobre la preciosa isla caribe?a, que no gana para sustos, con lo que los feroces tiranosaurios y los feos y list¨ªsimos raptores acaban convirti¨¦ndose en los buenos chicos de una pel¨ªcula sin chispa de humor, que huele a mal telefilme. Y esta secuela de una secuela de otra secuela pasa nada m¨¢s nacer a engrosar el vertedero de la chatarra digital hollywoodense.