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Entrevista:BALTASAR GARZ?N | JUEZ DE LA AUDIENCIA NACIONAL | ENTREVISTA

'Me gusta pensar que un juez 'estrella' da luz, ilumina'

Es una conversaci¨®n en calma aparente, la mejor simulaci¨®n de una memoria en paz. Pero no hay costra en las heridas ni b¨¢lsamo que pueda curarlas. S¨®lo el lugar que ocupa ahora de juez frente al terror le gratifica. Y eso, a sabiendas de lo que pesa la soledad.

Pregunta. La reforma de la justicia pactada por el PSOE y el PP supone, entre otros cambios, la desaparici¨®n de los jueces estrella, como usted, se?or Garz¨®n.

Respuesta. Yo nunca me he considerado un juez estrella, pero acepto esa denominaci¨®n porque me gusta darle a las cosas un enfoque positivo, y cuando se habla de estrella prefiero pensar en algo que da luz, que ilumina...

P. Pero, ?usted cree que esta reforma de la justicia se ha hecho pensando en usted?

'Confi¨¦ en Felipe Gonz¨¢lez y me defraud¨®, como yo tambi¨¦n pude defraudarle. Le dije: si t¨² lo puedes hacer, bien, pero yo no puedo seguir enga?ando a la gente que me ha votado'

R. Algunos promotores de esa reforma han explicitado que uno de los objetivos ser¨ªa ¨¦se. Pero yo no me siento amenazado, aunque haya algunos pol¨ªticos que puedan pretenderlo.

P. La cuesti¨®n es que usted ha sido, y es todav¨ªa, un juez 'due?o de vidas y haciendas'.

R. ?Niego la mayor! Que haya existido esa percepci¨®n sobre m¨ª no voy a negarlo, pero no es as¨ª... Nunca pens¨¦ que iba a estar donde estoy, pero s¨ª he distinguido siempre entre el poder personal y el que puede proporcionar el cargo que, en mi caso, reconozco que es muy grande, por la relevancia de los casos que entran en mi jurisdicci¨®n. Eso no lo puedo negar, pero de la exageraci¨®n se me ha construido una leyenda.

P. Usted era 'el poder' en la justicia de este pa¨ªs. Por eso nunca entend¨ª bien qu¨¦ se le hab¨ªa perdido a usted en la pol¨ªtica, junto a los socialistas.

R. Hubo un momento en el que consider¨¦ positivo y ¨²til el aporte que yo pod¨ªa hacer a una opci¨®n pol¨ªtica concreta, que era la m¨ªa. Pens¨¦ que pod¨ªa ayudar a combatir todo lo que estaba demandando la sociedad... Y decid¨ª iniciar un camino aun convencido de que pod¨ªa ser bastante complicado por la propia posici¨®n en la que entraba como independiente en el PSOE.... Hoy acepto que me equivoqu¨¦, que pequ¨¦ de soberbia creyendo que yo pod¨ªa hacer algo. La verdad es que era bastante dif¨ªcil que una persona sola consiguiera la soluci¨®n de problemas que estaban en pleno apogeo, como la corrupci¨®n... Hubo exceso de confianza por mi parte.

P. ?Confianza en usted, o en Felipe Gonz¨¢lez?

R. En los dos. Yo confi¨¦ en Felipe. Y a m¨ª me defraud¨®, como yo tambi¨¦n pude defraudarle a ¨¦l. En aquellos momentos, para m¨ª era la persona que pod¨ªa representar el ¨²ltimo esfuerzo, y yo tuve la mala suerte de que acudieran a m¨ª... Quiz¨¢ hubo exceso de individualismo por mi parte, sin duda por mi procedencia profesional y porque nunca form¨¦ parte de ninguna asociaci¨®n o grupo. Y, sin duda, hubo por mi parte exceso de confianza en las buenas intenciones del l¨ªder que en ese momento encabezaba aquella opci¨®n... Yo puse al servicio de aquella iniciativa de lucha contra la corrupci¨®n todo lo que hab¨ªa sido mi prestigio, acept¨¦ las cr¨ªticas, algunas profundamente injustas... Y, bueno, una vez que se produjo el desacuerdo, le dije a Felipe: 'Si t¨² lo puedes hacer, bien, pero yo no puedo seguir enga?ando a la gente que me ha votado. ?Que eso es normal en pol¨ªtica? Bueno... pues a lo mejor hay que cambiar eso, a lo mejor es que yo soy un ingenuo'.

P. Los socialistas, y en esto coinciden todos, mantienen otra raz¨®n de su abandono: que usted ansiaba el poder, que se imagin¨® sentado en el Consejo de Ministros.

R. ?Eso es una imbecilidad! Pero lo respeto. Lo mismo que tengo que o¨ªr que me llamen ambicioso, yo puedo decir que afirmar que yo aspiraba a sentarme en el Consejo de Ministros es de imb¨¦ciles... Vamos a ver: si yo entraba en pol¨ªtica con todo el poder que se me presum¨ªa, ?que se me presum¨ªa much¨ªsimo!, habr¨ªa que empezar por recordarles a aquellos que me acusan de ambici¨®n que la adulaci¨®n que me dedicaban era hasta bochornosa. Entonces se me reconoc¨ªa todo el poder, se dec¨ªa: 'Es el n¨²mero dos, es el delf¨ªn'... ?Yo era casi todo! Y digo yo: si era as¨ª, ?qu¨¦ me imped¨ªa a m¨ª exigir un puesto en el Consejo de Ministros? ?Qu¨¦ me imped¨ªa a m¨ª decir: 'Quiero un puesto?'. Si entrabas como la gran esperanza, a esa gran esperanza hab¨ªa que darle todo lo que pidiera, ?no? ?Pues a lo mejor la cuesti¨®n es que no lo ped¨ª! Lo ¨²nico que exig¨ª fue ser el n¨²mero dos por la lista de Madrid, porque yo entend¨ª que en esa lucha, que iba a ser ardua dentro de las estructuras de un grupo parlamentario, quiz¨¢ la ¨²nica fuerza que yo pod¨ªa tener era la fuerza pol¨ªtica de una ubicaci¨®n electoral detr¨¢s del presidente del Gobierno. En ning¨²n momento Felipe Gonz¨¢lez me ofreci¨® un puesto en el Consejo de Ministros. Tampoco se lo ped¨ª, sino que puse, precisamente, la condici¨®n contraria. Y le aseguro a usted que hubo oportunidades. Pero Gonz¨¢lez y yo siempre estuvimos de acuerdo en que no se trataba de eso. Incluso tuvimos una conversaci¨®n muy clarificadora al respecto.

P. Nunca ha explicado usted en qu¨¦ consisti¨® aquel acuerdo...

R. Yo le dej¨¦ claro a Felipe Gonz¨¢lez que la ambici¨®n pol¨ªtica para m¨ª era cambiar las cosas y conseguir que determinadas posiciones se hicieran regla general, y que todo un grupo, toda una estructura, fuera capaz de hacer ese cambio. Entend¨ª que estando en el Gobierno tendr¨ªa las manos atadas. Por eso acept¨¦ el cargo que m¨¢s encajaba con mi trayectoria de lucha contra el narcotr¨¢fico: la direcci¨®n del Plan Nacional sobre Drogas.

P. Existe un versi¨®n menos rom¨¢ntica y m¨¢s contundente de los hechos: que Felipe Gonz¨¢lez se olvid¨® de usted y le dej¨® a la deriva y en manos de otro juez que s¨ª hab¨ªa conseguido tocar el cielo: Juan Alberto Belloch.

R. ?Le aseguro que yo nunca he estado en manos de nadie m¨¢s all¨¢ de las de mi mujer!... Yo, con Felipe estuve tres veces antes de las elecciones, y despu¨¦s, bastantes m¨¢s. Y siempre hubo entre nosotros una claridad que me permiti¨® detectar su inactividad en la toma de decisiones que, en su opini¨®n, ten¨ªan que tomarse lentamente, pero que, desde mi ¨®ptica, se necesitaba una serie de medidas quir¨²rgicas y una contundencia para salir de aquel camino peligroso... Y yo respeto a Juan Alberto, pero en ning¨²n momento estuve en sus manos, ni ¨¦l en las m¨ªas. La verdad es que cuando a ¨¦l le nombraron biministro yo ya le hab¨ªa mandado mi carta de dimisi¨®n al presidente del Gobierno hac¨ªa 18 d¨ªas.

P. Pues Belloch se hart¨® de divulgar que usted le lleg¨® a decir incluso que se conformaba con ser subsecretario de Interior con tal de seguir en el equipo de Felipe Gonz¨¢lez...

R. ?Si yo me hubiese querido quedar en el equipo de Felipe, me hubiese quedado, y de la manera que yo hubiese querido! Pero la cuesti¨®n es que yo ya no pod¨ªa seguir trabajando con un equipo con el que ya no estaba en sinton¨ªa... ?Qu¨¦ co?o hac¨ªa yo ah¨ª? Soy de las personas que dan todo lo que tienen, y a partir de cuando se cierra un ciclo pongo las energ¨ªas en el siguiente.

P. El siguiente comienza cuando usted regresa a su juzgado y decide resucitar el caso GAL, que dorm¨ªa el sue?o de los justos en un caj¨®n...

R. ?Eso es falso? Yo acepto que lo piensen, que lo digan, que lo utilicen pol¨ªticamente como un arma en contra de aquel que ha tomado una decisi¨®n que no les gust¨®, que les perjudic¨® en su momento, que todav¨ªa hoy no aceptan. Pero en ning¨²n momento hubo una relaci¨®n de causa efecto, y el que conozca la actividad judicial lo sabe. Yo me remito a que, despu¨¦s de todas esas campa?as, hubo una sentencia en el Supremo en la que se reconoce que mi instrucci¨®n era correcta. Pero es que, adem¨¢s, el Tribunal Constitucional tambi¨¦n ha determinado que no son ciertas ninguna de las imputaciones que se me hicieron desde algunos sectores socialistas. Otros me dijeron en privado que no las compart¨ªan.

P. Pero aquel sumario de los GAL estaba dormido hasta que usted se acord¨® de ¨¦l, despu¨¦s de su decepcionante experiencia con los socialistas...

R. Eso no es verdad. El sumario de los GAL no estaba durmiendo el sue?o de los justos, estaba instruy¨¦ndose por el juez que me estaba sustituyendo a m¨ª. ?Se hab¨ªan se?alado y practicado diligencias, transcurrieron meses y meses hasta que se reabri¨®! Lo que yo no puedo es entrar en la mente y en las intenciones de las personas cuando deciden hablar ante un juez.

P. El caso es que alguna de esas personas, como Michel Dom¨ªnguez, ya hab¨ªa hablado con usted sobre los GAL antes de que usted fuera candidato. No se entiende que, si ya conoc¨ªa los hechos, decidiera ir en las listas del PSOE sin ning¨²n escr¨²pulo...

R. ?Eso no fue as¨ª? ?sa es otra de las afirmaciones que se han hecho porque ha interesado: al propio Dom¨ªnguez y a sectores y grupos pol¨ªticos contrarios al PSOE. Se me atac¨® brutalmente por ello, lo recordar¨¢ usted... Pero yo no tuve conocimiento alguno de implicaciones de personas concretas, m¨¢s all¨¢ de lo que yo pudiera saber en esos momentos, que era que hab¨ªa dos personas condenadas por uno de los asuntos de los GAL. Despu¨¦s... En la pol¨ªtica parece ser que todo est¨¢ permitido, pero yo pienso que no se puede manipular de una forma tan vergonzosa, faltando a la verdad. Y la verdad es que yo no sab¨ªa nada de los GAL que implicara a los socialistas y que jam¨¢s en mi vida habl¨¦ con Felipe Gonz¨¢lez de los GAL. Y el que diga lo contrario, miente. Y creo que una de las quiebras importantes de este asunto se produce cuando Felipe, en el juicio del Supremo, dijo algo diferente, que todav¨ªa...

P. ?Est¨¢ usted diciendo que minti¨® Felipe Gonz¨¢lez?

R. ?Yo no lo s¨¦! ?All¨¢ cada uno! Que se juzgue a s¨ª mismo. Pero ¨¦l no se ajust¨® a la verdad. Es que... las cosas son como son. Mire, yo he tenido que soportar situaciones muy duras en las que se ha atacado a mi honorabilidad, a la de mi familia, se ha violentado mi intimidad, se han violado mis comunicaciones... Pero yo no tengo nada que ocultar, y pienso que los dem¨¢s deber¨ªan hacer lo mismo. Porque, tarde o temprano, las cosas salen por mucho que se oculten.

P. ?Es que est¨¢ usted convencido, todav¨ªa, de que Felipe Gonz¨¢lez era, de una manera u otra, la X de los GAL?

R. Jam¨¢s me he pronunciado sobre ese particular, y no lo voy a hacer ahora. Porque le recuerdo que yo sigo tramitando asuntos que afectan a los GAL, y no voy a emitir opini¨®n sobre responsabilidades o no responsabilidades, ni de Felipe ni de nadie. Lo que s¨ª puedo decirle es que en ning¨²n momento, a lo largo de la investigaci¨®n sobre los GAL, esa X que usted dice tuvo m¨¢s significaci¨®n, en el organigrama que yo hice en 1988, que la del elemento desconocido. Por encima de las personas que en ese momento ten¨ªan reconocida cierta responsabilidad, que se valora en sentencia, hab¨ªa una serie de estratos superiores que yo desconoc¨ªa... no signific¨® m¨¢s que eso. Posteriormente, en julio de 1995, como en noviembre de 1999, elev¨¦ sendas exposiciones a la Sala II del Tribunal Supremo, que no imput¨® a Felipe en el primer caso, y que decidi¨® en el segundo que no hab¨ªa ning¨²n elemento que hiciera plausible la imputaci¨®n. Yo puedo estar o no de acuerdo con esa imputaci¨®n, pero mi decisi¨®n estuvo basada en los hechos de una investigaci¨®n.

P. Aquel empecinamiento suyo dio m¨¢s credibilidad a sus deseos de venganza contra quien le hab¨ªa llevado a la aventura pol¨ªtica...

R. ?No, no! ?Cu¨¢l ser¨ªa el motivo de mi venganza? ?Lo que yo supuestamente no consegu¨ª en la pol¨ªtica? Esa versi¨®n se ha construido en base a las afirmaciones y opiniones de todos aquellos que, primero, no aceptaron mi paso a la pol¨ªtica; segundo, lo cuestionaron, y tercero, les... jodi¨® cantidad que me marchara.

P. Tambi¨¦n tiene usted enemigos inc¨®modos entre sus propios compa?eros, que le se?alan como un juez instructor poco reflexivo, que dirige sumarios que luego se estrellan ante el tribunal por falta de pruebas...

R. Mire, a m¨ª no me preocupan las cr¨ªticas; yo siempre he dicho y demostrado que tengo las espaldas muy anchas... Hago lo que puedo, hago lo que s¨¦, creo que me gano el sueldo y procuro que mis investigaciones vayan a buen puerto. Y si nos remiti¨¦ramos a la estad¨ªstica, le aseguro que esas acusaciones de instrucciones mal hechas caer¨ªan por su peso.

P. Le acusan tambi¨¦n de exceso de protagonismo en determinadas operaciones en las que su presencia no es necesaria.

R. A m¨ª me parece una acusaci¨®n tan grave y peligrosa como carente de fundamento. Y si se hace en medios pol¨ªticos, pues... en manos de qui¨¦n estamos. Parece que se ignora que hay una cosa que se llama inmediaci¨®n, que significa que el juez instructor debe de procurar estar encima de la investigaci¨®n. Eso es lo que debe hacer todo juez de instrucci¨®n que se precie. Lo que pasa es que a veces no se hace lo que se debe por comodidad, porque a lo mejor otros no se quieren complicar la vida.

P. Lo que no puede negar es que usted, con sus actuaciones judiciales, es el gran perseguidor de ETA, el que ha ido desentra?ando la madeja...

R. Es que yo siempre me he preguntado: '?Qui¨¦n ha definido lo que es ETA sino la propia ETA?'. Ella ha decidido que es un grupo que comete atentados y que tiene una infraestructura. Pero tambi¨¦n ha decidido que todo lo dem¨¢s no se relacione con ella. Y nosotros, ?por qu¨¦ aceptamos eso, cuando, a lo mejor, es contrario a la evidencia y al an¨¢lisis de la documentaci¨®n y de los datos? Y son a?os, porque la investigaci¨®n la vengo haciendo desde 1990, en sus distintas fases, desde que ha ido cayendo la documentaci¨®n en mis manos. La investigaci¨®n frente a ETA tiene que ser global, uniforme, diversificada, pero siempre en una misma direcci¨®n. Si no se lucha as¨ª frente al terrorismo, estamos perdidos.

P. Lo malo es que muchas de sus actuaciones contra las filiales de ETA se las tumban luego los jueces en la Audiciencia Nacional. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando, se?or Garz¨®n? ?Es que usted no tiene pruebas, o es que esos jueces tienen miedo?

R. Ni lo uno ni lo otro. Son ¨¢mbitos diferentes, perspectivas distintas... Los indicios y los datos son los que avalan la actuaci¨®n del juez de instrucci¨®n, y eso debe ser respetado, aunque, sin duda, no se puede adelantar el juicio oral. Pero no se pueden pedir pruebas cuando est¨¢ abierta una investigaci¨®n. Es cierto que hay voces discrepantes a mi favor en esas resoluciones a las que usted alude. Mi primeras decisiones sobre la kale borroka, diciendo que eso era terrorismo y que estaba en la documentaci¨®n de ETA, en Bidart, fueron en junio de 1994. ?Y ahora parece que todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que esto es as¨ª! Y yo, no es que sepa m¨¢s que otros, pero veo claramente c¨®mo se mueve la organizaci¨®n, c¨®mo se estructura. Veo que no tiene sentido investigar la estructura de ETA sin su entorno. Lo que trato es de desmontar ese engranaje.

P. Sin duda, el tiempo y las evidencias le van dando la raz¨®n, pero no las decisiones de sus compa?eros magistrados...

R. No quiero entrar en eso. Est¨¢ claro que yo no me puedo convertir en juez sentenciador porque no es mi funci¨®n. Lo que vengo diciendo desde hace mucho tiempo es que es imposible la subsistencia de una organizaci¨®n terrorista, de crimen organizado, sin ese entramado complejo, sin el apoyo social que necesitan y que les define. Hay que analizarla como una organizaci¨®n mafiosa, como una empresa criminal.

P. Quiz¨¢ la frustraci¨®n que pueda sentir por los obst¨¢culos que encuentre en su camino sea incluso m¨¢s insoportable que el miedo de saberse en todas las dianas de la organizaci¨®n terrorista, ?no?

R. Mire: yo estoy donde estoy voluntariamente. Nadie, y menos una organizaci¨®n terrorista, va a mediatizar mi agenda y mi trabajo. Por tanto, si tengo alg¨²n miedo, lo dejo en el armario... No tengo miedo a ETA, ni es algo que me preocupe estar en su punto de mira, lo cual no quiere decir que sea un temerario. El d¨ªa que no pueda asumir esta responsabilidad, lo dejar¨¦. Y no tengo ning¨²n sentimiento de frustraci¨®n porque algunas veces no me den la raz¨®n.

P. Me gustar¨ªa saber si su relaci¨®n con la Ertzaintza es tan satisfactoria como ser¨ªa de desear, se?or Garz¨®n.

R. Yo le puedo asegurar que, en las investigaciones que ha correspondido a la Ertzaintza, lo que se le ha pedido lo ha hecho, y sobre las que la propia polic¨ªa aut¨®noma ha llevado a cabo no puedo decir otra cosa que las han realizado con los elementos que han tenido.

P. Pero ?usted conf¨ªa en la Ertzaintza, cree que es digna de confianza?

R. Yo creo que s¨ª es digna de confianza. Al menos, en las investigaciones que yo he llevado, s¨ª. Como lo son la Polic¨ªa y la Guardia Civil. Ya es tiempo de que se cambie la percepci¨®n sobre esos cuerpos.

P. No le he preguntado 'todav¨ªa' si el desenga?o pol¨ªtico ha actuado en usted como un veneno lento...

R. Yo no me siento desenga?ado. He aprendido. Eso es todo.Es una conversaci¨®n en calma aparente, la mejor simulaci¨®n de una memoria en paz. Pero no hay costra en las heridas ni b¨¢lsamo que pueda curarlas. S¨®lo el lugar que ocupa ahora de juez frente al terror le gratifica. Y eso, a sabiendas de lo que pesa la soledad.

Pregunta. La reforma de la justicia pactada por el PSOE y el PP supone, entre otros cambios, la desaparici¨®n de los jueces estrella, como usted, se?or Garz¨®n.

Respuesta. Yo nunca me he considerado un juez estrella, pero acepto esa denominaci¨®n porque me gusta darle a las cosas un enfoque positivo, y cuando se habla de estrella prefiero pensar en algo que da luz, que ilumina...

P. Pero, ?usted cree que esta reforma de la justicia se ha hecho pensando en usted?

R. Algunos promotores de esa reforma han explicitado que uno de los objetivos ser¨ªa ¨¦se. Pero yo no me siento amenazado, aunque haya algunos pol¨ªticos que puedan pretenderlo.

P. La cuesti¨®n es que usted ha sido, y es todav¨ªa, un juez 'due?o de vidas y haciendas'.

R. ?Niego la mayor! Que haya existido esa percepci¨®n sobre m¨ª no voy a negarlo, pero no es as¨ª... Nunca pens¨¦ que iba a estar donde estoy, pero s¨ª he distinguido siempre entre el poder personal y el que puede proporcionar el cargo que, en mi caso, reconozco que es muy grande, por la relevancia de los casos que entran en mi jurisdicci¨®n. Eso no lo puedo negar, pero de la exageraci¨®n se me ha construido una leyenda.

P. Usted era 'el poder' en la justicia de este pa¨ªs. Por eso nunca entend¨ª bien qu¨¦ se le hab¨ªa perdido a usted en la pol¨ªtica, junto a los socialistas.

R. Hubo un momento en el que consider¨¦ positivo y ¨²til el aporte que yo pod¨ªa hacer a una opci¨®n pol¨ªtica concreta, que era la m¨ªa. Pens¨¦ que pod¨ªa ayudar a combatir todo lo que estaba demandando la sociedad... Y decid¨ª iniciar un camino aun convencido de que pod¨ªa ser bastante complicado por la propia posici¨®n en la que entraba como independiente en el PSOE.... Hoy acepto que me equivoqu¨¦, que pequ¨¦ de soberbia creyendo que yo pod¨ªa hacer algo. La verdad es que era bastante dif¨ªcil que una persona sola consiguiera la soluci¨®n de problemas que estaban en pleno apogeo, como la corrupci¨®n... Hubo exceso de confianza por mi parte.

P. ?Confianza en usted, o en Felipe Gonz¨¢lez?

R. En los dos. Yo confi¨¦ en Felipe. Y a m¨ª me defraud¨®, como yo tambi¨¦n pude defraudarle a ¨¦l. En aquellos momentos, para m¨ª era la persona que pod¨ªa representar el ¨²ltimo esfuerzo, y yo tuve la mala suerte de que acudieran a m¨ª... Quiz¨¢ hubo exceso de individualismo por mi parte, sin duda por mi procedencia profesional y porque nunca form¨¦ parte de ninguna asociaci¨®n o grupo. Y, sin duda, hubo por mi parte exceso de confianza en las buenas intenciones del l¨ªder que en ese momento encabezaba aquella opci¨®n... Yo puse al servicio de aquella iniciativa de lucha contra la corrupci¨®n todo lo que hab¨ªa sido mi prestigio, acept¨¦ las cr¨ªticas, algunas profundamente injustas... Y, bueno, una vez que se produjo el desacuerdo, le dije a Felipe: 'Si t¨² lo puedes hacer, bien, pero yo no puedo seguir enga?ando a la gente que me ha votado. ?Que eso es normal en pol¨ªtica? Bueno... pues a lo mejor hay que cambiar eso, a lo mejor es que yo soy un ingenuo'.

P. Los socialistas, y en esto coinciden todos, mantienen otra raz¨®n de su abandono: que usted ansiaba el poder, que se imagin¨® sentado en el Consejo de Ministros.

R. ?Eso es una imbecilidad! Pero lo respeto. Lo mismo que tengo que o¨ªr que me llamen ambicioso, yo puedo decir que afirmar que yo aspiraba a sentarme en el Consejo de Ministros es de imb¨¦ciles... Vamos a ver: si yo entraba en pol¨ªtica con todo el poder que se me presum¨ªa, ?que se me presum¨ªa much¨ªsimo!, habr¨ªa que empezar por recordarles a aquellos que me acusan de ambici¨®n que la adulaci¨®n que me dedicaban era hasta bochornosa. Entonces se me reconoc¨ªa todo el poder, se dec¨ªa: 'Es el n¨²mero dos, es el delf¨ªn'... ?Yo era casi todo! Y digo yo: si era as¨ª, ?qu¨¦ me imped¨ªa a m¨ª exigir un puesto en el Consejo de Ministros? ?Qu¨¦ me imped¨ªa a m¨ª decir: 'Quiero un puesto?'. Si entrabas como la gran esperanza, a esa gran esperanza hab¨ªa que darle todo lo que pidiera, ?no? ?Pues a lo mejor la cuesti¨®n es que no lo ped¨ª! Lo ¨²nico que exig¨ª fue ser el n¨²mero dos por la lista de Madrid, porque yo entend¨ª que en esa lucha, que iba a ser ardua dentro de las estructuras de un grupo parlamentario, quiz¨¢ la ¨²nica fuerza que yo pod¨ªa tener era la fuerza pol¨ªtica de una ubicaci¨®n electoral detr¨¢s del presidente del Gobierno. En ning¨²n momento Felipe Gonz¨¢lez me ofreci¨® un puesto en el Consejo de Ministros. Tampoco se lo ped¨ª, sino que puse, precisamente, la condici¨®n contraria. Y le aseguro a usted que hubo oportunidades. Pero Gonz¨¢lez y yo siempre estuvimos de acuerdo en que no se trataba de eso. Incluso tuvimos una conversaci¨®n muy clarificadora al respecto.

P. Nunca ha explicado usted en qu¨¦ consisti¨® aquel acuerdo...

R. Yo le dej¨¦ claro a Felipe Gonz¨¢lez que la ambici¨®n pol¨ªtica para m¨ª era cambiar las cosas y conseguir que determinadas posiciones se hicieran regla general, y que todo un grupo, toda una estructura, fuera capaz de hacer ese cambio. Entend¨ª que estando en el Gobierno tendr¨ªa las manos atadas. Por eso acept¨¦ el cargo que m¨¢s encajaba con mi trayectoria de lucha contra el narcotr¨¢fico: la direcci¨®n del Plan Nacional sobre Drogas.

P. Existe un versi¨®n menos rom¨¢ntica y m¨¢s contundente de los hechos: que Felipe Gonz¨¢lez se olvid¨® de usted y le dej¨® a la deriva y en manos de otro juez que s¨ª hab¨ªa conseguido tocar el cielo: Juan Alberto Belloch.

R. ?Le aseguro que yo nunca he estado en manos de nadie m¨¢s all¨¢ de las de mi mujer!... Yo, con Felipe estuve tres veces antes de las elecciones, y despu¨¦s, bastantes m¨¢s. Y siempre hubo entre nosotros una claridad que me permiti¨® detectar su inactividad en la toma de decisiones que, en su opini¨®n, ten¨ªan que tomarse lentamente, pero que, desde mi ¨®ptica, se necesitaba una serie de medidas quir¨²rgicas y una contundencia para salir de aquel camino peligroso... Y yo respeto a Juan Alberto, pero en ning¨²n momento estuve en sus manos, ni ¨¦l en las m¨ªas. La verdad es que cuando a ¨¦l le nombraron biministro yo ya le hab¨ªa mandado mi carta de dimisi¨®n al presidente del Gobierno hac¨ªa 18 d¨ªas.

P. Pues Belloch se hart¨® de divulgar que usted le lleg¨® a decir incluso que se conformaba con ser subsecretario de Interior con tal de seguir en el equipo de Felipe Gonz¨¢lez...

R. ?Si yo me hubiese querido quedar en el equipo de Felipe, me hubiese quedado, y de la manera que yo hubiese querido! Pero la cuesti¨®n es que yo ya no pod¨ªa seguir trabajando con un equipo con el que ya no estaba en sinton¨ªa... ?Qu¨¦ co?o hac¨ªa yo ah¨ª? Soy de las personas que dan todo lo que tienen, y a partir de cuando se cierra un ciclo pongo las energ¨ªas en el siguiente.

P. El siguiente comienza cuando usted regresa a su juzgado y decide resucitar el caso GAL, que dorm¨ªa el sue?o de los justos en un caj¨®n...

R. ?Eso es falso? Yo acepto que lo piensen, que lo digan, que lo utilicen pol¨ªticamente como un arma en contra de aquel que ha tomado una decisi¨®n que no les gust¨®, que les perjudic¨® en su momento, que todav¨ªa hoy no aceptan. Pero en ning¨²n momento hubo una relaci¨®n de causa efecto, y el que conozca la actividad judicial lo sabe. Yo me remito a que, despu¨¦s de todas esas campa?as, hubo una sentencia en el Supremo en la que se reconoce que mi instrucci¨®n era correcta. Pero es que, adem¨¢s, el Tribunal Constitucional tambi¨¦n ha determinado que no son ciertas ninguna de las imputaciones que se me hicieron desde algunos sectores socialistas. Otros me dijeron en privado que no las compart¨ªan.

P. Pero aquel sumario de los GAL estaba dormido hasta que usted se acord¨® de ¨¦l, despu¨¦s de su decepcionante experiencia con los socialistas...

R. Eso no es verdad. El sumario de los GAL no estaba durmiendo el sue?o de los justos, estaba instruy¨¦ndose por el juez que me estaba sustituyendo a m¨ª. ?Se hab¨ªan se?alado y practicado diligencias, transcurrieron meses y meses hasta que se reabri¨®! Lo que yo no puedo es entrar en la mente y en las intenciones de las personas cuando deciden hablar ante un juez.

P. El caso es que alguna de esas personas, como Michel Dom¨ªnguez, ya hab¨ªa hablado con usted sobre los GAL antes de que usted fuera candidato. No se entiende que, si ya conoc¨ªa los hechos, decidiera ir en las listas del PSOE sin ning¨²n escr¨²pulo...

R. ?Eso no fue as¨ª? ?sa es otra de las afirmaciones que se han hecho porque ha interesado: al propio Dom¨ªnguez y a sectores y grupos pol¨ªticos contrarios al PSOE. Se me atac¨® brutalmente por ello, lo recordar¨¢ usted... Pero yo no tuve conocimiento alguno de implicaciones de personas concretas, m¨¢s all¨¢ de lo que yo pudiera saber en esos momentos, que era que hab¨ªa dos personas condenadas por uno de los asuntos de los GAL. Despu¨¦s... En la pol¨ªtica parece ser que todo est¨¢ permitido, pero yo pienso que no se puede manipular de una forma tan vergonzosa, faltando a la verdad. Y la verdad es que yo no sab¨ªa nada de los GAL que implicara a los socialistas y que jam¨¢s en mi vida habl¨¦ con Felipe Gonz¨¢lez de los GAL. Y el que diga lo contrario, miente. Y creo que una de las quiebras importantes de este asunto se produce cuando Felipe, en el juicio del Supremo, dijo algo diferente, que todav¨ªa...

P. ?Est¨¢ usted diciendo que minti¨® Felipe Gonz¨¢lez?

R. ?Yo no lo s¨¦! ?All¨¢ cada uno! Que se juzgue a s¨ª mismo. Pero ¨¦l no se ajust¨® a la verdad. Es que... las cosas son como son. Mire, yo he tenido que soportar situaciones muy duras en las que se ha atacado a mi honorabilidad, a la de mi familia, se ha violentado mi intimidad, se han violado mis comunicaciones... Pero yo no tengo nada que ocultar, y pienso que los dem¨¢s deber¨ªan hacer lo mismo. Porque, tarde o temprano, las cosas salen por mucho que se oculten.

P. ?Es que est¨¢ usted convencido, todav¨ªa, de que Felipe Gonz¨¢lez era, de una manera u otra, la X de los GAL?

R. Jam¨¢s me he pronunciado sobre ese particular, y no lo voy a hacer ahora. Porque le recuerdo que yo sigo tramitando asuntos que afectan a los GAL, y no voy a emitir opini¨®n sobre responsabilidades o no responsabilidades, ni de Felipe ni de nadie. Lo que s¨ª puedo decirle es que en ning¨²n momento, a lo largo de la investigaci¨®n sobre los GAL, esa X que usted dice tuvo m¨¢s significaci¨®n, en el organigrama que yo hice en 1988, que la del elemento desconocido. Por encima de las personas que en ese momento ten¨ªan reconocida cierta responsabilidad, que se valora en sentencia, hab¨ªa una serie de estratos superiores que yo desconoc¨ªa... no signific¨® m¨¢s que eso. Posteriormente, en julio de 1995, como en noviembre de 1999, elev¨¦ sendas exposiciones a la Sala II del Tribunal Supremo, que no imput¨® a Felipe en el primer caso, y que decidi¨® en el segundo que no hab¨ªa ning¨²n elemento que hiciera plausible la imputaci¨®n. Yo puedo estar o no de acuerdo con esa imputaci¨®n, pero mi decisi¨®n estuvo basada en los hechos de una investigaci¨®n.

P. Aquel empecinamiento suyo dio m¨¢s credibilidad a sus deseos de venganza contra quien le hab¨ªa llevado a la aventura pol¨ªtica...

R. ?No, no! ?Cu¨¢l ser¨ªa el motivo de mi venganza? ?Lo que yo supuestamente no consegu¨ª en la pol¨ªtica? Esa versi¨®n se ha construido en base a las afirmaciones y opiniones de todos aquellos que, primero, no aceptaron mi paso a la pol¨ªtica; segundo, lo cuestionaron, y tercero, les... jodi¨® cantidad que me marchara.

P. Tambi¨¦n tiene usted enemigos inc¨®modos entre sus propios compa?eros, que le se?alan como un juez instructor poco reflexivo, que dirige sumarios que luego se estrellan ante el tribunal por falta de pruebas...

R. Mire, a m¨ª no me preocupan las cr¨ªticas; yo siempre he dicho y demostrado que tengo las espaldas muy anchas... Hago lo que puedo, hago lo que s¨¦, creo que me gano el sueldo y procuro que mis investigaciones vayan a buen puerto. Y si nos remiti¨¦ramos a la estad¨ªstica, le aseguro que esas acusaciones de instrucciones mal hechas caer¨ªan por su peso.

P. Le acusan tambi¨¦n de exceso de protagonismo en determinadas operaciones en las que su presencia no es necesaria.

R. A m¨ª me parece una acusaci¨®n tan grave y peligrosa como carente de fundamento. Y si se hace en medios pol¨ªticos, pues... en manos de qui¨¦n estamos. Parece que se ignora que hay una cosa que se llama inmediaci¨®n, que significa que el juez instructor debe de procurar estar encima de la investigaci¨®n. Eso es lo que debe hacer todo juez de instrucci¨®n que se precie. Lo que pasa es que a veces no se hace lo que se debe por comodidad, porque a lo mejor otros no se quieren complicar la vida.

P. Lo que no puede negar es que usted, con sus actuaciones judiciales, es el gran perseguidor de ETA, el que ha ido desentra?ando la madeja...

R. Es que yo siempre me he preguntado: '?Qui¨¦n ha definido lo que es ETA sino la propia ETA?'. Ella ha decidido que es un grupo que comete atentados y que tiene una infraestructura. Pero tambi¨¦n ha decidido que todo lo dem¨¢s no se relacione con ella. Y nosotros, ?por qu¨¦ aceptamos eso, cuando, a lo mejor, es contrario a la evidencia y al an¨¢lisis de la documentaci¨®n y de los datos? Y son a?os, porque la investigaci¨®n la vengo haciendo desde 1990, en sus distintas fases, desde que ha ido cayendo la documentaci¨®n en mis manos. La investigaci¨®n frente a ETA tiene que ser global, uniforme, diversificada, pero siempre en una misma direcci¨®n. Si no se lucha as¨ª frente al terrorismo, estamos perdidos.

P. Lo malo es que muchas de sus actuaciones contra las filiales de ETA se las tumban luego los jueces en la Audiciencia Nacional. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando, se?or Garz¨®n? ?Es que usted no tiene pruebas, o es que esos jueces tienen miedo?

R. Ni lo uno ni lo otro. Son ¨¢mbitos diferentes, perspectivas distintas... Los indicios y los datos son los que avalan la actuaci¨®n del juez de instrucci¨®n, y eso debe ser respetado, aunque, sin duda, no se puede adelantar el juicio oral. Pero no se pueden pedir pruebas cuando est¨¢ abierta una investigaci¨®n. Es cierto que hay voces discrepantes a mi favor en esas resoluciones a las que usted alude. Mi primeras decisiones sobre la kale borroka, diciendo que eso era terrorismo y que estaba en la documentaci¨®n de ETA, en Bidart, fueron en junio de 1994. ?Y ahora parece que todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que esto es as¨ª! Y yo, no es que sepa m¨¢s que otros, pero veo claramente c¨®mo se mueve la organizaci¨®n, c¨®mo se estructura. Veo que no tiene sentido investigar la estructura de ETA sin su entorno. Lo que trato es de desmontar ese engranaje.

P. Sin duda, el tiempo y las evidencias le van dando la raz¨®n, pero no las decisiones de sus compa?eros magistrados...

R. No quiero entrar en eso. Est¨¢ claro que yo no me puedo convertir en juez sentenciador porque no es mi funci¨®n. Lo que vengo diciendo desde hace mucho tiempo es que es imposible la subsistencia de una organizaci¨®n terrorista, de crimen organizado, sin ese entramado complejo, sin el apoyo social que necesitan y que les define. Hay que analizarla como una organizaci¨®n mafiosa, como una empresa criminal.

P. Quiz¨¢ la frustraci¨®n que pueda sentir por los obst¨¢culos que encuentre en su camino sea incluso m¨¢s insoportable que el miedo de saberse en todas las dianas de la organizaci¨®n terrorista, ?no?

R. Mire: yo estoy donde estoy voluntariamente. Nadie, y menos una organizaci¨®n terrorista, va a mediatizar mi agenda y mi trabajo. Por tanto, si tengo alg¨²n miedo, lo dejo en el armario... No tengo miedo a ETA, ni es algo que me preocupe estar en su punto de mira, lo cual no quiere decir que sea un temerario. El d¨ªa que no pueda asumir esta responsabilidad, lo dejar¨¦. Y no tengo ning¨²n sentimiento de frustraci¨®n porque algunas veces no me den la raz¨®n.

P. Me gustar¨ªa saber si su relaci¨®n con la Ertzaintza es tan satisfactoria como ser¨ªa de desear, se?or Garz¨®n.

R. Yo le puedo asegurar que, en las investigaciones que ha correspondido a la Ertzaintza, lo que se le ha pedido lo ha hecho, y sobre las que la propia polic¨ªa aut¨®noma ha llevado a cabo no puedo decir otra cosa que las han realizado con los elementos que han tenido.

P. Pero ?usted conf¨ªa en la Ertzaintza, cree que es digna de confianza?

R. Yo creo que s¨ª es digna de confianza. Al menos, en las investigaciones que yo he llevado, s¨ª. Como lo son la Polic¨ªa y la Guardia Civil. Ya es tiempo de que se cambie la percepci¨®n sobre esos cuerpos.

P. No le he preguntado 'todav¨ªa' si el desenga?o pol¨ªtico ha actuado en usted como un veneno lento...

R. Yo no me siento desenga?ado. He aprendido. Eso es todo.

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