Muere el general Oreja tras un mes de agon¨ªa
El arzobispo castrense pide que no se aproveche la sangre para justificar tratos
Aquella ma?ana del 28 de junio, el general se levant¨® temprano. Al salir de su casa, torci¨® a la derecha por la calle L¨®pez de Hoyos para dirigirse a un garaje cercano donde le esperaba, como cada d¨ªa, un ch¨®fer del Ministerio de Defensa. Justo Oreja, natural de Tormes (Salamanca), prestaba sus servicios en el Cuerpo Militar de Intervenci¨®n, y pensaba pasar a la reserva antes de que terminara el a?o. Los terroristas de ETA, sabedores de que el general guardaba medidas de autoprotecci¨®n y contaba con coche oficial, lo atacaron por donde m¨¢s vulnerable era, sin importarles lo concurrido de la zona, cu¨¢nta gente pod¨ªa llegar a compartir su muerte. Dejaron junto a su portal una bicicleta de monta?a de la que colgaba una mochila con cuatro kilos de dinamita. Al paso del general, un terrorista activ¨® un aparato de control remoto desde 100 ¨® 200 metros de distancia.
El militar qued¨® tendido en el suelo. Ten¨ªa quemaduras en el 50% de su cuerpo, traumatismos cr¨¢neo encef¨¢lico y ocular, una fractura en la mu?eca y contusi¨®n pulmonar. Otras 19 personas fueron alcanzadas por la explosi¨®n. Desde entonces hasta ayer, y mientras el general agonizaba, ETA sigui¨® matando: al agente de polic¨ªa Luis Ortiz, al concejal de Uni¨®n del Pueblo Navarro (UPN) Jos¨¦ Javier M¨²gica y al subcomisario de la Ertzaintza Mikel Uribe.
Intentos frustrados Cuatro asesinatos en un mes. Un tr¨¢gico balance al que hay que a?adir las ocasiones en las que ETA intent¨® asesinar y no lo consigui¨®, bien con la bomba que le estall¨® entre las manos a la terrorista Olaia Castresana, bien con el coche cargado de explosivos que la polic¨ªa logr¨® desactivar en el aeropuerto de M¨¢laga. Ayer, en el patio central del Ministerio de Defensa, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar abraz¨® a los familiares del general como lo hizo en diciembre de 1999, reci¨¦n rota la tregua, con el hijo del teniente coronel Pedro Antonio Blanco, un ni?o de 11 a?os a quien el presidente del Gobierno entreg¨® la gorra de plato de su padre y la bandera que cubri¨® su f¨¦retro.
Desde entonces hasta ahora, 35 v¨ªctimas de ETA: concejales, militares, polic¨ªas; un periodista, un cocinero, un ch¨®fer de autob¨²s... De sus profesiones, de los pol¨ªticos que asistieron a sus funerales -Aznar s¨®lo fue a algunos- y hasta de los sacerdotes que los oficiaron -desde capellanes castrenses a curas nacionalistas- se obtiene la prueba de que la organizaci¨®n terrorista sigue a tiro limpio su estrategia de 'socializar el sufrimiento'.
'Hab¨¦is estado treinta d¨ªas al pie de la cruz en la que sufr¨ªa un hombre bueno, hab¨¦is estado treinta d¨ªas ante una cruz como la de Jes¨²s', dijo ayer el capell¨¢n castrense, Jos¨¦ Mar¨ªa Estepa, ante Mar¨ªa Antonia, la esposa del general, y sus cuatro hijos, tres hombres y una mujer que permanecieron durante todo el funeral cogidos de la mano, apoy¨¢ndose en el sufrimiento. Junto a ellos, el presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, su ministro de Defensa, Federico Trillo, la presidenta del Senado, Esperanza Aguirre, el secretario general del PSOE, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, y una muy extensa representaci¨®n del Ej¨¦rcito.
'Estamos cansados', a?adi¨® en su homil¨ªa el arzobispo castrense, 'ante tanto crimen injusto y tanta mentira hist¨®rica y cultural con la que se busca intoxicar a los vascos y al resto de los espa?oles'. Bajo la atenta mirada del presidente Aznar, el arzobispo continu¨® as¨ª: 'Me entristece contemplar a una parte de la ciudadan¨ªa vasca y espa?ola que est¨¢ verdaderamente enferma y que quiere glorificar a los j¨®venes que mueren v¨ªctimas de su propia muerte', en referencia a la muerte en Torrevieja (Alicante) de la terrorista Olaia Castresana y a los actos organizados en su honor, y agreg¨®: 'Nunca nuestra pena puede llegar a incluir a los terroristas entre los misericordiosos'.
'La Iglesia', advirti¨® el arzobispo, 'no podr¨ªa propugnar soluciones que no se fundamentaran en los derechos sagrados de los ciudadanos'. Y concluy¨®: 'Nuestra oraci¨®n es hoy por Espa?a, por el Rey y por nuestros gobernantes, a los que pido que superen los obst¨¢culos y puedan encontrar medios para acabar con la violencia'.
El momento m¨¢s emotivo se vivi¨® al final de la ceremonia. La viuda del general recibi¨® la bandera, la Gran Cruz al M¨¦rito Militar concedida a su marido a t¨ªtulo p¨®stumo y su gorra blanca de plato. Al paso del ata¨²d, le tir¨® besos y llor¨®. Y cuando la comitiva sali¨® del Ministerio de Defensa por el Paseo de la Castellana buscando el cementerio, unos cuantos trabajadores de Sintel, acampados all¨ª desde hace meses, agacharon respetuosamente la cabeza.
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