Clinton se instala en Harlem
El ex presidente de EE UU hace 'campa?a' en la inauguraci¨®n de su oficina
Fue como el retorno del hijo pr¨®digo. Hubo m¨²sica, manjares, alegr¨ªa, risas, reencuentros, fiesta. En la vuelta al anonimato m¨¢s p¨²blica de la historia, el ex presidente norteamericano Bill Clinton inaugur¨® ayer su oficina en Harlem. Cientos de personas se congregaron en la calle 125, una de las principales arterias del barrio, a la espera de su h¨¦roe, agitando abanicos con su foto. Las televisiones retransmitieron el evento en directo. Nadie recuerda que Ronald Reagan o Jimmy Carter tuvieran semejante acogida al regresar a la vida civil.
'Si ha sobrevivido la Casa Blanca, sobrevivir¨¢ Harlem', gritaba una entusiasta entre el p¨²blico. Detr¨¢s del escenario, una gran pancarta daba la bienvenida al ex mandatario. Las actuaciones se prolongaron durante m¨¢s de tres horas hasta que por fin lleg¨® el homenajeado, tarde, como siempre, bajo un delirio de aplausos, v¨ªtores y empujones.
'Si ha sobrevivido la Casa Blanca, sobrevivir¨¢ Harlem', gritaba una entusiasta entre el p¨²blico
Clinton lleg¨® a Harlem de carambola. En principio ten¨ªa pensado instalar su despacho, al que tiene derecho todo ex presidente a costa del contribuyente norteamericano, en la lujosa torre Carnegie Hall, al borde de Central Park, en lo mejorcito de Manhattan. Pero los 800.000 d¨®lares anuales de alquiler (algo menos de 200 millones de pesetas) provocaron un serio revuelo. Uno m¨¢s. Era la ¨¦poca de la desastrosa despedida presidencial por los controvertidos indultos de ¨²ltimo minuto y por llevarse demasiados regalos de la Casa Blanca.
Como el buen estratega que siempre ha sido, Clinton transform¨® su metedura de pata en triunfo al anunciar su nueva direcci¨®n. El que se ha autodenominado 'primer presidente negro de Estados Unidos' se fue con los suyos y, de paso, a cultivar una de las bases del electorado dem¨®crata de Hillary.
La oficina de 800 metros cuadrados (por 261.000 d¨®lares anuales) donde se instalar¨¢ su equipo de 10 personas, en la planta 14, sigue parcialmente en obras. Los que la han visto describen un despacho abierto, con mucha luz, ba?o privado, minicocina, espacio para sus 7.000 libros y butacas modernas dise?adas por Christophe Ciccone, hermano de Madonna.
La llegada de Clinton no gusta a todo el mundo. El ex presidente llega a un Harlem en pleno renacimiento donde los alquileres son cada vez m¨¢s caros. Muchos de sus 500.000 habitantes piensan que con el nuevo inquilino ya no podr¨¢n permitirse vivir en el barrio. 'Me gusta mucho este hombre, pero cuando supe que ven¨ªa pens¨¦ que nos tendr¨ªamos que ir porque todo se pondr¨ªa por las nubes. Ya veremos', comenta Bait¨², que lleva la peluquer¨ªa de la Unidad Africana.
Clinton no ha parado desde que dej¨® la presidencia el pasado 20 de enero. Para curarse de sus males dom¨¦sticos, el ex presidente hizo lo que muchos mandatarios despechados: irse al extranjero. Ha dado conferencias, a 125.000 d¨®lares la pieza (unos 2,5 millones de pesetas). Tiene facturas que pagar. Debe todav¨ªa cuatro millones de d¨®lares a los abogados que le defendieron en el caso M¨®nica Lewinsky (que tambi¨¦n vive en Nueva York) y necesita, adem¨¢s, recaudar 10 millones de d¨®lares para su biblioteca en Little Rock.
Despu¨¦s del trago de los primeros d¨ªas de vida civil, Clinton ha vuelto a ser el que era. Incansable. Y est¨¢ dispuesto a volver a la escena p¨²blica, a remendar su legado, a recaudar dinero para su partido y a dejarse comparar con un George Bush que acumula los problemas.
Vive pr¨¢cticamente separado de su esposa, entregada a su nueva vocaci¨®n pol¨ªtica. Como el resto de sus colegas, la senadora Hillary Clinton se pasa la mayor parte de la semana en Washington y s¨®lo viaja a su residencia de Chappaqua los fines de semana. Tampoco se habla ya con su ex vicepresidente y ex candidato dem¨®crata en las elecciones, Al Gore. ?ste se ha encargado de filtrar a la prensa su profundo resentimiento por su derrota electoral, de la que culpa a su ex colega y ex amigo.
Clinton no ha dicho nada. No ha respondido a las m¨¢s de dos mil peticiones de entrevista. Ha dejado todas estas impresiones, lo que piensa y m¨¢s, para sus memorias, otra buena fuente de ingresos.
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