Dimisiones pol¨ªticas
En un momento dado de la conversaci¨®n que manten¨ªamos un grupo de amigos hace unos d¨ªas, la discusi¨®n se anim¨® cuando, dentro de la inevitable pol¨ªtica, tocamos la cuesti¨®n de la nula capacidad de dimisi¨®n que tienen los pol¨ªticos de este pa¨ªs. Inevitablemente surgi¨® la figura del se?or Pimentel, como caso excepcional, si no ¨²nico, que confirma la regla.
Los distintos interlocutores que nos manten¨ªamos en el calor de la discusi¨®n fuimos decant¨¢ndonos en dos bandos claramente diferenciados: aquellos que pensaban que la dimisi¨®n del se?or Pimentel fue un acto de debilidad y los que cre¨ªan que fue un acto de fuerza. Cuando la discusi¨®n parec¨ªa tomar visos de enfrentamiento (desgraciadamente, t¨ªpico en este pa¨ªs), la ¨²nica persona que no se hab¨ªa decantado por ninguna de las posiciones contrapuestas trat¨® de calmar los ¨¢nimos y pidi¨® unos segundos para expresar su opini¨®n: 'Para m¨ª, lo que hizo el se?or Pimentel no fue ni un acto de debilidad ni un acto de fuerza. Lo que le llev¨® a tomar la decisi¨®n de dimitir fue la fuerza interior que las personas como ¨¦l parecen poseer ante cualquier situaci¨®n de la vida. Si ese hombre hubiera obedecido las ¨®rdenes del partido, entonces s¨ª hubiera sido un acto de debilidad manifiesta [se plegaba incondicionalmente a las directrices marcadas por su partido], adem¨¢s de un clar¨ªsimo acto de fuerza [apoy¨¢ndose en su partido] ante los otros agentes sociales [sindicatos y patronal]'.
La discusi¨®n se termin¨® de un plumazo, y desde aquel d¨ªa, en casi todas las conversaciones que seguimos manteniendo, suele salir la coletilla 'no confundamos fuerza interior con acto de fuerza'.
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