Pikachu
Estamos en esa ¨¦poca del a?o en que las noticias parecen adormecerse y el peri¨®dico adelgaza para ir a la playa. El diario pierde p¨¢ginas, como si hubiera menos actualidad en la etapa estival, como si los habituales protagonistas de la historia del mundo se hubieran ido de vacaciones y no produjesen ya el inmenso caudal de informaci¨®n que un peri¨®dico necesita. Por eso surgen determinadas noticias, por la escasez de otras. Como por ejemplo, el estudio que se ha hecho ¨²ltimamente sobre el juego entre padres e hijos. El estudio revela que los ni?os prefieren jugar con sus padres, pero que acaban viendo la televisi¨®n influidos por ellos. Y digo yo que no me extra?a, porque ni siquiera en el pasado, cuando hab¨ªa poca oferta televisiva, los padres jugaban con sus hijos. Para muchos ni?os el padre era simplemente una figura casi ausente, y ten¨ªan que buscarse sus propios juegos, solitarios o con los amigos. Mientras la madre se dedicaba a las tareas del hogar, el padre trabajaba, y no les quedaban muchas ganas de jugar con los cr¨ªos.
Hoy en d¨ªa, la situaci¨®n es parecida, pero la diferencia est¨¢ en que ahora los ni?os tienen un ampl¨ªsimo abanico de posibilidades para jugar. Los ni?os tienen de todo, desde tazos hasta pokemon, y si no que le pregunten a mi madre, que ahora juega con sus nietos. Seg¨²n ella, los que en realidad juegan con los ni?os son los abuelos, y lo dice con orgullo. Cuando le pregunt¨¦ su opini¨®n acerca de la noticia anterior, mi madre se puso hecha un basilisco, diciendo que los ni?os de hoy en d¨ªa ten¨ªan tantos juguetes que no sab¨ªan d¨®nde escoger. Ella recuerda las ¨¦pocas del truquem¨¦, del chorromorro, de la peonza, de la cuerda o la goma, de esos juegos para los que hac¨ªan falta tan pocos elementos, como campo quemado, el tradicional escondite o una simple carrera de burros. Seg¨²n ella, tal vez demasiado radical en estos aspectos, los ni?os de hoy en d¨ªa no tienen ni idea de jugar. Los padres compran un v¨ªdeo de dibujos animados baratos, y le ponen al ni?o delante del televisor para que no moleste.
Yo no soy tan radical, a pesar de que no he sido abuelo, y mi experiencia se reduce a mis sobrinos. Creo que los ni?os de hoy en d¨ªa se han adaptado a las nuevas tecnolog¨ªas, y est¨¢n prepar¨¢ndose para la vida adulta con nuevos juguetes porque el progreso marca las tendencias en todos los ¨¢mbitos. No obstante, estoy seguro de que un ni?o puede enamorarse a¨²n del baile de una peonza, en pleno siglo XXI.
?ltimamente parece que los ni?os interesan mucho, tal vez por la escasez de noticias que siempre hay en verano. Seguramente por eso aparecen en la prensa estos estudios referentes a los ni?os. No obstante, es irrisorio que todav¨ªa se denuncie que los padres no jueguen con sus hijos, en esta ¨¦poca de locos en la que vivimos. Un padre y una madre trabajadora tienen poco tiempo para jugar con sus hijos, seg¨²n mi experiencia personal, y el ni?o a menudo tiene que buscarse la vida con lo que tenga a mano, o ponerse delante del televisor a pasar las horas. Es ley de vida, porque el mundo no est¨¢ hecho para los ni?os. La paternidad responsable no siempre cumple con el ritual del juego, que frecuentemente se limita a los primeros a?os de vida del ni?o, pero que en la mayor¨ªa de los casos no sobrevive mucho m¨¢s tiempo. El ni?o, normalmente, acaba por jugar solo o con sus amigos a medida que crece, y muy pocos padres siguen jugando con ellos. El desarrollo del ni?o se llega a producir al margen de su relaci¨®n con los padres, como si su juego fuera algo prohibido para los adultos. Seg¨²n la prensa, es inquietante que un personaje de dibujos animados haya llegado a sorber el seso a los ni?os de tal forma. Pikachu ha sustituido al padre. Esto ha sido motivo para cierta alarma en la instituci¨®n familiar.
La poca predisposici¨®n l¨²dica de los padres es cosa tambi¨¦n de la sociedad del bienestar. Parece que los padres est¨¢n demasiado cansados o demasiado ocupados para jugar con sus hijos. La compra de un dinosaurio de pl¨¢stico sustituye perfectamente a la pura comunicaci¨®n del juego entre ambos. Y, mientras el cr¨ªo se entretiene en la playa con su Gameboy, el padre puede leer tranquilamente el peri¨®dico, sin que nadie le fastidie con la pelota.
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