Angustia
Camus y Sartre -los cito por orden de preferencia personal- fueron los autores de mi juventud. Ellos revitalizaron a la gran trilog¨ªa eterna: S¨®focles, Cervantes, Quevedo. Tambi¨¦n por este orden, si bien reconociendo que en Cervantes la angustia de ser muestra tan p¨²dica y soterrada que la gran masa de lectores de su tiempo y de todos los tiempos les pasa inadvertida. Juan Valera, tan admirado por Aza?a, crey¨® a pies juntillas que El Quijote era lo que su autor, celoso de su secreto, dijo que era: un libro contra los libros de caballer¨ªas.
Le¨ª en EL PA?S que la Bienal de Venecia es 'un recorrido por la soledad, el amor y la muerte'. A?adamos la alienaci¨®n y tenemos los cuatro jinetes del Apocalipsis. A m¨ª me parece muy bien el arte comprometido, la literatura comprometida. M¨¢s que bien: la denuncia de la injusticia, la defensa de los d¨¦biles constituyen un deber social. Lo que no me parece tan bien es el olvido de los grandes temas. Se produce la impresi¨®n de que si resolvemos a favor del ser humano las grandes iniquidades, si no queda nadie sin escuela y despensa, habremos abierto la ciudad del hombre, sin que nos importe un r¨¢bano la ciudad de Dios.
Dec¨ªa Dostoiewski que la muerte con dolor ten¨ªa la ventaja de que el dolor le hace olvidar al paciente el terror a su aniquilaci¨®n. Pero usted pregunte por ah¨ª y obtendr¨¢ casi infaliblemente la misma respuesta: 'no le temo a la muerte sino al dolor que puede acompa?arla'. No dudo de la sinceridad de esta mentira. Pero es un subterfugio grabado a fuego sobre la verdad. La verdad, no obstante, sigue viva y operativa; incluso en quienes se inmolan por una 'causa'. La causa es otra superposici¨®n. Alcanzando el fondo de la conciencia se descubre que uno se inmola por temor a la muerte.
Muerte y sus concomitantes. Nuestra raz¨®n de ser y de no ser. Bienvenidos a Venecia.
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