Para¨ªso
Escribo sentado en una terraza de Sant Feliu de Guixols, en la Costa Brava, frente a una playa caliginosa que hierve de ba?istas, al otro lado del paseo. Inevitablemente, pienso en Asaltar los cielos, la pel¨ªcula de Rioyo y L¨®pez Linares que refiere la vida de Ram¨®n Mercader, el asesino de Trotski, quien en los a?os que precedieron a su muerte, despu¨¦s de una vida fatigada en la b¨²squeda de su imposible para¨ªso revolucionario, le contaba a un amigo que el verdadero para¨ªso estaba en esta playa municipal y espesa.
Morirse es otra forma de tomar al asalto el para¨ªso. Hace s¨®lo unas semanas lo hizo Gabriel Galm¨¦s. Ten¨ªa 39 a?os y hab¨ªa publicado un pu?ado de novelas muy inglesas, en las que el humor era la forma que adoptaba su inteligencia afilad¨ªsima; no se le hizo mucho caso, porque en este pa¨ªs a los humoristas (que son los ¨²nicos que dicen cosas serias) casi nadie se los toma en serio. Viv¨ªa en Mallorca. Dicen que algunos de sus amigos de la isla siguen vi¨¦ndolo al volante de su descapotable rojo, sonriente e intacto; a otros los ha visitado en sus casas. Los muertos se aferran a los vivos para no morirse, porque saben que nadie muere del todo mientras haya quien lo recuerde, o porque la memoria es el para¨ªso de quienes no creemos en el para¨ªso. Por lo dem¨¢s, Galm¨¦s escribi¨® hasta el final, como si la escritura fuera un conjuro para aplazar la muerte; lo ¨²ltimo que el c¨¢ncer le dej¨® publicar fue un art¨ªculo en el que se alegraba del ¨¦xito de un novelista muy inferior a ¨¦l, lo que prueba que el oficio principal de los escritores no es coserse entre s¨ª a navajazos.
Levanto la vista y, contra la cal¨ªgine de la playa donde Ram¨®n Mercader imagin¨® su para¨ªso ¨²ltimo, distingo un descapotable rojo aparcando en el paseo. Galm¨¦s baja, se acerca, mira lo que escribo. 'Ets un sentimental, al¡¤lot', sonr¨ªe, burl¨®n. A punto estoy de defenderme con una frase de Canetti ('No es sentimental pensar en un muerto, mientras no se haya reconocido su muerte'), pero me acuerdo de lo mucho que le gustaba Manuel Machado y me digo que, aunque Galm¨¦s ya haya asaltado el cielo, tal vez todav¨ªa no le desagraden estos versos sentimentales: 'En la hora mala / de tu partida, compa?ero, / nos preguntamos unos a otros / cu¨¢ndo nos tocar¨¢ a nosotros'.
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