Formentera, el sue?o 'hippy'
De isla a isla a isla y tiro porque me toca. O de para¨ªso a para¨ªso. Es decir, de Mallorca a Formentera. La isla de Formentera, a algo m¨¢s que un tiro de piedra de Ibiza, fue durante a?os escenario del sue?o hippy. Fue all¨¢ por la d¨¦cada de 1960, cuando j¨®venes norteamericanos se apuntaban a un largo viaje para evitar ir a la guerra de Vietnam y, dentro de una especie de circuito hippy global, descubrieron el para¨ªso de Formentera, una isla peque?a, de 77 kil¨®metros cuadrados, que no llegaba entonces a los 3.000 habitantes. Medio africana y medio mediterr¨¢nea, con playas que se dir¨ªa enviadas por fax directamente desde el Caribe, el encanto de Formentera radicaba en una calma que no parec¨ªa de este mundo, en unos molinos que se convirtieron en s¨ªmbolos de una vida distinta y en un paisaje marcado por mil rincones secretos y por unas higueras cuyas ramas parec¨ªan capaces de crecer infinitamente en paralelo a la tierra con ayuda de los estalons. King Crimson, con su Formentera lady, rindi¨® tribut¨® a aquellos a?os.
Hay algo en Formentera que lleva a la felicidad. Incluso ahora sigue siendo un para¨ªso, a pesar de lo mucho construido
Antes de los hippies, sin embargo, el Murri d'Honor de les Lletres Catalanes, Josep Pla, ya descubri¨® el 'para¨ªso' de Formentera. En su texto Estat de felicitat a Formentera escribi¨®: 'De entrada, la isla me hizo el efecto de un para¨ªso de felicidad modesta pero real'. Son muchos los que, despu¨¦s de Pla, han tenido la misma sensaci¨®n; hay algo en Formentera que lleva a la felicidad. Incluso ahora Formentera sigue siendo un para¨ªso, a pesar de lo mucho construido, a pesar de la invasi¨®n tur¨ªstica que sufre en verano y a pesar incluso de los ej¨¦rcitos de j¨®venes italianos que pueblan los caminos de la isla con sus ruidosos ciclomotores. Basta detenerse en una de las playas de Migjorn o contemplar una puesta de sol desde un chiringuito de la playa de Tramuntana para darse cuenta de que el para¨ªso est¨¢ al alcance en Formentera.
A las islas, escribi¨® Lawrence Durrell, hay que llegar en barco. ?ste es un requisito que se cumple en Formentera. Se puede volar hasta Ibiza, pero, una vez all¨ª, hay que coger el barco hasta el puerto de Sa Savina. Cierto que antes se viajaba en falucho cuando el viento quer¨ªa y que ahora hay decenas de ferries que llevan a la isla en un plis plas, pero el requisito de llegar por mar se sigue cumpliendo. Desde el mar, la silueta de Formentera aparece como un petrolero enorme, con el puente de mando situado en la elevaci¨®n de La Mola. Son apenas 200 metros de altura, pero cuando uno emprende el breve viaje en coche desde Sa Savina hasta La Mola comprende enseguida la importancia de esta altura. Basta detenerse en el mirador de La Mola para darse cuenta de que Formentera es especial, m¨¢gica. La parte llana de la isla, con playas a ambos lados, se ofrece entonces al viajero como un mundo ordenado y atractivo, como un para¨ªso al alcance.
La Mola, donde se instalaron los hippies, es ahora un pueblo mal crecido a lo largo de la carretera. Gabrielet, el artista que se hizo famoso con sus cer¨¢micas, muri¨® hace tres a?os y el mercado de artesan¨ªa que se monta dos d¨ªas por semana no logra conectar con los viejos tiempos hippies. Miquel Tur, propietario de la panader¨ªa de La Mola y del bar Can Toni, vivi¨® el esplendor de aquellos a?os cuando era joven y recuerda todav¨ªa su relaci¨®n con Pau Riba y con otros hippies. 'En La Mola he conocido dos ¨¦pocas muy distintas', dice. 'Cuando era ni?o, recuerdo que s¨®lo hab¨ªa dos motos en el pueblo, la del cura y la del farero. Ahora, en cambio... Mis padres, por otro lado, me contaron que en los a?os cincuenta aqu¨ª no se viv¨ªa, se sobreviv¨ªa. La tierra es buena, pero no llueve. En los setenta, sin embargo, todo cambi¨®, aunque la cosa empez¨® a mediados de los sesenta, cuando llegaron los hippies. Los primeros eran norteamericanos que quer¨ªan librarse de ir al Vietnam. Sus padres les enviaban unos pocos d¨®lares y ellos viv¨ªan aqu¨ª gastando poco'.
Con los hippies llegaron las drogas, el amor libre, el misticismo. 'Se not¨® un proceso de m¨¢s libertad', sonr¨ªe Tur. 'Pau Riba se instal¨® en Es Mol¨ª, y dicen que tambi¨¦n Bob Dylan. Los hippies viv¨ªan de un modo muy modesto; en un corral se pod¨ªan juntar hasta 15. Hac¨ªan collares y estaban tumbados todo el d¨ªa'. Tur recuerda muy bien las fiestas de luna llena que montaban y las drogas que fumaban. 'Al final vino la droga dura y todo se estrope¨®', dice meneando la cabeza. La pel¨ªcula More, de Barbet Schroeder, con banda sonora de Pink Floyd, ilustra en parte la llegada de aquel mal rollo que termin¨® en historias de muerte y desbandada.
Tur opina que el turismo de ahora es 'totalmente diferente'. 'En Sa Savina hay muchos franceses; en Es Pujols, muchos alemanes; en la parte de Cap de Barbaria, muchos catalanes, y por todas partes, muchos italianos', se?ala. 'El periodo dif¨ªcil fue hacia 1975, cuando se empez¨® a construir demasiado, aunque por suerte el pueblo de Formentera est¨¢ muy concienciado y par¨® a tiempo algunos desastres'.
Cuando le pregunto si Formentera, a pesar de todo, sigue siendo un para¨ªso, Tur sonr¨ªe y dice en voz baja: 'Aqu¨ª se vive bien, excepto en agosto. De todos modos, La Mola y el Cap de Barbaria son mundos aparte'.
Pruebo a encontrar viejos rastros del para¨ªso 'hippy'. Me acerco a la Fonda Pepe de Sant Ferran, en los sesenta punto de encuentro obligado de los j¨®venes de la isla. La decoraci¨®n apenas ha cambiado. Hay algunos cuadros de ambientaci¨®n hippy, alg¨²n joven-viejo de pelo largo y mirada perdida y un cartel que habla de Las 24 horas de Flower Power que se celebrar¨¢n en una discoteca cercana. Otros carteles hablan de una inmobiliaria feng shui y de unos cursos de yoga. La clientela la forman familias extranjeras, con padres que beben cerveza y ni?os que juegan en la plaza.
Cuando se acaba el d¨ªa, vuelvo a La Mola para visitar Es Mol¨ª. Llego a tiempo de ver, manchado de una luz dorada, el molino restaurado. Un cartel indica que pertenece a la Fundaci¨® Illes Balears. Es otro indicio del paso del tiempo. El viejo molino que fue comuna hippy pertenece ahora a una fundaci¨®n oficial. Los viejos para¨ªsos tambi¨¦n mueren.
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