Atropelladas influencias
Actuaba como carburante de conductores radiof¨®nicos. Le jaleaban los tertulianos una ma?ana s¨ª, y otra tambi¨¦n. El azote de los socialistas se crec¨ªa oyendo el eco de sus intervenciones en el Congreso. Se iba hinchando con tanto soplo de ¨¢nimo: ?a m¨ª Sabino que los arrollo! el grito de las gestas futboleras val¨ªa para la ocasi¨®n. Cuando tuvo a tiro a una mujer fr¨¢gil en apariencia, sensible, exigente, rigurosa, prestigiosa -incluso para los diferentes- se avalanz¨® sobre ella como si una escena del Crimen de Cuenca tomara vida propia en la Espa?a de siempre. Un tipo hortera, campechano, gozando de tanta credibilidad y audiencia, no pod¨ªa admitir que a la hora del reparto de premios su nombre no estuviera grabado en una cartera, o portafolios, de alto cargo de post¨ªn. No faltaron voces -matinales sobre todo- reclamando un nombramiento a tono del ilustre agitador-diputado; su destino en la CNMV no estaba a la altura de semejante figura pol¨ªtica: ?qu¨¦ error, que inmenso error! La Bolsa no pod¨ªa quedar indemne de tan brillante personaje. Ten¨ªan raz¨®n quienes le jaleaban: Ramallo, con su estilo agresivo deja, como el caballo de Atila, sus huellas por donde quiera que trota. Tendr¨ªa gracia que entre los timados por Gescartera estuviera alguno de los palmeros que le llevaron en volandas durante su etapa de agitador parlamentario. No ser¨ªa extra?o entre tanto tr¨¢fico de influencias un atropellado final.
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