Caf¨¦
Franco rompi¨® la armon¨ªa de la palabra, hizo de ella tambi¨¦n una amenaza. Si dec¨ªa que hab¨ªa que dar caf¨¦ a los rojos apresados era porque ¨¦l mismo ya los hab¨ªa condenado a muerte. 'Dales caf¨¦'. El escribiente anotaba el dato, sal¨ªa a la puerta de pr¨ªncipes cuartelarios tras la cual el dictador pasaba las tardes m¨¢s tranquilas y daba la nueva negra a los esbirros: 'Caf¨¦, d¨¦nles caf¨¦'. Todos los asesinos tienen una fruta, un alimento o una infusi¨®n favorita para explicar el eufemismo que conviene a la muerte de los enemigos. Caf¨¦. El de Franco era caf¨¦.
La gloria del caf¨¦ siempre ha tenido altibajos, pero no la pueden tumbar nunca del todo. Kafka dec¨ªa que despertarse era el momento m¨¢s arriesgado del d¨ªa; desconoc¨ªa el efecto que produce tomar caf¨¦ antes de dejar la cama. No te produce valent¨ªa, sino espejismo, por eso te ayuda a dejar atr¨¢s la bruma, como si el d¨ªa fuera a ser feliz. Negro y fuerte, sin az¨²car, el caf¨¦ contribuye a traspasar el hielo de la ma?ana; m¨¢s largo y lento, te permite entrar en la tarde, y, aunque al final te clava un pu?al en el coraz¨®n o en el alma, el caf¨¦ es un compa?ero, compasivo o brutal, un amigo que a cualquier hora hace siempre su oficio, e incluso traiciona, nunca es inocuo.
Ahora vuelve el caf¨¦ a mostrar su alma de compa?ero de la muerte. Asustado por el pasado de una haza?a terrible, el hombre ex etarra que mat¨® en Euskadi al que le salv¨® la vida siendo ni?o recibe, en una sala donde hay caf¨¦ y pastas, a un periodista alem¨¢n al que le hace la confidencia del horror de su autobiograf¨ªa de ingratitud y de muerte. En medio de la conversaci¨®n sudorosa y brutal que EL PA?S reprodujo el ¨²ltimo martes, aquel hombre cuya alevos¨ªa fue consecuencia de una orden que ya no calma nadie, porque despu¨¦s hubo un muerto, ofrece caf¨¦ y caf¨¦ al que le interroga sobre ese lunar indeleble del pasado. Al final, el alma se ha vaciado, pero no de arrepentimiento, y el asesino que ya est¨¢ libre, pero no de culpa, ofrece y ofrece m¨¢s caf¨¦ y m¨¢s caf¨¦, como para aliviar definitivamente lo que ya no se puede explicar nunca.
?Otro caf¨¦? Pues mejor no. M¨¢s caf¨¦ no.
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