Los banquetes
Plat¨®n dio la pauta de un banquete que ya no se estila, el dialogado. Ahora el banquete es comido y bebido, pero las palabras se reducen al '?vivan los novios!', '?que se besen!', o cualquier proclama del mismo corte intelectual.
La celebraci¨®n de algunos momentos especiales se traduce en nuestra sociedad en un banquete; no existe, sin el ¨¢gape posterior, boda ni bautizo que se precie. De tal manera es as¨ª que la gente dice: no hicieron boda, en caso de que la ceremonia, civil o religiosa haya terminado en s¨ª misma, con la uni¨®n de los contrayentes.
Todo se justifica con la comida o la cena, los regalos est¨¢n en consonancia con lo presumido en el banquete. ?C¨®mo vamos a hacer un regalo de tantas pesetas, si les cuesta el cubierto a no s¨¦ cu¨¢ntas?
Algunos, como Tom¨¢s Arribas, de Salones del Poblet, en D¨¦nia, obligan, por su propia idiosincrasia, a elevar el precio de los regalos. Lo mismo que se eleva el del men¨²; para Tom¨¢s la calidad de los platos y de los productos que se ofrecen en una comida multitudinaria en nada deben diferenciarse de los que se tomar¨ªan en un ¨ªntimo restaurante, s¨®lo hace falta encontrar al pagador. Pero si ¨¦ste asume los criterios de la casa tendr¨¢ una boda rumbosa: gambas frescas, solomillo de primera y aperitivos con hueva de at¨²n..., y todo lo que sea necesario. El n¨²mero de personas que mueve un banquete de 400 asistentes no baja de 40, contando cocina, servicio y trabajos complementarios como m¨²sicas o limpieza, lo cual unido a las copas 'barra libre', y a la se?alada comida se ponen en un pico. Y eso -Tom¨¢s no nos dejar¨¢ por mentirosos- que los vinos no suelen estar a la altura de la comida. El precio de los mismos es tan elevado que el paso de la crianza a la reserva -por decirlo de una forma gr¨¢fica, aunque a veces incierta- elevar¨ªa la factura de una forma desconsiderada. No obstante, tampoco se entiende muy bien c¨®mo se opta por el bogavante y luego se toma -vamos a ser ben¨¦volos- un rosado Las Campanas para acompa?arlo, pero estos misterios a¨²n buscan soci¨®logo desentra?ador. En el desprecio a la conjunci¨®n de comidas y bebidas, siempre queda como perdedora esta ¨²ltima, y se puede sacrificar el bolsillo en 10.000 pesetas de coste por kilogramo de marisco, y no se acepta que el paladar deguste un vino de 5.000 para acompa?arlo. El gran tama?o de los salones, y por tanto la elevada inversi¨®n para acondicionarlos, unido al limitado aprovechamiento -los fines de semana- encarecen todav¨ªa m¨¢s el producto final, seg¨²n el sostiene el se?or Arribas, por lo que el negocio pasa, de parecer fabuloso a razonable.
Quiz¨¢s existen m¨¦todos para bajar el precio de los men¨²s, pero pasan de forma indefectible por una disminuci¨®n de la calidad, opci¨®n que, dada la significaci¨®n social del banquete y por tanto su obligatoriedad, no es descartable. Para que el precio baje 5.000 pesetas por comensal s¨®lo hay que congelar el producto antes de servirlo -el proveedor, no el hostelero- y la cuenta sale con dulzura y hasta con provecho para ambas partes. No existe enga?o alguno.
Otro tipo de celebraciones, m¨¢s ¨ªntimas, menos numerosas, tambi¨¦n suelen estar presididas por un banquete, pero las caracter¨ªsticas gastron¨®micas del mismo, antes se inscriben en las comidas normales en un restaurante, que en las que hoy nos ocupan, y son merecedoras de comentario aparte.
Las ¨¦pocas de esplendor siempre han dejado sentir sus beneficios en la mesa, y no hay momento cumbre de la historia en que las celebraciones no terminasen con la comida y la bebida. En otros tiempos las recepciones y banquetes se hac¨ªan en la casa particular del homenajeado, -v¨¦ase el famoso banquete que describe Petronio en su Satiric¨®n- pero, hoy, el tama?o de las mansiones y la cantidad del servicio no son comparables a las de los C¨¦sares romanos y, por tanto, hemos de contratar un 'sal¨®n' para que nos refocilen.
Sal¨®n en que a la manera griega, una vez terminados los postres se proceder¨¢ a retirar las mesas y dejar el espacio libre; para que los comensales de la antig¨¹edad comenzasen el symposion -libaciones m¨¢s parlamentos- y los de la actualidad el fren¨¦tico batir de los cuerpos a los acordes de la orquesta...
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