Una familia partida entre dos continentes
'Llegu¨¦ en mayo de 1999 dispuesta a trabajar todo lo que pudiese durante tres a?os y despu¨¦s regresar a Bolivia con mis dos ni?os, que entonces ten¨ªan tres y seis a?os. Pero los planes han cambiado. Nos dieron los papeles, tenemos trabajo... Ahora, mi marido y yo nos volvemos a casa, por primera vez desde que pisamos Espa?a, a pasar un mes y nos volveremos con los ni?os. Nos quedaremos unos a?os m¨¢s, siete u ocho... pero regresaremos a Bolivia', afirma Lidia C¨¢mara como para convencerse.
Cuando ella y su marido, Wilson, llegaron a Espa?a, con 29 a?os de edad, y dejando dos ni?os en manos de los padres de Lidia, lo ten¨ªan muy claro: 'Unos amigos vinieron un mes antes y nos contaron que hab¨ªa trabajo y que se viv¨ªa bien. ?Ser¨¢?, nos dijimos. ?Nos arriesgamos? Pensamos: somos j¨®venes, podemos intentarlo y si no sale bien pues volvemos, siempre ser¨¢ mejor que en Bolivia'. Dicho y hecho. Vendieron el autob¨²s que ten¨ªan y con el que se ganaban la vida, y vinieron a Espa?a. 'Desde el principio nos fue bien. Yo encontr¨¦ trabajo a las tres semanas cuidando ni?os de interna y mi marido en la construcci¨®n, y a los seis meses ya ten¨ªamos papeles', dice Lidia.
Se sabe con suerte. 'Di con gente muy buena que me ayud¨®. Con mi trabajo he estado tan contenta que sigo en la misma casa desde que llegu¨¦, asegurada desde el principio. Como cuidaba a los ni?os, me iba de vacaciones con ellos, as¨ª que hasta he viajado: Sevilla, Santander...' Lo que peor llevaba Lidia es estar tan lejos de sus ni?os y su familia. 'Es muy duro. Las primeras Navidades, ocho meses despu¨¦s de llegar, me fui a Sevilla con la familia con la que trabajaba. Cuando vi a los ni?os, de edades parecidas a los m¨ªos, abrir los regalos empec¨¦ a llorar y no pude parar en toda la noche'. Habla con ellos una vez al mes. 'No m¨¢s, porque es peor para todos'.
Tambi¨¦n le cost¨® acostumbrarse a un tono de voz 'que se oye desde la otra punta de la casa'. 'Al principio', cuenta, 'los gritos de los espa?oles me hicieron llorar mucho, siempre pensaba que me estaban gritando porque hab¨ªa hecho algo malo'. Hasta en los ni?os lo not¨®. 'Tambi¨¦n me gritaban y no me hac¨ªan ni caso'. Pero con el tiempo le ha cogido el truquillo: 'Ya me he acostumbrado e incluso hasta yo he aprendido a hablar alto. Mi hija me lo nota y me dice por tel¨¦fono: 'hablas distinto mami'.
Tiene que ser dura la vida en un pa¨ªs para dejar a dos ni?os peque?os durante tres a?os y atravesar un oc¨¦ano para ganar dinero y poder vivir. En Bolivia, uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres de Latinoam¨¦rica, lo es. Lidia es de Cochabamba, la tercera ciudad del pa¨ªs, a 400 kil¨®metros de la capital, La Paz, y epicentro de fuertes tensiones sociales en los ¨²ltimos a?os producidos por la falta de empleo y la pobreza.
Lidia estudi¨® veterinaria, pero no le preocupa ni disgusta estar trabajando cuidando ni?os. Quiz¨¢ porque en Bolivia sus estudios tampoco le sirvieron para nada. 'Cuando acab¨¦ estuve un a?o buscando trabajo. Finalmente empec¨¦ en una cl¨ªnica veterinaria que mont¨® una compa?era, pero como asalariada no ganaba nada. As¨ª que con mi marido compramos un autob¨²s y cubr¨ªamos una ruta', recuerda.
Hasta ahora han vivido para el trabajo. Desde que llegaron han estado en un piso compartido con otros dos matrimonios bolivianos, han enviado todo lo que pod¨ªan a su pa¨ªs y han reducido las diversiones a los bailes que organiza el Ayuntamiento en Torrej¨®n. Pero cuando vuelvan con los ni?os, todo va a cambiar.
'Cuando llegamos hab¨ªa muchos menos extranjeros y, en cuanto a bolivianos, casi no hab¨ªa', dice Lidia. Ahora ella misma nota que el n¨²mero ha aumentado. 'Se nota en el mismo autob¨²s, en el metro. Parece que casi estamos en Bolivia'. Est¨¢ de acuerdo con la Ley de Extranjer¨ªa, dice, porque, 'entre los inmigrantes, como en todas partes, hay de todo, los hay que no vienen a trabajar y buscarse la vida sino a robar, a hacer cosas que nos hacen quedar mal a los dem¨¢s'. 'Por eso, alguna vez nos llama alguien de Bolivia que sabemos c¨®mo es y a qu¨¦ viene y le decimos que no venga, que la cosa est¨¢ mal, que no hay trabajo. Pero tambi¨¦n han venido conocidos que est¨¢n gan¨¢ndose la vida. En ese caso, que vengan todos'.
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