Y TAL Y TAL
Evelio, el alba?il con el que estamos pasando el verano, ya sabe que lo saco en estas columnas. Ni le impresiona ni le interesa. A veces le preguntamos cu¨¢ndo cree que acabar¨¢ la dichosa zanja y Evelio dice: 'Esto ten¨ªa mucha tela. Si no llego yo a hacerle esta intervenci¨®n a la tuber¨ªa, un d¨ªa se iban a levantar ustedes, con perd¨®n, nadando en mierda...'.
-Hombre, Evelio...
A Evelio le encanta hablar de las cosas que la gente tira al v¨¢ter. Incide mucho en el tema compresas. Creo que disfruta con el asunto. De lo que no hay duda es que lo dice mir¨¢ndome las tetas. No lo digo por presumir de pectorales. Personalmente creo que ya se me pas¨® la edad de que me ofrecieran salir desnuda en Intervi¨² -eso duele-. Tal vez tenga una ¨²ltima oportunidad en mi vejez, en plan morbo, igual que sacaron en bolas y anciana a la morena de Romero de Torres de los billetes de 100 para constatar su decrepitud. Evelio dice que ¨¦l antes pensaba que todas las escritoras de ni?os eran gordas y viejas. Esta idea cunde no s¨®lo en las clases populares. A¨²n recuerdo la cara que puso al verme el socialista Manuel Mar¨ªn: 'Pensaba que eras vieja y as¨ª como m¨¢s...'. No lleg¨® a decir gorda, pero lo pens¨® en mi misma cara. Bueno, pronto ser¨¦ esa anciana que todos esperan, y con la comida que mi santo elabora en su Thermomix, una gorda entra?able y creativa (eso ya).
Evelio me mira las tetas no porque sienta algo especial por ellas. Lo har¨ªa con cualquier clienta. Ayer, mientras me hablaba de las excelsas cualidades de Gil -su l¨ªder moral y tal-, que est¨¢ siendo v¨ªctima, seg¨²n ¨¦l, de una campa?a orquestada, ten¨ªa los ojos clavados en mis peras, y yo pensaba en lo est¨¢ticas que son dichas peras cuando est¨¢n constre?idas por un sujetador. No son nada expresivas como para tener, como Evelio tiene, una larga conversaci¨®n con ellas. Un amigo nos cont¨® que hab¨ªa visto en un club de Chicago a una actriz que sal¨ªa con unas bengalas encendidas pegadas a los pezones con unas ventosas. Hac¨ªa c¨ªrculos con las tetas hacia fuera y hacia adentro, y la traca final consist¨ªa en que cada teta dibujaba c¨ªrculos opuestos. Cada teta a su bola. Es lo que tiene Am¨¦rica, que las actrices est¨¢n muy preparadas. Pienso que yo, con entrenamiento, podr¨ªa conseguirlo. Hay que ir busc¨¢ndose la vida de cara a la muerte de la novela. Mi santo hace imitaciones, no al estilo intelectual de P¨¤mies, ni al de Esteso. ?l imita a gente que no conoce nadie, s¨®lo nosotros. Se lo cont¨¦ un d¨ªa a Fern¨¢n-G¨®mez y lo encontr¨® interesante; dijo que eso de imitar a gente desconocida lo ve para programas experimentales tipo El sem¨¢foro, aunque no cree que llegue a conseguir nunca el respaldo del gran p¨²blico. A veces pienso en regentar un local literario: El ¨²ltimo recurso. En Moratalaz. Mi santo har¨ªa alguna imitaci¨®n (imita a uno de la Junta de Andaluc¨ªa que te meas). Luego yo, con las bengalas, de pareja con Luc¨ªa Etxebarr¨ªa. Bueno no, que me roba el n¨²mero. Juan Cruz contando chistes, dos s¨®lo, sin abusar. Manuel Rivas que cante a Galicia, hey. Son ideas, pero luego cada uno es muy libre. Evelio dice que esto de reconvertirse ya lo ha vivido Gil en varias ocasiones. Supo renacer de sus cenizas, dice Evelio, po¨¦tico, mir¨¢ndome los pechos. Le voy a empezar a cobrar la entrada.
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