Aire
El aire es vida. Envuelve con su tenue algod¨®n el espacio de los seres vivos, que lo son por inhalarlo como alimento invisible, primordial, permanente. Alentar es vivir como desalentar es desanimar y la muerte el espejo sin el vaho de una exhalaci¨®n. Con ese ¨²ltimo h¨¢lito volaban las ¨¢nimas, que eran de aire, lejano bufido de un dios creador. Part¨ªan sin ganas empacadas en el fardo del, por eso tan temido, home del sac, nuestro familiar arriero de expirados, con el que cruelmente se espantaba a ni?os revoltosos, hacia una borrosa gloria poco ansiada, al pa¨ªs del crep¨²sculo, del poniente.
Sin embargo, el para¨ªso primigenio se situaba en el levante, donde nac¨ªa el viento que hinchaba las velas y habitaba un gran esp¨ªritu, que era el aire, que trajinar¨ªa doradas simientes para cubrir doncellas y sombrar¨ªa v¨ªrgenes cuando encarnaban y, al principio, antes del tiempo, como germen din¨¢mico, incub¨® las aguas del caos hasta fecundarlas y, as¨ª, tram¨® el universo y sopl¨® el barro inicial y, as¨ª, urdi¨® la inteligencia; tej¨ªa y destej¨ªa vida y vidas. Dios ¨¢gil, liviano, de cuatro u ocho caras cardinales, los vientos con que se revelaba a los humanos, los costados de nuestros campanarios, que son su altar santo, coronados por veletas, marcando, a cada instante, su sagrada direcci¨®n.
Son los aquilones su respiraci¨®n y sus inquietos reto?os, impalpables, siete gigantes y una giganta -la exaltada Tramontana-, al mando de un descomunal coloso, que la man¨ªa de demonizar el mundo m¨ªtico pagano, convert¨ªa en diablo, ben¨¦volo no obstante, un tit¨¢n que ense?¨® al marinero de la rondalla m¨¢gicos silbidos para ensacar a los c¨¦firos, y dominarlos; pero el mortal no at¨® bien el fardel y el deprimente lebeche -el Garb¨ª-, se escap¨® furioso, seguido de sus turbulentos parientes; las noches de est¨ªo, a la puerta de casa, a lomos de las brisas del fresco, brillante y alegre gregal y de las palabras, que tambi¨¦n son de aire, de r¨²sticos campesinos, regresaban a la supervivencia la excelsa Pandora con su caja de estr¨¦pitos y el supremo Eolo con su bolsa de vientos, regalada a Ulises, para retornar a su ?thaca anhelada con 'Bon vent i barca nova'.
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