Miles de 'jarragas' hacen cola en el Estrecho
La afluencia de aspirantes a cruzar hacia Espa?a crece cada d¨ªa en Marruecos ante la indiferencia o complicidad de la polic¨ªa
Nada les detiene. Millones de marroqu¨ªes han visto esta semana desde su pa¨ªs por Antena 3 y Tele 5 las im¨¢genes de los cuatro ahogados en Almer¨ªa a 20 metros de una playa y los nueve inmigrantes clandestinos muertos frente a las costas de Fuerteventura tras ser arrojados al agua por los patrones de la patera. Sin embargo, en el norte de Marruecos, miles de personas sin papeles siguen esperando su oportunidad para atravesar el Estrecho. Cuentan con la colaboraci¨®n interesada de la polic¨ªa y los militares, que a cambio de un mill¨®n de pesetas no s¨®lo permiten que parta una patera sino que protegen la playa de intrusos mientras dura la operaci¨®n. La visita del rey marroqu¨ª a la ciudad de T¨¢nger s¨®lo ha servido para retener apenas unos d¨ªas en sus escondites a los inmigrantes.
'Si alg¨²n militar se ha negado a colaborar, siempre ha sido despu¨¦s de coger el dinero. Y eso ha ocurrido en tres ocasiones'
Hay una palabra omnipresente en Marruecos: jarraga. La gente sonr¨ªe, baja la voz y encanalla la mirada con el sonido de esas tres s¨ªlabas. Los camioneros espa?oles que cruzan el Estrecho saben de sobra qu¨¦ significa. Hace tres a?os apenas se utilizaba en el norte de Marruecos ese vocablo que en el sur serv¨ªa para definir a los mercenarios marroqu¨ªes que se alistaban en los ej¨¦rcitos extranjeros y no ten¨ªa otra cosa que perder que la propia vida. Ahora, en el norte y en el sur, jarraga significa emigrante clandestino. O lo que es lo mismo: dinero. Mucho dinero. Ya hay hasta cassetes con canciones y chistes sobre jarragas. Pueblos enteros viven de esconder a los emigrantes en sus casas mientras esperan partir. Es como si todo el continente de Africa se volviera boca abajo, como un c¨¢ntaro. El cuello de esa vasija ser¨ªa T¨¢nger, a s¨®lo dos horas de Tarifa en una zodiaca, que es como en el ¨¢mbito de los clandestinos se les denomina a las lanchas motoras.
Nadie relacionado con este negocio en T¨¢nger se ha cre¨ªdo las palabras del Gobierno marroqu¨ª cuando declar¨® el jueves que las autoridades hacen lo que pueden. Ni Tamin Alaui, que cobra unas 80.000 pesetas por conducir en un Peugeot 505 hasta la playa a tres clandestinos sentados en el asiento de adelante, cinco en el de atr¨¢s y dos en el maletero y 50.000 por inflar la zodiaca; ni Jawad Zer Houni, que pertenece a otra banda y cobra otras 50.000 por instalar los motores a pie de playa; ni Mohamed, que vende material mar¨ªtimo a las mafias en una tienda cercana al puerto, ni los chivatos de la polic¨ªa que han hecho del puerto de T¨¢nger su casa.
Esta semana el rey Mohamed VI se encontraba en la ciudad. Hab¨ªa que guardar las apariencias. Por donde pasaba su coche, polic¨ªas de uniforme en las dos aceras de las calles apostados cada 50 pasos. Postes de dos metros de ancho por dos metros de largo con la cara del Rey y luces de fiesta rojas y verdes, los colores de la bandera, por toda la ciudad, y m¨¢s polic¨ªas que nunca, de uniforme y de civil. Estaba el Rey, hab¨ªa niebla de noche y levante. Razones de sobra para no arriesgarse y esperar. Pero la espera hay que pagarla. Y no todos disponen de 500 pesetas diarias para costearse una habitaci¨®n en las pensi¨®n Chaouen, o en la de Le Paix, que est¨¢n en la calle Mohamed Torres, atestadas de subsaharianos. Otros pagan 2.000 pesetas por comida y suelo en las casas de pueblos pr¨®ximos a T¨¢nger como Midiuna. Pero los m¨¢s pobres tienen que dormir en la calle.
El jueves a la una y cuarto de la tarde hab¨ªa ocho zodiacas confiscadas en el puerto. Un chaval de unos 16 a?os le pidi¨® un cigarro al fot¨®grafo de EL PA?S. A los cinco minutos, frente a la comisar¨ªa, cuatro hombres de unos 30 a?os lo abofetearon y lo dejaron deambulando por el puerto. Eran polic¨ªas civiles. 'Hay muchos estos d¨ªas, porque est¨¢ el Rey por aqu¨ª', informaba el vigilante del aparcamiento de camiones. En el puerto de T¨¢nger, en teor¨ªa, los jarragas tienen prohibida la entrada. De hecho, no se los ve¨ªa por las calles ni en los caf¨¦s.
El camionero jerezano Enrique Jim¨¦nez Moscoso, que llegaba al puerto desde el sur de Marruecos con un cami¨®n cargado de naranjas pregunt¨® al periodista; '?T¨² quieres ver jarragas? Los vas a ver' Se volvi¨® hacia un ni?o que pasaba por all¨ª y le pidi¨® que buscase a Ibrahim. Al rato apareci¨® un chaval de 22 a?os, delgado, los dientes podridos y una cicatriz de vidrio al lado de la boca como recuerdo de una pelea. Era Ibrahim Naim. Seg¨²n ¨¦l mismo, es ¨ªntimo amigo de muchos polic¨ªas. Seg¨²n otros, es un chivato. El caso es que Ibrahim levant¨® el brazo para llamar a dos chicos de 16 a?os y los chavales salieron corriendo entre risas creyendo que Ibrahim les iba a hacer algo. Al rato, en cuanto Ibrahim les dijo que s¨®lo quer¨ªa que avisaran a otros compa?eros, aparecieron como surgidos del aire unos veinte jarragas alrededor de un cami¨®n. Parec¨ªan extras sacado de una mala pel¨ªcula sobre alguna novela de Charles Dickens. Zamarras agujereadas, las manos y la cara llenas de grasa, los pantalones rotos y con suciedad de semanas. Dec¨ªan que ven¨ªan del sur, que no pasaban hambre en su tierra, pero llevaban soportando una sequ¨ªa de tres a?os all¨ª. Son los inmigrantes m¨¢s pobres. ?Creen que se van a hacer ricos en Espa?a? 'No, claro que no', contestaba uno de ellos, 'pero en Espa?a, trabajando duro se puede ganar unas 5.000 pesetas al d¨ªa y en Marruecos, con el mismo trabajo, no ganaremos m¨¢s de 600 ¨® 700'. 'Los primeros', comentar¨ªa despu¨¦s un taxista que ha pasado hasta 15 veces a emigrantes, 'los que se fueron hace cuatro o cinco a?os sin un duro, est¨¢n llegando ahora con sus coches a los pueblos'.
Todo el mundo sabe -los camioneros, los polic¨ªas, los aduaneros- que encima del techo, en el cortaaire del cami¨®n, se refugian muchos, que entre las ruedas de respuesto tambi¨¦n. Todo el mundo conoce todos los trucos. Entonces, ?c¨®mo esperan pasar? 'Terminar¨¢n pasando', sentencia el camionero Enrique Jim¨¦nez. 'La polic¨ªa viene de vez en cuando, los corretean un poco, les dan unos palos, los meten entre dos camiones y les quitan lo poco que tienen, pero al fin y al cabo los dejan por aqu¨ª, y ellos terminan col¨¢ndose'.
Las tres gasolineras que hay en la autopista de 350 kil¨®metros desde Casablanca a T¨¢nger est¨¢n repletas de clandestinos preparados para subirse a los camiones. Se meten en cualquier resquicio. La preocupaci¨®n de la mayor¨ªa de los camioneros es que no se les cuele ninguno. La intenci¨®n de otros cuantos espa?oles es que les paguen bien por colarlos. 'Yo conozco a colegas que pasan jarragas', dice Jim¨¦nez. 'Yo s¨¦ de al menos 20 que lo hacen', sostiene Ibrahim, el amigo de los polic¨ªas.
Todo el mundo hace negocio a costa de los m¨¢s pobres. Y los militares no son menos. Toda la costa del norte est¨¢ vigilada por ellos. La mayor¨ªa cambian de destino a los tres meses. ?Nunca ha habido un militar que se oponga a este tr¨¢fico? El taxista antes mencionado responde; 'Nunca; t¨² pagas, pasas; no pagas, no pasas'. Sin embargo, Tamin Alaui, que a sus 20 a?os, ya ha inflado 12 zodiacas en la playa y ha transportado a m¨¢s de 120 personas desde las pensiones al mar, ofrece otra versi¨®n; 'A nosotros siempre nos cobraba el capit¨¢n. Y ¨¦l se encargaba de repartir el dinero entre sus soldados. Si alg¨²n militar se ha negado a colaborar, siempre ha sido despu¨¦s de coger el dinero. Y eso nos ha ocurrido en tres ocasiones. Aceptaron los dirhams, pero cuando ya estaban los negros dentro de la zodiaca, vinieron con las metralletas y se los llevaron detenidos'.
Este joven mide un metro sesenta, se pasea en chanclas entre las pensiones de subsaharianos, como por casa, cogiendo chucher¨ªas de los puestos callejeros de la Medina sin pagar, abrazando a mucha gente. Luce los brazos amorcillados de quien no ha hecho m¨¢s deporte que las pesas, y dice que dentro de poco ¨¦l tambi¨¦n se ir¨¢ a Espa?a en una patera, pero eso s¨ª, a ¨¦l el viaje le saldr¨¢ gratis.
-'?Quieres hablar con un jarraga de Sierra Leona?'
Tamin llama a uno. Le echa la mano por el hombro en plan protector. Y le dice que hable. El otro dice que estudia en su pa¨ªs el ¨²ltimo curso de empresariales y que s¨®lo viene a Marruecos de vacaciones. '?De vacaciones t¨²?', se mofa Tamin. Y le da dos collejas de esas que mitad son de broma y mitad de advertencia.
Jawad Zer Houni tambi¨¦n vive en gran parte de los inmigrantes, pero no se relaciona con ellos. Es el nombre supuesto del dependiente de una de las cuatro tiendas de lanchas motoras que hay en T¨¢nger. Gana unas 150.000 pesetas al mes. Tiene 30 a?os y se acaba de casar. Asegura que en T¨¢nger se venden unas 40 z¨®diac al mes, de las cuales, la mayor¨ªa las vende su tienda. Hace dos a?os vino alguien a su tienda y le propuso un trato. 'Como sabes montar el motor muy deprisa en las z¨®diac, te puedes ganar en una sola noche hasta 50.000 pesetas, trabajando apenas dos horas, si me ayudas a traficar con jarragas'. Desde entonces, Jawad Zer Houni ha bajado a la playa unas 100 veces. De sobornar a los polic¨ªas se encargaba su jefe. Como trabaja en las playas cerca de la ciudad, s¨®lo tiene que entenderse con polic¨ªas. Les cobran un mill¨®n de pesetas por z¨®diac mientras los militares, que vigilan las playas de los pueblos, cobran hasta dos millones. Los dos coches de los polic¨ªas se encargan de patrullar para que nadie les moleste durante la operaci¨®n.
Hace tres meses detuvieron a su jefe y lo metieron en la c¨¢rcel con una condena de tres a?os. ?La raz¨®n? 'La envidia. A pesar de que esto es un negocio m¨¢s o menos seguro, siempre hay gente que compite contigo y que te puede vender', informa Jawad. Ni uno solo de los traficantes consultados en este reportaje cree que el Gobierno vaya a dejar de hacer la vista gorda. Saben que de vez en cuando la polic¨ªa hace batidas por los pueblos que alquilan casas a los clandestinos, que de vez en cuando, detienen a alg¨²n traficante, pero s¨®lo de vez en cuando. Uno de los comerciantes consultados aporta una raz¨®n: 'Esta es la forma que tiene el Gobierno marroqu¨ª de decirle a Europa que si quiere que no les lleguen m¨¢s inmigrantes, hay que ayudar a Marruecos. Cuando tengamos el mismo nivel econ¨®mico que Espa?a, pondr¨¢ un buen muro en nuestra frontera y no pasar¨¢ ni un negro m¨¢s'.
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