Dunas atl¨¢nticas
En aquellos tiempos de mi infancia, marcados por las terribles consecuencias de la guerra y la posguerra, la palabra veranear era un signo de poder econ¨®mico que los padres de muchos ni?os no pose¨ªan. Sanl¨²car, Rota, El Puerto o Chipiona (las playas de Huelva no ten¨ªan entonces la misma significaci¨®n) reun¨ªan a las clases m¨¢s acomodadas de la sociedad sevillana. Yo pertenec¨ªa a una rama de los T¨¢vora que no era precisamente de los m¨¢s pudientes y, por tanto, el hecho de veranear no se dio en su justo t¨¦rmino. Sin embargo, lo goc¨¦ plenamente y se qued¨® para siempre grabado en mis recuerdos: mi padre, maestro de obras, trabajador a sueldo de la gran empresa Entrecanales y T¨¢vora, fue destinado a prestar sus servicios -no s¨¦ si de reconstrucci¨®n, reparaci¨®n o ampliaci¨®n del muelle de Chipiona- y, por tal motivo, pas¨¦ varios veranos y varios inviernos en aquel pueblo atl¨¢ntico verde y blanco como su uva.
Mis recuerdos veraniegos tienen olores a marisquer¨ªa de 'corrales' en la marea baja, a largos paseos de la mano de mi madre por la playa de Regla y a arena blanca que se convert¨ªa, mojada por el agua salada del mar, en hermosos castillos sin hadas n¨®rdicas; m¨¢s bien en h¨²medas fortalezas para resistir los tiempos que se viv¨ªan. Son recuerdos hermosos e ingenuos de ni?o pobre en un lugar de veraneo para ni?os ricos. La playa de la Cruz del Mar, los carros cargados de uvas negras como en cascadas de moscatel s¨®lido, los destellos del faro alumbrando y orientando a la gente de la mar y de la tierra, las vi?as y las dunas al intentar, pasado el muelle, caminar por la playa hasta Sanl¨²car, los juegos de las ma?anas escondi¨¦ndote entre los rocosos mont¨ªculos llenos de ostiones, el salpicar de las olas rompi¨¦ndose en la punta del espig¨®n y la mirada de mi madre llena de felicidad chipionera. Chipiona, un singular pueblo andaluz en mis recuerdos, de veranos e inviernos, donde, despu¨¦s, s¨®lo he vuelto en escasas ocasiones.
En los recuerdos de los veranos de mi infancia perduran las primeras vivencias chipioneras, entre los silencios del atardecer en sus doradas puestas de sol, s¨®lo rotos por el sonar del motor de la lancha de los pr¨¢cticos que, partiendo entonces del muelle de Chipiona, conduc¨ªan a los grandes barcos, al salir del Guadalquivir, por caminos seguros de aguas atl¨¢nticas hacia alta mar...
Salvador T¨¢vora es director de la compa?¨ªa La Cuadra y naci¨® en Sevilla en 1934.
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