El misterio laico de De Chirico
Giorgio de Chirico impact¨® al mundo del arte con la creaci¨®n de un universo que a¨²n mantiene intacta la fuerza y el misterio de la ¨¦poca en que fue gestada, en las primeras d¨¦cadas del siglo pasado. Extra?os paisajes urbanos, maniqu¨ªes expectantes, situaciones on¨ªricas. Una muestra con 39 obras, en Bilbao, recoge esta herencia y los rastros de su radical deserci¨®n.
GIORGIO DE CHIRICO
Pintura/dibujo Sala de exposiciones BBK Gran V¨ªa, 32. Bilbao Hasta el 14 de octubre
Hay dos ¨®leos que dividen esta muestra en dos. Se trata de El vaticinador y Composici¨®n geom¨¦trica con paisaje de f¨¢brica, firmados en 1917 y 1918, respectivamente. En ellos se dan cita muchas de las constantes del artista. La angustia a trav¨¦s de la realidad escondida. El vac¨ªo habitante detr¨¢s de los arcos que no lleva a ninguna parte. Las sombras sin l¨®gica, acechantes, pobladas de enigmas. Los maniqu¨ªes trasladados al lienzo sin significado emocional alguno. La yuxtaposici¨®n de lo com¨²n con lo fant¨¢stico. Y la permanente sensaci¨®n de que algo irremediable va a suceder o alguien va a llegar. En suma, todo lo gestado en su etapa metaf¨ªsica contiene un extra?o sentimiento de espera, al tiempo que en sus composiciones -trazadas con perspectivas de horizontes dis¨ªmiles- parece dimanar un vac¨ªo suspendido.
Para entender mejor lo que en esas obras se vive y esclarecer lo que hemos llamado etapa metaf¨ªsica, conviene revisar qui¨¦n fue Giorgio de Chirico, siquiera brevemente. Giorgio de Chirico naci¨® en V¨®los (Grecia), en 1888, de padres italianos. Estudi¨® en M¨²nich a partir de 1906. Se interes¨® por la filosof¨ªa de Nietzsche y Schopenhauer. Se sinti¨® impactado por la pintura rom¨¢ntica decadente de B?cklin y Klinger. Se instal¨® en Par¨ªs en 1910. Picasso y Apollinaire lo recibieron como uno de los suyos. De 1910 a 1913 se convirti¨® en el artista del misterio. Jean Cocteau le llam¨® el pintor del misterio laico. Aunque ya en 1913 Apollinaire hablaba de los 'paisajes metaf¨ªsicos' del artista italiano, la pintura metaf¨ªsica como tal la acu?aron en 1917 el propio De Chirico y Carlo C¨¤rra, pintor adscrito con anterioridad al futurismo.
Flanqueando a los dos ¨®leos citados, en la exposici¨®n hay una obrita menor pintada cuando De Chirico ten¨ªa 20 a?os, y una tinta sobre papel fechada en 1918-1919. El resto de las obras mostradas recorre muy diferentes caminos, cuyas fechas van desde 1922 hasta 1959. Se trata de una treintena de obras, donde abundan los dibujos sobre papel y cart¨®n. En esos dibujos no encontraremos excepcionalidades rese?ables, salvo un retrato de desconocido (1923), y sobre todo los dibujos a l¨¢piz de una dama, Graziella del valle de Graziella (1934) y su autorretrato (1937), que poseen esplendorosas sutilezas, muy estimables.
En cuanto a las pinturas donde prevalecen los temas con caballos, el artista deja entrever enormes desigualdades. ?Qu¨¦ pasaba por la mente de este artista en los a?os posteriores a la etapa metaf¨ªsica? Sencillamente que reneg¨® de ella y de cuanto sonara a modernidad. Su mirada estuvo pendiente de observar c¨®mo pintaban los grandes maestros del Renacimiento, sin olvidarse de valorar a otros como Bellotto y Delacroix, por ejemplo. Se adhiri¨® con gusto a la cultura cl¨¢sica. Su vida carec¨ªa de sentido fuera del ¨¢mbito de los museos.
De esa actitud ideol¨®gica
surgen algunas obras con caballos y jinetes que no parecen sino pastiches de ra¨ªz pompeyana, cuando no grandilocuentes jinetes de altos penachos. Debe contabilizarse, asimismo, la tendencia exagerada al pintar los caballos -cuidadosamente asexuados-, dot¨¢ndoles de colas y crines tumultuosas, de barroco enmara?amiento.
Siempre con el enigma a cuestas, debemos preguntarnos sobre las razones que llevaron a De Chirico a inclinarse por un atrabiliarismo acad¨¦mico, empe?ado en repudiar su obra metaf¨ªsica, que es la tejedora de su gran nombre en la historia del arte contempor¨¢neo. Su obra tan extra?a como angustiosamente original, aquella que marc¨® la l¨ªnea a seguir por quienes fueron despu¨¦s reputados surrealistas, como Max Ernst, Dal¨ª, Magritte y Tanguy, entre otros...
Para que todo lo que ata?e a esta exposici¨®n, y a cuanto aqu¨ª se ha dicho, se convierta en un tropel de contradicciones, en la sala se halla una obra firmada en 1950, titulada El trovador. Es una obra con vocaci¨®n metaf¨ªsica. Posee incluso una factura muy depurada, no en balde De Chirico por esos a?os cincuenta estuvo obsesionado por el refinamiento t¨¦cnico. Sin embargo, no deja de ser una r¨¦plica evocadora de un pasado, en el que no cre¨ªa. El tiempo, h¨¢bil gestor de los laberintos de De Chirico -junto al espacio-, fue siempre el m¨¢s fervoroso aliado de De Chirico, en la etapa metaf¨ªsica.
Fuera de aquel tiempo, esa obra de El trovador no tiene la capacidad de conmovernos. Su ejecuci¨®n se nos figura una impostura, por mucho que lleve la firma del propio De Chirico...
Algo semejante, ma non troppo, sucede con dos obras m¨¢s, tales como el ¨®leo Maniqu¨ªes coloniales (1959) y la escultura de bronce El arque¨®logo (sin fecha, aunque tal vez cercana a 1959). Si bien asoma la intenci¨®n de volver al pasado, los trazos compulsivos y tortuosos en sus ejecuciones descreen de ese retorno a un tiempo sin tiempo. Quiz¨¢ m¨¢s que evocar el pasado lo que se aspira en esas obras es a destruirlo.
Lo que nunca podr¨¢ destruirse es aquel pasaje verbal del cosmos interior de Giorgio de Chirico, tan ejemplarmente descrito por ¨¦l mismo en torno a sus creaciones metaf¨ªsicas: 'Experimentamos los m¨¢s inolvidables movimientos cuando ciertos aspectos del mundo, cuya existencia ignoramos por completo, nos ponen de pronto ante la revelaci¨®n de misterios que se hallan todo el tiempo a nuestro alcance y que no podemos ver porque somos demasiado miopes y no podemos sentir porque nuestros sentidos no est¨¢n debidamente desarrollados. Sus voces muertas nos hablan de cerca, pero suenan como voces de otro planeta'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.