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Entrevista:Pere Gimferrer | LA BIBLIOTECA DEL POETA | LA BIBLIOTECA DEL POETA

'El futuro de la poes¨ªa no lo deciden ni los premiados ni los acad¨¦micos, sino los j¨®venes'

Un repaso a la poes¨ªa a trav¨¦s de nombres propios es el resultado de esta entrevista a uno de los autores catalanes m¨¢s importantes. Recordado como una biblioteca ambulante durante los sesenta, esta conversaci¨®n se convierte en gu¨ªa para adentrarse en la poes¨ªa. El escritor recomienda los mejores atajos, c¨®mo disfrutar por sus rutas y se asoma al futuro del g¨¦nero.

'Rub¨¦n Dar¨ªo sigue siendo un autor recomendable para pasar de la poes¨ªa hist¨®rico-arqueol¨®gica a la que tiene relaci¨®n con la vida contempo-r¨¢nea'
'En la literatura catalana contempor¨¢nea existe un problema: nunca ha acabado de resolver la cuesti¨®n entre reelaborar el l¨¦xico medieval o hacer frente al lenguaje de la vida cotidiana'
'No todos los poetas que te han interesado te siguen a lo largo de toda la vida. Sigo leyendo a Rub¨¦n, G¨®ngora, Rimbaud...'

A partir de 1965, y durante varios a?os, quien esto escribe tuvo la suerte de acceder a una biblioteca fabulosamente bien provista, tanto de literatura cl¨¢sica como moderna; una biblioteca de tama?o reducido, port¨¢til, que respond¨ªa a la forma de cartera de piel color marr¨®n, que cerraba con cremallera, y que Pere Gimferrer llevaba siempre consigo, portando en el interior los libros destinados a ser prestados. El ritual (intercambio de libros ya le¨ªdos por libros por leer) se oficiaba en el bar Vel¨®dromo de la calle de Muntaner, de Barcelona, bar entonces todav¨ªa libre de modas, o en el ahora, y desde hace muchos a?os, inexistente Oro del Rhin de Gran V¨ªa. De aquella biblioteca inestimable, que era el badem de Pere Gimferrer, surg¨ªan las obras completas de Freud, A la recherche du temps perdu, Henry James, Faulkner, Nora Lange, Beatriz Guido, Borges, Cort¨¢zar (cuyas obras a¨²n no se encontraban en las librer¨ªas y ¨¦l adquir¨ªa en las distribuidoras de libros editados en Latinoam¨¦rica), Joyce, Stendhal, Flaubert, Dostoievksi y, por supuesto, libros de poes¨ªa, muchos libros de poes¨ªa: Baudelaire, Rimbaud, Vicente Aleixandre, Fran?ois Villon, Lautr¨¦amont, Pedro Salinas, Cernuda, Homero, Ungaretti, Quasimodo, Rilke, Gil de Biedma, Wallace Stevens, Eliot, Pound, Rub¨¦n Dar¨ªo...

Transcurridos 35 a?os desde que la biblioteca ambulante de Pere Gimferrer supliera para sus amigos de entonces la indigencia libresca propia de la miseria cultural de un pa¨ªs fascista, el encuentro con el poeta se produce hoy en su despacho de la editorial Seix Barral. 'El itinerario del escritor es paralelo al itinerario del lector', escrib¨ªa en su colecci¨®n de ensayos Itinerario de un escritor, en cuyas p¨¢ginas sit¨²a su voluntad de iniciarse en el ejercicio de una literatura 'adulta' paralelamente al descubrimiento de Rub¨¦n Dar¨ªo. ?Recomendar¨ªa hoy la poes¨ªa de Dar¨ªo como lectura capaz de iniciar al lector o a un poeta en ciernes en el lenguaje po¨¦tico? 'Creo que Dar¨ªo sigue siendo un autor recomendable para pasar de la poes¨ªa hist¨®rico-arqueol¨®gica, como es la de Quevedo o G¨®ngora, a la poes¨ªa como algo que tiene relaci¨®n con la vida contempor¨¢nea. A m¨ª, Rub¨¦n me sirvi¨® para esto. (Y, antes que a m¨ª, a Aleixandre y a Josep Maria de Sagarra, entre otros poetas). Y no por su aspecto m¨¢s aparente, sino por realidades m¨¢s profundas, por los aspectos que se refieren m¨¢s marcadamente al amor, a la muerte, o, por ejemplo, a su reacci¨®n violenta frente a la ya entonces incipiente americanizaci¨®n del mundo contempor¨¢neo. Tengo la impresi¨®n, que puede ser falsa naturalmente, de que, en este sentido, Rub¨¦n sigue funcionando para una persona joven, aunque no estoy tan seguro de que esto suceda en caso de que esta persona sea una mujer...'. ?Por qu¨¦? 'No lo s¨¦, no soy mujer. En Rub¨¦n hay aspectos espec¨ªficamente masculinos, como la visi¨®n del erotismo, por ejemplo; aunque masculino, en este caso, no significa machista; en Rub¨¦n hay un erotismo muy masculino, y muy heterosexual, que, me parece, puede ser aceptado por el mundo gay... y, pens¨¢ndolo bien, tambi¨¦n por una mujer, ?por qu¨¦ no? Pero, no s¨¦, eso tendr¨ªa que decirlo una mujer. Hay otros aspectos por los que Rub¨¦n es muy recomendable para quien desee iniciarse en la lectura po¨¦tica: su poes¨ªa es, en gran parte, no toda, rimada, y permite diferenciar la simple interposici¨®n de elementos, que parecen versos, del verso en s¨ª; en sus poemas hay una m¨¦trica muy rigurosa, y permite un buen aprendizaje de m¨¦trica. Eso no es tan f¨¢cil de apreciar en otros poetas posteriores. Otro buen inicio para adentrarse en la lectura po¨¦tica puede ser B¨¦cquer, pero lo considero un poeta menos contempor¨¢neo; B¨¦cquer es el final del romanticismo, no es un comienzo de una etapa, como Rub¨¦n lo es del modernismo. Inversamente, podr¨ªamos decir que Rub¨¦n est¨¢ en el umbral de la poes¨ªa contempor¨¢nea pero no pertenece del todo a ella, o al menos, no en la medida de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, quien se centra m¨¢s en problemas que ya pertenecen a la poes¨ªa contempor¨¢nea. Sin embargo, Juan Ram¨®n, aun siendo un poeta enorme, presenta menos variedad de posibilidades que Rub¨¦n; es un poeta muy abarcador, pero quiz¨¢ no posee esa cualidad, que s¨ª tiene Rub¨¦n, de bifurcarse en muchos poetas que, siendo ¨¦l mismo, ofrecen caminos muy distintos'.

En 1969, Pere Gimferrer public¨® Els miralls, poemario que cerraba una etapa po¨¦tica (la iniciada en 1966 con Arde el mar, obra fundacional de la poes¨ªa peninsular escrita en castellano durante los tres ¨²ltimos decenios, y a la que siguieron La muerte en Beverly Hills y Extra?a fruta y otros poemas) e iniciaba otra en lengua catalana (la recogida en el volumen Miralls, espais i aparicions, 1981, m¨¢s El vendaval, 1988; La llum, 1991; Mascarada, 1996, y El diamant dins l'aigua, 2001). En su momento, el hecho de que Gimferrer optara por la lengua catalana fue uno de los gestos literarios que m¨¢s tinta hizo correr en la prensa cultural de este pa¨ªs, y no es ahora motivo de este encuentro. Sin embargo, no fue una opci¨®n ajena a su formaci¨®n literaria. Su insaciable curiosidad lectora se nutri¨® no s¨®lo de las obras escritas en lengua castellana, sino tambi¨¦n en catal¨¢n, franc¨¦s, ingl¨¦s e italiano. ?A qu¨¦ poeta en lengua catalana atribuye una funci¨®n semejante a la de Rub¨¦n Dar¨ªo?

'Si el lector puede leer catal¨¢n medieval, a Ausias March, pero existe un problema: hay que saber catal¨¢n medieval. Yo empec¨¦ a leer a March a fondo a partir de los 30 a?os, pero por una raz¨®n muy particular: porque es entonces cuando adquiero una formaci¨®n de lectura medieval'. Recuerdo que, mucho antes de haber ¨¦l cumplido esta edad, me descubri¨® a Ausias March. 'Lo hab¨ªa le¨ªdo, s¨ª, pero yo no me atrevo a decir que he le¨ªdo a un poeta si no lo he hecho en su lengua original. En el caso de Ausias March, el lector que no sepa catal¨¢n medieval dispone de una ayuda enorme, que es la versi¨®n en catal¨¢n contempor¨¢neo que de March hizo Joan Fuster. Para un lector no catal¨¢n, est¨¢ la traducci¨®n de Montemayor, la de Quevedo, la de Riquer y las m¨¢s actuales de Masoliver y de Joseph Maria Mic¨®'. Aparte de la del propio Gimferrer, excelente, que edit¨® Alfaguara en su colecci¨®n de cl¨¢sicos.

Dejamos la cuesti¨®n de la traducci¨®n de poes¨ªa y volvemos a las lecturas del Gimferrer adolescente que lee a Vicente Aleixandre y a otros poetas del 27, a la vez que se interna en lectura de poes¨ªa en catal¨¢n y en otros idiomas: 'En franc¨¦s leo a Baudelaire, a Lautr¨¦amont y a Rimbaud. Y, cuando tengo 14 a?os, descubro a un poeta muy importante para m¨ª: Quasimodo, que dio una conferencia en Barcelona y me firm¨® una edici¨®n biling¨¹e, en catal¨¢n. Es un poeta que me sigue interesando mucho. En catal¨¢n, en aquella ¨¦poca, leo a Foix, en la medida en que circula, a Brossa, a Riba..., pero a Riba no lo puedo captar hondamente. El Riba de las Elegies de Bierville y de Salvatje cor, que es el que perdura, es un Riba dif¨ªcilmente asequible a un lector joven; son obras escritas en torno a los cincuenta a?os y reflejan una experiencia dif¨ªcil de asumir para alguien menor de treinta a?os. A una persona joven, o a un lector no muy formado en el lenguaje po¨¦tico, les recomendar¨ªa, aunque parezca una iron¨ªa, a Maragall y a Joan Salvat-Papasseit, que, aunque tienen en com¨²n el ser ling¨¹¨ªsticamente imperfectos, est¨¢n mucho m¨¢s cerca de lo que pueda interesar a una persona joven...'. ?Qu¨¦ consideraci¨®n le merece la poes¨ªa catalana contempor¨¢nea? 'En la literatura catalana contempor¨¢nea existe un problema muy grave: nunca ha acabado de resolver por completo la cuesti¨®n entre reelaborar el l¨¦xico medieval o hacer frente al lenguaje de la vida cotidiana. En el terreno de la prosa, la cuesti¨®n qued¨® bastante resuelta con Josep Pla y Merc¨¦ Rodoreda. En cambio, en verso, el problema de qu¨¦ hacer con la lengua coloquial no siempre se ha resuelto satisfactoriamente. Se han hecho cosas extraordinarias con un material ling¨¹¨ªstico que parte de los poetas medievales, y en este sentido Foix es admirable, tanto como los continuadores de G¨®ngora en el siglo XX en poes¨ªa castellana. El poeta, como dec¨ªa Pound, no puede escribir algo que no sea capaz de decir en una conversaci¨®n (bueno, algunos poetas, porque no es el caso de Foix o de Mallarm¨¦, por ejemplo). Pero el catal¨¢n no puede ser s¨®lo el de Ausias March, ni el de Foix; aunque tampoco el de programas de televisi¨®n como Plats bruts o los de Buenafuente, por mucho que me diviertan. El problema de la relaci¨®n entre lengua culta y lengua cotidiana no est¨¢ resuelto. Carner, que en su vejez reescribi¨® buena parte de su obra, hizo un intento muy serio en este sentido; lleg¨® a estilizar un idioma que, como tal, ya no existe, que es el catal¨¢n que se hablaba en Barcelona cuando ¨¦l era joven, pero es un idioma que nosotros ya no hemos conocido. Se trat¨®, pues, de una tarea extraordinaria sobre una base idiom¨¢tica ya no reconocible para el lector actual. En cambio, y curiosamente, el catal¨¢n de Salvat-Papasseit o de Maragall se acerca m¨¢s al de la gente de hoy d¨ªa. A mi juicio, s¨®lo dos poetas han resuelto el problema: Joan Brossa y Gabriel Ferrater'. ?Maria Merc¨¦-Mar?al? '?Era una poeta extraordinaria, s¨ª! Pero, en este aspecto, es tributaria de Brossa. Es un problema que tambi¨¦n existe en poes¨ªa castellana y que Gil de Biedma, en parte, atin¨® a resolver. Ah¨ª radica una de las grandes aportaciones de Neruda, en la poes¨ªa de Latinoam¨¦rica, y, m¨¢s tarde, de Nicanor Parra'.

Hay un p¨²blico lector, no inculto precisamente, que lee ensayo y novela m¨¢s bien minoritaria, ve cine no comercial, frecuenta museos y exposiciones, asiste a conciertos y, sin embargo, se confiesa incapaz de leer poes¨ªa por las dificultades que entra?a. 'Hay poetas, como G¨®ngora, Rimbaud, Foix o Mallarm¨¦, pongamos por caso, todos ellos extraordinarios, de quienes el lector no debe esperar que le proporcionen la misma informaci¨®n que proporciona la prosa. Hay personas que dif¨ªcilmente escapan a la idea, falsa completamente, de que un texto literario consiste no en las palabras, sino en lo que las palabras designan: el texto literario consiste precisamente en las palabras, no en lo que las palabras denominan; pero esta frontera, que a mi juicio est¨¢ clar¨ªsima y que vale tanto para Mallarm¨¦ como para una novela de un autor aparentemente tan f¨¢cil de leer como Eduardo Mendoza (o como Cervantes o Borges, para el caso es lo mismo), hay muchos lectores que no la captan. Pero, dejando a un lado este aspecto que no puedo desconocer porque es un hecho, existen muchos poetas que cualquier persona puede leer. B¨¦cquer, por ejemplo, Rub¨¦n Dar¨ªo, Neruda... no todo, pero s¨ª el Neruda joven de Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada y Crepusculario, y tambi¨¦n el Neruda pol¨ªtico, que me interesa much¨ªsimo; aunque muchos opinen que est¨¢ superado, el Neruda pol¨ªtico me parece excelente, como Nazhim Himmet y parte de Alberti'. No es habitual o¨ªr a Gimferrer hablando de poes¨ªa pol¨ªtica. 'Una cosa es la forma concreta que la revoluci¨®n tom¨® en el periodo hist¨®rico vivido por Alberti o Neruda, y otra muy distinta es la idea de la revoluci¨®n que aparece en los poemas de estos autores y que no ha envejecido porque no est¨¢ sujeta a la forma hist¨®rica que la revoluci¨®n adquiri¨®. Ya s¨¦ que esto tiene muchos detractores. Pero, para m¨ª, los poemas funcionan aun cuando sepas que, hist¨®ricamente, esta idea de revoluci¨®n no lleg¨® a cumplirse en la realidad. Y lo mismo sirve para Nazhim Himmet. Y para el cine sovi¨¦tico. N¨¦stor Almendros dec¨ªa que, en este sentido, los filmes de Eisenstein pueden ser vistos s¨®lo como una ficci¨®n sin relaci¨®n directa con la vida sovi¨¦tica. El envejecimiento pol¨ªtico no afecta a la obra de arte. ?Qu¨¦ mayor envejecimiento que la lucha entre g¨¹elfos y gibelinos en Dante? ?Sin embargo, esto no te impide leer a Dante!'.

La irrupci¨®n de la poes¨ªa de Gimferrer, en los a?os sesenta, y de la de otros poetas de su generaci¨®n, m¨¢s bien signific¨® un rechazo a la poes¨ªa social peninsular. ?Qu¨¦ relaci¨®n existe entre aquella poes¨ªa social y la poes¨ªa pol¨ªtica de los autores citados? 'Entiendo por poes¨ªa social la que se escrib¨ªa en Espa?a en los a?os cuarenta, cincuenta y comienzos de los sesenta, y presenta una diferencia fundamental respecto a la poes¨ªa pol¨ªtica de Alberti y de Neruda, que es equivalente a la de Paul Eluard, Quasimodo o Aragon, por ejemplo, y est¨¢ relacionada con la actitud que la vanguardia tom¨® en su vertiente pol¨ªticamente revolucionaria. Esto quiz¨¢ hay que tenerlo en cuenta, en cierto aspecto, en Miguel Hern¨¢ndez, mezclado con su vertiente gongorina. En la posguerra espa?ola se da otra situaci¨®n: el tajo de la guerra civil fue muy profundo y no fue seguido por un cambio pol¨ªtico, como ocurri¨® en Europa; en poetas europeos como Aragon o Quasimodo, la prolongaci¨®n de la vanguardia en poes¨ªa ten¨ªa un sentido; en Espa?a, donde se vivi¨® bajo el fascismo, se produjo un repliegue hacia formas est¨¦ticas anteriores a la generaci¨®n del 27 y que, de modo indirecto, produjo una tendencia a lo aut¨®ctono que parec¨ªa haber desterrado de la poes¨ªa espa?ola a Rub¨¦n Dar¨ªo. Esta tendencia a lo aut¨®ctono no era nueva, se dio ya en el romanticismo espa?ol. Este repliegue (que no vale para algunas excepciones, como la de Rosales) es lo que yo rechazaba de la poes¨ªa social peninsular: hacer lo que hubiera hecho Campoamor de haber vivido en los a?os cuarenta y cincuenta. No obstante, de esta ¨¦poca, existen obras muy valiosas, como Cuerpos transparentes, de Celaya, pese a ser un poeta con el que nunca comulgu¨¦. Y Blas de Otero era un poeta excepcional, muy mal tratado por la historia; incluso los poetas de izquierda se han burlado de ¨¦l inmerecidamente. Lo que hizo Blas de Otero con ?ngel fieramente humano, con Redoble de conciencia, y tambi¨¦n con Pido la paz y la palabra e incluso con Lo que trata de Espa?a sigue teniendo toda mi admiraci¨®n, porque s¨ª que es poes¨ªa moderna posterior a la vanguardia. Lo que ocurre con Blas de Otero es una injusticia que clama al cielo'.

Esta tendencia de la poes¨ªa peninsular en castellano por nutrirse de lo aut¨®ctono contra la que arremeti¨® Gimferrer y buena parte de los poetas de su generaci¨®n, ?no es una de las dominantes de la poes¨ªa actual? 'Si nos fijamos en la poes¨ªa m¨¢s premiada o m¨¢s le¨ªda, s¨ª; pero si atendemos a la m¨¢s importante, a la de Gil de Biedma, la de Ory, tan injustamente marginado por cierto; la de Valente o la del Juan Ram¨®n recuperado, no. La poes¨ªa m¨¢s premiada, o la de los poetas que salen m¨¢s en los peri¨®dicos, ya forma parte del pasado, y esto me incluye a m¨ª mismo. El futuro de la poes¨ªa no lo deciden los poetas que obtienen m¨¢s premios, ni los m¨¢s le¨ªdos ni los que est¨¢n en la Academia, ?no, no, al contrario! Son poetas que ahora tienen 20 y 25 a?os y que ya est¨¢n haciendo otra cosa, est¨¢n en Aleixandre, en el Juan Ram¨®n de madurez, en el Cernuda juvenil... Estoy pensando en P¨¦rez Azaustre, en Jos¨¦ Luis Rey, en Goretti Ram¨ªrez, que est¨¢ en la estela de Robayna y, por tanto, en la de Valente. Son muy distintos entre s¨ª, y el futuro de la poes¨ªa depende de la elecci¨®n que hagan estos poetas y otros de la misma edad'. ?Qu¨¦ poetas peninsulares recomendar¨ªa a un lector com¨²n? 'Depende..., pero hay algo que no podemos olvidar: en poes¨ªa, el lector, para creer que algo es est¨¦ticamente v¨¢lido, necesita reconocer las palabras que emplea cada d¨ªa en su propio idioma. En este sentido, a un gallego le recomendar¨ªa, m¨¢s que a Rosal¨ªa de Castro, las cantigas de amigo; a un catal¨¢n, a March, a Salvat-Papasseit y a Brossa; a un castellano, a G¨®ngora y a Rub¨¦n Dar¨ªo, y, si es de Castilla, a Claudio Rodr¨ªguez; a un barcelon¨¦s castellano hablante, a Gil de Biedma; a un vasco, a Atxaga... Aunque esto no justifica la tendencia a leer s¨®lo en la propia lengua'.

Hace un par de a?os, en Barcelona, en su presentaci¨®n de una lectura de la poeta argentina Ana Becciu, Gimferrer dijo que, durante la posguerra, la poes¨ªa que se escribi¨® en espa?ol de Latinoam¨¦rica fue, en cierta medida, la que deb¨ªa haberse escrito en Espa?a en la misma ¨¦poca. 'Esto est¨¢ clar¨ªsimo en Octavio paz, en Nicanor Parra, en Lezama Lima. Por eso la poes¨ªa latinoamericana me interes¨® tanto a m¨ª como a los de mi generaci¨®n. En arte, no creo en el progreso. Lo que se hac¨ªa en Altamira no era ni mejor ni peor que lo que podamos hacer nosotros, no hay avance ni retroceso; pero s¨ª creo en la historia de la literatura. Y la frecuencia hist¨®rica no nos lleva de Poeta en Nueva York a la obra de los poetas espa?oles de posguerra por mucho respeto que tenga por alguno de ellos. Lezama no se explica sin la recuperaci¨®n de G¨®ngora llevada a cabo por D¨¢maso Alonso y la generaci¨®n del 27; Octavio Paz no es concebible sin la generaci¨®n del 27 (y ¨¦l mismo lo dijo), aunque tampoco sin la poes¨ªa francesa e inglesa, claro'. ?Qu¨¦ poetas latinoamericanos recomendar¨ªa? 'Muchos de los m¨¢s importantes, como Olga Orozco, Girri, Paz... han muerto. Quedan Nicanor Parra, Jos¨¦ Emilio Pacheco... No conozco bien la obra de poetas m¨¢s j¨®venes, conozco la de algunos, pero de un modo azaroso, racheado, que no puede darme un conocimiento real de la poes¨ªa actual latinoamericana'.

Para un lector actual, dada la penosa situaci¨®n de la ense?anza de las humanidades, los contenidos de la obra de los autores cl¨¢sicos le resultan cada vez m¨¢s inasequibles. 'No lo creo del todo cierto; al menos no en el caso de muchos autores griegos y latinos. Me parece improbable que un lector no capte algo en Virgilio, en Ovidio o en Catulo, de quienes existen versiones biling¨¹es. Siempre hay algo que llega al lector. Ocurre lo mismo con Shakespeare. ?Qu¨¦? No lo s¨¦. Quiz¨¢ obedezca a aquella frase de Goethe, que dec¨ªa: 'S¨®lo la alta poes¨ªa es traducible'. Aunque esto no justifica...'. S¨ª, la tendencia a leer s¨®lo en la propia lengua.

Pero, ?c¨®mo se enfrenta el lector actual a poetas como G¨®ngora y Dante, tan fundamentales para Gimferrer? 'El problema entre Dante y el mundo moderno ya est¨¢ resuelto: aparte de los dantistas, Eliot y Borges (en Siete ensayos dantescos y otras cosas) ya lo han hecho. Si no se puede leer en italiano, est¨¢ la traducci¨®n castellana de ?ngel Crespo, y, en catal¨¢n, aparte de la de Sagarra, que es muy buena, existe la traducci¨®n medieval de Andr¨¦ Fabr¨¦, que uso bastante por la proximidad filol¨®gica. En cuanto a G¨®ngora..., en los problemas de arte menor y en los sonetos no plantea ning¨²n problema para el lector com¨²n; los poemas narrativos ya son otra cosa. Para leerlos, el estudio de D¨¢maso Alonso es insustituible; se puede discrepar de ¨¦l en alg¨²n punto, pero es insustituible. Naturalmente, despu¨¦s de leer a D¨¢maso hay que volver a G¨®ngora. Tambi¨¦n est¨¢n los comentarios a G¨®ngora escritos por sus contempor¨¢neos. Y a¨²n hay otra posibilidad: leer a G¨®ngora prescindiendo de int¨¦rpretes y entendiendo lo que entiendas. As¨ª lo ley¨® Rub¨¦n Dar¨ªo, y tambi¨¦n Cernuda. Y as¨ª es como hay que leer a Rimbaud, que, en este sentido, es m¨¢s dif¨ªcil de leer que G¨®ngora. El lector puede llegar a saber qu¨¦ se propon¨ªa decir G¨®ngora, Mallarm¨¦ o Foix, pero en el caso de Rimbaud no existe una interpretaci¨®n un¨ªvoca y aceptada por todos. Hay que leerlo como si escucharas m¨²sica o contemplaras una pintura'.

Byron, concretamente su Don Juan, era una de sus pasiones compartidas con Jaime Gil de Biedma: 'S¨ª, a Gil de Biedma le gustaba mucho. Y a Aleixandre tambi¨¦n. Ahora existe una traducci¨®n biling¨¹e de Don Juan, de Byron, pero hay que leerlo en ingl¨¦s por la enorme invenci¨®n de las rimas, absurdas a veces, pero que funcionan. Es notable la enorme gracia con que, en un poema narrativo, introduce cualquier cosa, da cabida a todo, a un ataque a un enemigo pol¨ªtico, a un enemigo personal, a su hermana, a poetas con quienes rivaliza, a cuestiones pol¨ªticas de la Inglaterra de la ¨¦poca... Byron ha dejado huella en m¨ª'. ?De ah¨ª la irrupci¨®n contra Felipe Gonz¨¢lez en su poema Mascarada? 'Exacto'. Pound, Eliot, Saint-John Perse, Ungaretti, Quasimodo, Wallace Stevens..., ?seguir¨ªan saliendo hoy de aquella cartera que, en mi recuerdo, parec¨ªa no tener fondo? 'Eliot, sin duda, y tambi¨¦n Saint-John Perse, aunque a ¨¦ste, como a Ungaretti y a Pound, ahora los leo menos, quiz¨¢ porque la funci¨®n que deb¨ªan cumplir en m¨ª ya est¨¢ consumada. Wallace Stevens sigue siendo, para mi gusto, el mejor poeta norteamericano. Lo que ocurre es que no todos los poetas que te han interesado te siguen a lo largo de toda la vida. ?Qu¨¦ sigo leyendo? Rub¨¦n, G¨®ngora, Rimbaud... y poetas en quienes a¨²n me falta afinar cosas, como Ausias March. Ahora quiz¨¢ leo m¨¢s prosa. Y poetas con quienes he tenido una vinculaci¨®n intensa, como Biedma, Aleixandre, Alberti y Octavio Paz. Leo mucho el Romancero. ?Manrique? Me es muy ajeno, me siento m¨¢s cerca del marqu¨¦s de Santillana, aunque s¨¦ que es un poeta inferior. Me siento muy ajeno a Manrique, nunca me he podido identificar con esta actitud tan recia, tan de un hombre castellano de aquel momento. Me ocurre algo similar con Cervantes: he le¨ªdo tres veces el Quijote, lo considero admirable, pero no es importante en mi vida; en cambio, s¨ª lo es el Persiles. En general, la literatura realista me interesa muy poco, y, en particular, el realismo hisp¨¢nico me resulta particularmente ingrato, de ah¨ª que no me interese la picaresca. G¨®ngora, que es un personaje enormemente antip¨¢tico, me fascina porque su capacidad para entrar a fondo en el idioma es superior a cualquier reserva que puedes tener respecto a su car¨¢cter. En medida no menor que Quevedo o Calder¨®n, tiene rasgos absolutivos de car¨¢cter que podr¨ªan desagradarme, pero el trabajo que hace con el idioma es tan profundo que est¨¢ por encima de esto. Por la misma raz¨®n, soy un entusiasta de Calder¨®n. Nunca me ha agradado Garcilaso; en cambio, siempre me ha ca¨ªdo simp¨¢tico Lope, pese a que muchos lo detestan. Lope poeta l¨ªrico me gusta much¨ªsimo, y Lope poeta dram¨¢tico, tambi¨¦n; no digamos ya el Lope de La Dorotea, que es una obra excelente'.

Gimferrer manifest¨®, en diversas ocasiones, su admiraci¨®n por la poes¨ªa de Maria Merc¨¦ Mar?al. ?Qu¨¦ otras poetas mujeres destacar¨ªa? 'En catal¨¢n, Rosa Leveroni. Y es m¨¢s que aceptable la poes¨ªa de Merc¨¦ Rodoreda, tributaria, en cierto modo, de la de Armand Obiols, que era un poeta extraordinario. En castellano: Olga Orozco, Rosa Chacel, Ernestina de Champurc¨ª, Delmira Agustina, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, a quien, injustamente, nadie lee; Guadalupe Aamor, Idea Vilari?o, Alejandra Pizarnik y Ana Becciu... La brasile?a Eunice Odio me gusta mucho. Y est¨¢n las poetas del mundo anglosaj¨®n: Hilde Dootlie, Elisabeth Barret Browning, Emily Br?nte, Elisabeth Bishop, Emily Dickinson... Y, yendo m¨¢s atr¨¢s en el tiempo, est¨¢n las trovairits, cuya obra recogi¨® Mart¨ªn de Riquer, y las italianas como Gaspara Stampa y Vitoria Colonna, cuya poes¨ªa es indiscernible respecto a la de los poetas varones de su misma ¨¦poca. Y considero extraordinarios los lais de Mar¨ªa de Francia.

A los autores en lengua castellana que hemos ido citando y que nos recomendaba hace m¨¢s de treinta a?os, ?a qui¨¦n a?adir¨ªa hoy? 'Bueno, no ha pasado tanto tiempo. Adem¨¢s, en poes¨ªa espa?ola, no ha vuelto a producirse una conmoci¨®n como la que signific¨® pasar de N¨²?ez de Arce a Rub¨¦n Dar¨ªo. Esto es evidente'. Y rotundo.A partir de 1965, y durante varios a?os, quien esto escribe tuvo la suerte de acceder a una biblioteca fabulosamente bien provista, tanto de literatura cl¨¢sica como moderna; una biblioteca de tama?o reducido, port¨¢til, que respond¨ªa a la forma de cartera de piel color marr¨®n, que cerraba con cremallera, y que Pere Gimferrer llevaba siempre consigo, portando en el interior los libros destinados a ser prestados. El ritual (intercambio de libros ya le¨ªdos por libros por leer) se oficiaba en el bar Vel¨®dromo de la calle de Muntaner, de Barcelona, bar entonces todav¨ªa libre de modas, o en el ahora, y desde hace muchos a?os, inexistente Oro del Rhin de Gran V¨ªa. De aquella biblioteca inestimable, que era el badem de Pere Gimferrer, surg¨ªan las obras completas de Freud, A la recherche du temps perdu, Henry James, Faulkner, Nora Lange, Beatriz Guido, Borges, Cort¨¢zar (cuyas obras a¨²n no se encontraban en las librer¨ªas y ¨¦l adquir¨ªa en las distribuidoras de libros editados en Latinoam¨¦rica), Joyce, Stendhal, Flaubert, Dostoievksi y, por supuesto, libros de poes¨ªa, muchos libros de poes¨ªa: Baudelaire, Rimbaud, Vicente Aleixandre, Fran?ois Villon, Lautr¨¦amont, Pedro Salinas, Cernuda, Homero, Ungaretti, Quasimodo, Rilke, Gil de Biedma, Wallace Stevens, Eliot, Pound, Rub¨¦n Dar¨ªo...

Transcurridos 35 a?os desde que la biblioteca ambulante de Pere Gimferrer supliera para sus amigos de entonces la indigencia libresca propia de la miseria cultural de un pa¨ªs fascista, el encuentro con el poeta se produce hoy en su despacho de la editorial Seix Barral. 'El itinerario del escritor es paralelo al itinerario del lector', escrib¨ªa en su colecci¨®n de ensayos Itinerario de un escritor, en cuyas p¨¢ginas sit¨²a su voluntad de iniciarse en el ejercicio de una literatura 'adulta' paralelamente al descubrimiento de Rub¨¦n Dar¨ªo. ?Recomendar¨ªa hoy la poes¨ªa de Dar¨ªo como lectura capaz de iniciar al lector o a un poeta en ciernes en el lenguaje po¨¦tico? 'Creo que Dar¨ªo sigue siendo un autor recomendable para pasar de la poes¨ªa hist¨®rico-arqueol¨®gica, como es la de Quevedo o G¨®ngora, a la poes¨ªa como algo que tiene relaci¨®n con la vida contempor¨¢nea. A m¨ª, Rub¨¦n me sirvi¨® para esto. (Y, antes que a m¨ª, a Aleixandre y a Josep Maria de Sagarra, entre otros poetas). Y no por su aspecto m¨¢s aparente, sino por realidades m¨¢s profundas, por los aspectos que se refieren m¨¢s marcadamente al amor, a la muerte, o, por ejemplo, a su reacci¨®n violenta frente a la ya entonces incipiente americanizaci¨®n del mundo contempor¨¢neo. Tengo la impresi¨®n, que puede ser falsa naturalmente, de que, en este sentido, Rub¨¦n sigue funcionando para una persona joven, aunque no estoy tan seguro de que esto suceda en caso de que esta persona sea una mujer...'. ?Por qu¨¦? 'No lo s¨¦, no soy mujer. En Rub¨¦n hay aspectos espec¨ªficamente masculinos, como la visi¨®n del erotismo, por ejemplo; aunque masculino, en este caso, no significa machista; en Rub¨¦n hay un erotismo muy masculino, y muy heterosexual, que, me parece, puede ser aceptado por el mundo gay... y, pens¨¢ndolo bien, tambi¨¦n por una mujer, ?por qu¨¦ no? Pero, no s¨¦, eso tendr¨ªa que decirlo una mujer. Hay otros aspectos por los que Rub¨¦n es muy recomendable para quien desee iniciarse en la lectura po¨¦tica: su poes¨ªa es, en gran parte, no toda, rimada, y permite diferenciar la simple interposici¨®n de elementos, que parecen versos, del verso en s¨ª; en sus poemas hay una m¨¦trica muy rigurosa, y permite un buen aprendizaje de m¨¦trica. Eso no es tan f¨¢cil de apreciar en otros poetas posteriores. Otro buen inicio para adentrarse en la lectura po¨¦tica puede ser B¨¦cquer, pero lo considero un poeta menos contempor¨¢neo; B¨¦cquer es el final del romanticismo, no es un comienzo de una etapa, como Rub¨¦n lo es del modernismo. Inversamente, podr¨ªamos decir que Rub¨¦n est¨¢ en el umbral de la poes¨ªa contempor¨¢nea pero no pertenece del todo a ella, o al menos, no en la medida de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, quien se centra m¨¢s en problemas que ya pertenecen a la poes¨ªa contempor¨¢nea. Sin embargo, Juan Ram¨®n, aun siendo un poeta enorme, presenta menos variedad de posibilidades que Rub¨¦n; es un poeta muy abarcador, pero quiz¨¢ no posee esa cualidad, que s¨ª tiene Rub¨¦n, de bifurcarse en muchos poetas que, siendo ¨¦l mismo, ofrecen caminos muy distintos'.

En 1969, Pere Gimferrer public¨® Els miralls, poemario que cerraba una etapa po¨¦tica (la iniciada en 1966 con Arde el mar, obra fundacional de la poes¨ªa peninsular escrita en castellano durante los tres ¨²ltimos decenios, y a la que siguieron La muerte en Beverly Hills y Extra?a fruta y otros poemas) e iniciaba otra en lengua catalana (la recogida en el volumen Miralls, espais i aparicions, 1981, m¨¢s El vendaval, 1988; La llum, 1991; Mascarada, 1996, y El diamant dins l'aigua, 2001). En su momento, el hecho de que Gimferrer optara por la lengua catalana fue uno de los gestos literarios que m¨¢s tinta hizo correr en la prensa cultural de este pa¨ªs, y no es ahora motivo de este encuentro. Sin embargo, no fue una opci¨®n ajena a su formaci¨®n literaria. Su insaciable curiosidad lectora se nutri¨® no s¨®lo de las obras escritas en lengua castellana, sino tambi¨¦n en catal¨¢n, franc¨¦s, ingl¨¦s e italiano. ?A qu¨¦ poeta en lengua catalana atribuye una funci¨®n semejante a la de Rub¨¦n Dar¨ªo?

'Si el lector puede leer catal¨¢n medieval, a Ausias March, pero existe un problema: hay que saber catal¨¢n medieval. Yo empec¨¦ a leer a March a fondo a partir de los 30 a?os, pero por una raz¨®n muy particular: porque es entonces cuando adquiero una formaci¨®n de lectura medieval'. Recuerdo que, mucho antes de haber ¨¦l cumplido esta edad, me descubri¨® a Ausias March. 'Lo hab¨ªa le¨ªdo, s¨ª, pero yo no me atrevo a decir que he le¨ªdo a un poeta si no lo he hecho en su lengua original. En el caso de Ausias March, el lector que no sepa catal¨¢n medieval dispone de una ayuda enorme, que es la versi¨®n en catal¨¢n contempor¨¢neo que de March hizo Joan Fuster. Para un lector no catal¨¢n, est¨¢ la traducci¨®n de Montemayor, la de Quevedo, la de Riquer y las m¨¢s actuales de Masoliver y de Joseph Maria Mic¨®'. Aparte de la del propio Gimferrer, excelente, que edit¨® Alfaguara en su colecci¨®n de cl¨¢sicos.

Dejamos la cuesti¨®n de la traducci¨®n de poes¨ªa y volvemos a las lecturas del Gimferrer adolescente que lee a Vicente Aleixandre y a otros poetas del 27, a la vez que se interna en lectura de poes¨ªa en catal¨¢n y en otros idiomas: 'En franc¨¦s leo a Baudelaire, a Lautr¨¦amont y a Rimbaud. Y, cuando tengo 14 a?os, descubro a un poeta muy importante para m¨ª: Quasimodo, que dio una conferencia en Barcelona y me firm¨® una edici¨®n biling¨¹e, en catal¨¢n. Es un poeta que me sigue interesando mucho. En catal¨¢n, en aquella ¨¦poca, leo a Foix, en la medida en que circula, a Brossa, a Riba..., pero a Riba no lo puedo captar hondamente. El Riba de las Elegies de Bierville y de Salvatje cor, que es el que perdura, es un Riba dif¨ªcilmente asequible a un lector joven; son obras escritas en torno a los cincuenta a?os y reflejan una experiencia dif¨ªcil de asumir para alguien menor de treinta a?os. A una persona joven, o a un lector no muy formado en el lenguaje po¨¦tico, les recomendar¨ªa, aunque parezca una iron¨ªa, a Maragall y a Joan Salvat-Papasseit, que, aunque tienen en com¨²n el ser ling¨¹¨ªsticamente imperfectos, est¨¢n mucho m¨¢s cerca de lo que pueda interesar a una persona joven...'. ?Qu¨¦ consideraci¨®n le merece la poes¨ªa catalana contempor¨¢nea? 'En la literatura catalana contempor¨¢nea existe un problema muy grave: nunca ha acabado de resolver por completo la cuesti¨®n entre reelaborar el l¨¦xico medieval o hacer frente al lenguaje de la vida cotidiana. En el terreno de la prosa, la cuesti¨®n qued¨® bastante resuelta con Josep Pla y Merc¨¦ Rodoreda. En cambio, en verso, el problema de qu¨¦ hacer con la lengua coloquial no siempre se ha resuelto satisfactoriamente. Se han hecho cosas extraordinarias con un material ling¨¹¨ªstico que parte de los poetas medievales, y en este sentido Foix es admirable, tanto como los continuadores de G¨®ngora en el siglo XX en poes¨ªa castellana. El poeta, como dec¨ªa Pound, no puede escribir algo que no sea capaz de decir en una conversaci¨®n (bueno, algunos poetas, porque no es el caso de Foix o de Mallarm¨¦, por ejemplo). Pero el catal¨¢n no puede ser s¨®lo el de Ausias March, ni el de Foix; aunque tampoco el de programas de televisi¨®n como Plats bruts o los de Buenafuente, por mucho que me diviertan. El problema de la relaci¨®n entre lengua culta y lengua cotidiana no est¨¢ resuelto. Carner, que en su vejez reescribi¨® buena parte de su obra, hizo un intento muy serio en este sentido; lleg¨® a estilizar un idioma que, como tal, ya no existe, que es el catal¨¢n que se hablaba en Barcelona cuando ¨¦l era joven, pero es un idioma que nosotros ya no hemos conocido. Se trat¨®, pues, de una tarea extraordinaria sobre una base idiom¨¢tica ya no reconocible para el lector actual. En cambio, y curiosamente, el catal¨¢n de Salvat-Papasseit o de Maragall se acerca m¨¢s al de la gente de hoy d¨ªa. A mi juicio, s¨®lo dos poetas han resuelto el problema: Joan Brossa y Gabriel Ferrater'. ?Maria Merc¨¦-Mar?al? '?Era una poeta extraordinaria, s¨ª! Pero, en este aspecto, es tributaria de Brossa. Es un problema que tambi¨¦n existe en poes¨ªa castellana y que Gil de Biedma, en parte, atin¨® a resolver. Ah¨ª radica una de las grandes aportaciones de Neruda, en la poes¨ªa de Latinoam¨¦rica, y, m¨¢s tarde, de Nicanor Parra'.

Hay un p¨²blico lector, no inculto precisamente, que lee ensayo y novela m¨¢s bien minoritaria, ve cine no comercial, frecuenta museos y exposiciones, asiste a conciertos y, sin embargo, se confiesa incapaz de leer poes¨ªa por las dificultades que entra?a. 'Hay poetas, como G¨®ngora, Rimbaud, Foix o Mallarm¨¦, pongamos por caso, todos ellos extraordinarios, de quienes el lector no debe esperar que le proporcionen la misma informaci¨®n que proporciona la prosa. Hay personas que dif¨ªcilmente escapan a la idea, falsa completamente, de que un texto literario consiste no en las palabras, sino en lo que las palabras designan: el texto literario consiste precisamente en las palabras, no en lo que las palabras denominan; pero esta frontera, que a mi juicio est¨¢ clar¨ªsima y que vale tanto para Mallarm¨¦ como para una novela de un autor aparentemente tan f¨¢cil de leer como Eduardo Mendoza (o como Cervantes o Borges, para el caso es lo mismo), hay muchos lectores que no la captan. Pero, dejando a un lado este aspecto que no puedo desconocer porque es un hecho, existen muchos poetas que cualquier persona puede leer. B¨¦cquer, por ejemplo, Rub¨¦n Dar¨ªo, Neruda... no todo, pero s¨ª el Neruda joven de Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada y Crepusculario, y tambi¨¦n el Neruda pol¨ªtico, que me interesa much¨ªsimo; aunque muchos opinen que est¨¢ superado, el Neruda pol¨ªtico me parece excelente, como Nazhim Himmet y parte de Alberti'. No es habitual o¨ªr a Gimferrer hablando de poes¨ªa pol¨ªtica. 'Una cosa es la forma concreta que la revoluci¨®n tom¨® en el periodo hist¨®rico vivido por Alberti o Neruda, y otra muy distinta es la idea de la revoluci¨®n que aparece en los poemas de estos autores y que no ha envejecido porque no est¨¢ sujeta a la forma hist¨®rica que la revoluci¨®n adquiri¨®. Ya s¨¦ que esto tiene muchos detractores. Pero, para m¨ª, los poemas funcionan aun cuando sepas que, hist¨®ricamente, esta idea de revoluci¨®n no lleg¨® a cumplirse en la realidad. Y lo mismo sirve para Nazhim Himmet. Y para el cine sovi¨¦tico. N¨¦stor Almendros dec¨ªa que, en este sentido, los filmes de Eisenstein pueden ser vistos s¨®lo como una ficci¨®n sin relaci¨®n directa con la vida sovi¨¦tica. El envejecimiento pol¨ªtico no afecta a la obra de arte. ?Qu¨¦ mayor envejecimiento que la lucha entre g¨¹elfos y gibelinos en Dante? ?Sin embargo, esto no te impide leer a Dante!'.

La irrupci¨®n de la poes¨ªa de Gimferrer, en los a?os sesenta, y de la de otros poetas de su generaci¨®n, m¨¢s bien signific¨® un rechazo a la poes¨ªa social peninsular. ?Qu¨¦ relaci¨®n existe entre aquella poes¨ªa social y la poes¨ªa pol¨ªtica de los autores citados? 'Entiendo por poes¨ªa social la que se escrib¨ªa en Espa?a en los a?os cuarenta, cincuenta y comienzos de los sesenta, y presenta una diferencia fundamental respecto a la poes¨ªa pol¨ªtica de Alberti y de Neruda, que es equivalente a la de Paul Eluard, Quasimodo o Aragon, por ejemplo, y est¨¢ relacionada con la actitud que la vanguardia tom¨® en su vertiente pol¨ªticamente revolucionaria. Esto quiz¨¢ hay que tenerlo en cuenta, en cierto aspecto, en Miguel Hern¨¢ndez, mezclado con su vertiente gongorina. En la posguerra espa?ola se da otra situaci¨®n: el tajo de la guerra civil fue muy profundo y no fue seguido por un cambio pol¨ªtico, como ocurri¨® en Europa; en poetas europeos como Aragon o Quasimodo, la prolongaci¨®n de la vanguardia en poes¨ªa ten¨ªa un sentido; en Espa?a, donde se vivi¨® bajo el fascismo, se produjo un repliegue hacia formas est¨¦ticas anteriores a la generaci¨®n del 27 y que, de modo indirecto, produjo una tendencia a lo aut¨®ctono que parec¨ªa haber desterrado de la poes¨ªa espa?ola a Rub¨¦n Dar¨ªo. Esta tendencia a lo aut¨®ctono no era nueva, se dio ya en el romanticismo espa?ol. Este repliegue (que no vale para algunas excepciones, como la de Rosales) es lo que yo rechazaba de la poes¨ªa social peninsular: hacer lo que hubiera hecho Campoamor de haber vivido en los a?os cuarenta y cincuenta. No obstante, de esta ¨¦poca, existen obras muy valiosas, como Cuerpos transparentes, de Celaya, pese a ser un poeta con el que nunca comulgu¨¦. Y Blas de Otero era un poeta excepcional, muy mal tratado por la historia; incluso los poetas de izquierda se han burlado de ¨¦l inmerecidamente. Lo que hizo Blas de Otero con ?ngel fieramente humano, con Redoble de conciencia, y tambi¨¦n con Pido la paz y la palabra e incluso con Lo que trata de Espa?a sigue teniendo toda mi admiraci¨®n, porque s¨ª que es poes¨ªa moderna posterior a la vanguardia. Lo que ocurre con Blas de Otero es una injusticia que clama al cielo'.

Esta tendencia de la poes¨ªa peninsular en castellano por nutrirse de lo aut¨®ctono contra la que arremeti¨® Gimferrer y buena parte de los poetas de su generaci¨®n, ?no es una de las dominantes de la poes¨ªa actual? 'Si nos fijamos en la poes¨ªa m¨¢s premiada o m¨¢s le¨ªda, s¨ª; pero si atendemos a la m¨¢s importante, a la de Gil de Biedma, la de Ory, tan injustamente marginado por cierto; la de Valente o la del Juan Ram¨®n recuperado, no. La poes¨ªa m¨¢s premiada, o la de los poetas que salen m¨¢s en los peri¨®dicos, ya forma parte del pasado, y esto me incluye a m¨ª mismo. El futuro de la poes¨ªa no lo deciden los poetas que obtienen m¨¢s premios, ni los m¨¢s le¨ªdos ni los que est¨¢n en la Academia, ?no, no, al contrario! Son poetas que ahora tienen 20 y 25 a?os y que ya est¨¢n haciendo otra cosa, est¨¢n en Aleixandre, en el Juan Ram¨®n de madurez, en el Cernuda juvenil... Estoy pensando en P¨¦rez Azaustre, en Jos¨¦ Luis Rey, en Goretti Ram¨ªrez, que est¨¢ en la estela de Robayna y, por tanto, en la de Valente. Son muy distintos entre s¨ª, y el futuro de la poes¨ªa depende de la elecci¨®n que hagan estos poetas y otros de la misma edad'. ?Qu¨¦ poetas peninsulares recomendar¨ªa a un lector com¨²n? 'Depende..., pero hay algo que no podemos olvidar: en poes¨ªa, el lector, para creer que algo es est¨¦ticamente v¨¢lido, necesita reconocer las palabras que emplea cada d¨ªa en su propio idioma. En este sentido, a un gallego le recomendar¨ªa, m¨¢s que a Rosal¨ªa de Castro, las cantigas de amigo; a un catal¨¢n, a March, a Salvat-Papasseit y a Brossa; a un castellano, a G¨®ngora y a Rub¨¦n Dar¨ªo, y, si es de Castilla, a Claudio Rodr¨ªguez; a un barcelon¨¦s castellano hablante, a Gil de Biedma; a un vasco, a Atxaga... Aunque esto no justifica la tendencia a leer s¨®lo en la propia lengua'.

Hace un par de a?os, en Barcelona, en su presentaci¨®n de una lectura de la poeta argentina Ana Becciu, Gimferrer dijo que, durante la posguerra, la poes¨ªa que se escribi¨® en espa?ol de Latinoam¨¦rica fue, en cierta medida, la que deb¨ªa haberse escrito en Espa?a en la misma ¨¦poca. 'Esto est¨¢ clar¨ªsimo en Octavio paz, en Nicanor Parra, en Lezama Lima. Por eso la poes¨ªa latinoamericana me interes¨® tanto a m¨ª como a los de mi generaci¨®n. En arte, no creo en el progreso. Lo que se hac¨ªa en Altamira no era ni mejor ni peor que lo que podamos hacer nosotros, no hay avance ni retroceso; pero s¨ª creo en la historia de la literatura. Y la frecuencia hist¨®rica no nos lleva de Poeta en Nueva York a la obra de los poetas espa?oles de posguerra por mucho respeto que tenga por alguno de ellos. Lezama no se explica sin la recuperaci¨®n de G¨®ngora llevada a cabo por D¨¢maso Alonso y la generaci¨®n del 27; Octavio Paz no es concebible sin la generaci¨®n del 27 (y ¨¦l mismo lo dijo), aunque tampoco sin la poes¨ªa francesa e inglesa, claro'. ?Qu¨¦ poetas latinoamericanos recomendar¨ªa? 'Muchos de los m¨¢s importantes, como Olga Orozco, Girri, Paz... han muerto. Quedan Nicanor Parra, Jos¨¦ Emilio Pacheco... No conozco bien la obra de poetas m¨¢s j¨®venes, conozco la de algunos, pero de un modo azaroso, racheado, que no puede darme un conocimiento real de la poes¨ªa actual latinoamericana'.

Para un lector actual, dada la penosa situaci¨®n de la ense?anza de las humanidades, los contenidos de la obra de los autores cl¨¢sicos le resultan cada vez m¨¢s inasequibles. 'No lo creo del todo cierto; al menos no en el caso de muchos autores griegos y latinos. Me parece improbable que un lector no capte algo en Virgilio, en Ovidio o en Catulo, de quienes existen versiones biling¨¹es. Siempre hay algo que llega al lector. Ocurre lo mismo con Shakespeare. ?Qu¨¦? No lo s¨¦. Quiz¨¢ obedezca a aquella frase de Goethe, que dec¨ªa: 'S¨®lo la alta poes¨ªa es traducible'. Aunque esto no justifica...'. S¨ª, la tendencia a leer s¨®lo en la propia lengua.

Pero, ?c¨®mo se enfrenta el lector actual a poetas como G¨®ngora y Dante, tan fundamentales para Gimferrer? 'El problema entre Dante y el mundo moderno ya est¨¢ resuelto: aparte de los dantistas, Eliot y Borges (en Siete ensayos dantescos y otras cosas) ya lo han hecho. Si no se puede leer en italiano, est¨¢ la traducci¨®n castellana de ?ngel Crespo, y, en catal¨¢n, aparte de la de Sagarra, que es muy buena, existe la traducci¨®n medieval de Andr¨¦ Fabr¨¦, que uso bastante por la proximidad filol¨®gica. En cuanto a G¨®ngora..., en los problemas de arte menor y en los sonetos no plantea ning¨²n problema para el lector com¨²n; los poemas narrativos ya son otra cosa. Para leerlos, el estudio de D¨¢maso Alonso es insustituible; se puede discrepar de ¨¦l en alg¨²n punto, pero es insustituible. Naturalmente, despu¨¦s de leer a D¨¢maso hay que volver a G¨®ngora. Tambi¨¦n est¨¢n los comentarios a G¨®ngora escritos por sus contempor¨¢neos. Y a¨²n hay otra posibilidad: leer a G¨®ngora prescindiendo de int¨¦rpretes y entendiendo lo que entiendas. As¨ª lo ley¨® Rub¨¦n Dar¨ªo, y tambi¨¦n Cernuda. Y as¨ª es como hay que leer a Rimbaud, que, en este sentido, es m¨¢s dif¨ªcil de leer que G¨®ngora. El lector puede llegar a saber qu¨¦ se propon¨ªa decir G¨®ngora, Mallarm¨¦ o Foix, pero en el caso de Rimbaud no existe una interpretaci¨®n un¨ªvoca y aceptada por todos. Hay que leerlo como si escucharas m¨²sica o contemplaras una pintura'.

Byron, concretamente su Don Juan, era una de sus pasiones compartidas con Jaime Gil de Biedma: 'S¨ª, a Gil de Biedma le gustaba mucho. Y a Aleixandre tambi¨¦n. Ahora existe una traducci¨®n biling¨¹e de Don Juan, de Byron, pero hay que leerlo en ingl¨¦s por la enorme invenci¨®n de las rimas, absurdas a veces, pero que funcionan. Es notable la enorme gracia con que, en un poema narrativo, introduce cualquier cosa, da cabida a todo, a un ataque a un enemigo pol¨ªtico, a un enemigo personal, a su hermana, a poetas con quienes rivaliza, a cuestiones pol¨ªticas de la Inglaterra de la ¨¦poca... Byron ha dejado huella en m¨ª'. ?De ah¨ª la irrupci¨®n contra Felipe Gonz¨¢lez en su poema Mascarada? 'Exacto'. Pound, Eliot, Saint-John Perse, Ungaretti, Quasimodo, Wallace Stevens..., ?seguir¨ªan saliendo hoy de aquella cartera que, en mi recuerdo, parec¨ªa no tener fondo? 'Eliot, sin duda, y tambi¨¦n Saint-John Perse, aunque a ¨¦ste, como a Ungaretti y a Pound, ahora los leo menos, quiz¨¢ porque la funci¨®n que deb¨ªan cumplir en m¨ª ya est¨¢ consumada. Wallace Stevens sigue siendo, para mi gusto, el mejor poeta norteamericano. Lo que ocurre es que no todos los poetas que te han interesado te siguen a lo largo de toda la vida. ?Qu¨¦ sigo leyendo? Rub¨¦n, G¨®ngora, Rimbaud... y poetas en quienes a¨²n me falta afinar cosas, como Ausias March. Ahora quiz¨¢ leo m¨¢s prosa. Y poetas con quienes he tenido una vinculaci¨®n intensa, como Biedma, Aleixandre, Alberti y Octavio Paz. Leo mucho el Romancero. ?Manrique? Me es muy ajeno, me siento m¨¢s cerca del marqu¨¦s de Santillana, aunque s¨¦ que es un poeta inferior. Me siento muy ajeno a Manrique, nunca me he podido identificar con esta actitud tan recia, tan de un hombre castellano de aquel momento. Me ocurre algo similar con Cervantes: he le¨ªdo tres veces el Quijote, lo considero admirable, pero no es importante en mi vida; en cambio, s¨ª lo es el Persiles. En general, la literatura realista me interesa muy poco, y, en particular, el realismo hisp¨¢nico me resulta particularmente ingrato, de ah¨ª que no me interese la picaresca. G¨®ngora, que es un personaje enormemente antip¨¢tico, me fascina porque su capacidad para entrar a fondo en el idioma es superior a cualquier reserva que puedes tener respecto a su car¨¢cter. En medida no menor que Quevedo o Calder¨®n, tiene rasgos absolutivos de car¨¢cter que podr¨ªan desagradarme, pero el trabajo que hace con el idioma es tan profundo que est¨¢ por encima de esto. Por la misma raz¨®n, soy un entusiasta de Calder¨®n. Nunca me ha agradado Garcilaso; en cambio, siempre me ha ca¨ªdo simp¨¢tico Lope, pese a que muchos lo detestan. Lope poeta l¨ªrico me gusta much¨ªsimo, y Lope poeta dram¨¢tico, tambi¨¦n; no digamos ya el Lope de La Dorotea, que es una obra excelente'.

Gimferrer manifest¨®, en diversas ocasiones, su admiraci¨®n por la poes¨ªa de Maria Merc¨¦ Mar?al. ?Qu¨¦ otras poetas mujeres destacar¨ªa? 'En catal¨¢n, Rosa Leveroni. Y es m¨¢s que aceptable la poes¨ªa de Merc¨¦ Rodoreda, tributaria, en cierto modo, de la de Armand Obiols, que era un poeta extraordinario. En castellano: Olga Orozco, Rosa Chacel, Ernestina de Champurc¨ª, Delmira Agustina, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, a quien, injustamente, nadie lee; Guadalupe Aamor, Idea Vilari?o, Alejandra Pizarnik y Ana Becciu... La brasile?a Eunice Odio me gusta mucho. Y est¨¢n las poetas del mundo anglosaj¨®n: Hilde Dootlie, Elisabeth Barret Browning, Emily Br?nte, Elisabeth Bishop, Emily Dickinson... Y, yendo m¨¢s atr¨¢s en el tiempo, est¨¢n las trovairits, cuya obra recogi¨® Mart¨ªn de Riquer, y las italianas como Gaspara Stampa y Vitoria Colonna, cuya poes¨ªa es indiscernible respecto a la de los poetas varones de su misma ¨¦poca. Y considero extraordinarios los lais de Mar¨ªa de Francia.

A los autores en lengua castellana que hemos ido citando y que nos recomendaba hace m¨¢s de treinta a?os, ?a qui¨¦n a?adir¨ªa hoy? 'Bueno, no ha pasado tanto tiempo. Adem¨¢s, en poes¨ªa espa?ola, no ha vuelto a producirse una conmoci¨®n como la que signific¨® pasar de N¨²?ez de Arce a Rub¨¦n Dar¨ªo. Esto es evidente'. Y rotundo.

BIBLIOGRAF?A

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Poeta en Nueva York.

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Notas para una ficci¨®n suprema.

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G¨®ngora.

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Romancero tradicional de las lenguas hisp¨¢nicas (espa?ol, catal¨¢n, portugu¨¦s, sefard¨ª).

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Obras completas.

Gabriel Celaya. Visor (2001).

Bambulo 1.

Bernardo Atxaga.Alfaguara (1998).

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