Uni¨®n del Pueblo Navarro intenta evitar con una legi¨®n de escoltas la fuga masiva de sus concejales
La protecci¨®n de los ediles amenazados por ETA exige un gasto de 4.000 millones anuales
Entre los hombres y mujeres de UPN (Uni¨®n del Pueblo Navarro) se ha instalado el miedo a hablar del miedo. Hay un espeso silencio en sus filas que pretende eludir el advenimiento inmediato de un futuro dif¨ªcil, te?ido de dudas y cobijado bajo el paraguas de una legi¨®n de escoltas privados encargados de proteger sus vidas. La tremenda inquietud que el terrorismo etarra ha impuesto en los centenares de cargos electos de la formaci¨®n pol¨ªtica con m¨¢s respaldo popular en Navarra ha provocado estos d¨ªas las primeras dimisiones de concejales en localidades como Villava e Irurtzun.
El asesinato del edil Jos¨¦ Javier M¨²gica marc¨® el antes y el despu¨¦s para la amplia familia de UPN
La direcci¨®n del partido intenta ahora frenar las fugas del miedo. 'Por desgracia, no ser¨¢n las ¨²ltimas', vaticina un alcalde regionalista que conoce en carne propia lo que es un ataque de terrorismo callejero. Sustituir a quienes abandonan, convenciendo a ciudadanos normales para que realicen un servicio a la comunidad que puede costarles la vida, se convierte as¨ª en una tarea sumamente delicada y laboriosa.
El asesinato el pasado 14 de julio del concejal de UPN de Leitza Jos¨¦ Javier M¨²gica abri¨® una profunda sima entre el antes y el despu¨¦s para la amplia familia de UPN, un partido con 4.000 militantes, 319 concejales, 58 comit¨¦s locales y un presupuesto anual de apenas 230 millones de pesetas. El crimen de Leitza fue la certeza de que las expl¨ªcitas amenazas contra los regionalistas navarros se te?¨ªan de una sangre demasiado real.
UPN pas¨® a convertirse repentinamente en otro objetivo preferente de los asesinos. Y la profusa informaci¨®n intervenida recientemente al comando Buruntza del complejo Donosti de ETA sobre decenas de cargos p¨²blicos populares y socialistas ha reafirmado la necesidad de desplegar un dispositivo disuasorio de protecci¨®n dise?ado por el Ministerio del Interior. Una tarea que costar¨¢ 4.000 millones anuales para dotar de guardaespaldas armados a cerca de 600 concejales navarros. Nadie est¨¢ a salvo. ETA ten¨ªa listados con datos de ediles residentes en zonas consideradas sensibles -norte de Navarra con mayor¨ªa nacionalista o municipios con implantaci¨®n radical-, pero tambi¨¦n de municipios del valle del Ebro y del sur, alejados de su radio de acci¨®n natural.
Todos est¨¢n nerviosos. 'Me ocurri¨® hace poco', explica un concejal de UPN que, como otros muchos, pide el anonimato. 'Esperaba en el portal de mi casa la llegada de un compa?ero. Apenas llevaba dos d¨ªas con un escolta pegado a mis pies. La verdad es que yo nunca hab¨ªa pensado en que pudiera ser objetivo de ETA, pero los ¨²ltimos acontecimientos y el tener a alguien protegiendo mis movimientos hizo que el frenazo repentino de otro veh¨ªculo me alarmara. Cuando un joven se ape¨® y encamin¨® sus pasos hacia m¨ª, el coraz¨®n me dio un vuelco. No pas¨® nada', a?ade este joven de una localidad dormitorio cercana a Pamplona.
'Esa persona pas¨® por delante, me dio los buenos d¨ªas y llam¨® al portero autom¨¢tico preguntando por un vecino, pero por un instante pens¨¦ que pod¨ªa ser el final, que quiz¨¢ sean as¨ª los ¨²ltimos segundos de vida de un concejal asesinado: alguien aproxim¨¢ndose a ¨¦l para pegarle un tiro. Y es un sentimiento tan angustioso que me llegu¨¦ a marear. A lo largo de estos d¨ªas he pensado en si merece la pena seguir, fundamentalmente por mi familia, que no se merece tanto sufrimiento, y porque vivimos de nuestro trabajo, no de la pol¨ªtica', confiesa.
La obsesi¨®n por la muerte se ha convertido en algo tangible para los ediles de UPN. En mayo de 1998, ETA asesin¨® por vez primera a un pol¨ªtico de este partido. Fue su portavoz en el Ayuntamiento de Pamplona, Tom¨¢s Caballero. Pero incluso aquel crimen pareci¨® entonces un hecho aislado. Ahora no. Ahora el espectro del miedo ha alcanzado de lleno a un partido surgido en 1979 de la familia ucedista con el objetivo declarado de defender la identidad de Navarra como comunidad pol¨ªticamente diferenciada frente a las reivindicaciones territoriales del nacionalismo vasco. 25 a?os de democracia le han colocado al borde de la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento de la regi¨®n y han puesto en sus manos la alcald¨ªa de la capital y las principales ciudades de la comunidad. Pero un brutal asesinato ha situado a su capital humano al borde de la angustia.
'Mi familia est¨¢ muy disgustada. Ya he tenido roces con mi mujer porque cualquier plan exige una preparaci¨®n previa y hay que someterse a una disciplina que te roba enormes dosis de libertad'. Quien habla es L., trabajador aut¨®nomo y concejal de UPN en una localidad navarra con fuerte implantaci¨®n de la izquierda independentista. Uno de los puntos preferentes para desplegar el sistema de seguridad disuasoria dise?ado por Interior. La direcci¨®n del partido prefiere no hablar del plan de protecci¨®n dise?ado por Interior para sus cargos p¨²blicos.
UPN ha tenido que vencer el fuerte rechazo inicial de muchos de sus concejales a contar con protecci¨®n armada. A diferencia del aislamiento pol¨ªtico y social en que viven muchos ediles vascos no nacionalistas en determinados municipios de Euskadi, en Navarra los cargos electos de UPN gozan de un fuerte respaldo social y pol¨ªtico en la mayor¨ªa de sus municipios, gobiernan en 38 importantes ayuntamientos y ganan casi todas las elecciones. Pero el reconocimiento popular no ha evitado que vean s¨²bitamente alterada su libertad de vivir por la amenaza de las pistolas, que deban variar sus costumbres, evitar ciertos lugares... 'como si fu¨¦ramos culpables de algo', y todo por la presi¨®n de una minor¨ªa. Eso exaspera los ¨¢nimos.
'Con chuler¨ªa'
'Lo que m¨¢s me exalta', afirma L., 'es que quienes nos amenazan circulen impunes por la calle delante de tus narices, con chuler¨ªa, luciendo sus camisetas de presos, sus ikurri?as, sus s¨ªmbolos, y todo ello habiendo sacado muchos menos votos que yo en las elecciones, mientras que nosotros debemos jugar a escondernos, cederles la calle, siendo muchos m¨¢s y teniendo de nuestra parte la fuerza de la raz¨®n. Eso es un s¨ªntoma claro de que nuestra sociedad democr¨¢tica tiene una grave enfermedad', concluye el edil.
En Villava, junto a Pamplona, un valeroso jubilado de 57 a?os, casado y con dos hijos, Jos¨¦ Luis Medrano, sustituir¨¢ en el Ayuntamiento a su joven compa?ero Juan Eransus, recientemente dimitido tras sufrir un ataque de violencia callejera. Medrano ya fue concejal de UPN en una legislatura anterior. La diferencia es que en ¨¦sta todos los miembros del grupo municipal, cuatro personas incluido el alcalde, han sufrido ataques terroristas. Cuando la madre del futuro edil, una delicada anciana que acaricia el siglo de edad, se enter¨® de que su hijo volv¨ªa a la vida pol¨ªtica en UPN, se ech¨® a llorar ante un grupo de amigas, temerosa de que el zarpazo del terror altere el ciclo natural de las cosas que ella desear¨ªa ver cumplido.
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