El pecado y su penitencia

Se comprende que la oposici¨®n pol¨ªtica al gobierno de Eduardo Zaplana quiera exprimir hasta las heces la disparatada condici¨®n del vocalista Jaime Morey como asesor musical del presidente. A falta de otros asuntos mollares, este episodio aflorado por el esc¨¢ndalo de Gescartera -pues de otro modo nadie se hubiese apercibido de tan curiosa asesor¨ªa- permite marear la perdiz y mortificar a diario al autor del se?alado dislate. Lo m¨¢s probable, aunque no ser¨¦ yo quien ponga la mano en el fuego, es que de esta pintoresca relaci¨®n no se desprenda ninguna consecuencia gravosa para el molt honorable, pero ya va arreglado con verse involucrado, siquiera sea tangencial y medi¨¢ticamente, en la sonada estafa que se investiga.

S¨®lo falta que la comisi¨®n parlamentaria que ha de investigar esta tropel¨ªa financiera convoque a nuestro presidente para que explique esta singular colaboraci¨®n con el mel¨®dico. Puesto en esa tesitura, ?qu¨¦ habr¨ªa de alegar? Miren ustedes, se?or¨ªas -imaginamos como l¨ªnea de defensa-, yo a este caballero apenas si le conozco, pero se obstin¨® tanto en ser acreditado como asesor que, con tal de sac¨¢rmelo de encima, opt¨¦ por avenirme a sus requiebros. Despu¨¦s de todo, no nos costaba una peseta y, eventualmente, siempre podr¨ªamos echar mano de sus habilidades para animar un acto electoral. Por lo dem¨¢s, que me registren. ?O es que voy a ser yo tan necio como para avalar sus trapicheos, teniendo, como tengo mil ojos que me escudri?an?

Dicho as¨ª, o de parecida guisa, el presidente no har¨ªa m¨¢s que contar la verdad elemental de lo acontecido. Otro cantar ser¨ªan las intenciones ¨²ltimas y el aprovechamiento del honor¨ªfico cargo que el asesor se maliciase. Y es en ese aspecto, precisamente, donde emergen algunas responsabilidades. Responsabilidad de Zaplana por imprevisor y, lo que es m¨¢s lacerante para muchos, por haberse tomado el Gobierno auton¨®mico a beneficio de inventario, d¨¢ndole credencial a quien ning¨²n m¨¦rito ni servicio a la Generalitat -no digamos ya al Pa¨ªs Valenciano- se le conoce. ?Qu¨¦ hace un individuo como ¨¦ste en las cruj¨ªas del Palau o en el organigrama dirigente, por m¨¢s que su presencia sea a t¨ªtulo gratuito -lo que est¨¢ por verse- y meramente formal? Grave falta de respeto a la autonom¨ªa y a cuantos apostaron por ella cuando nadie cre¨ªa en su bondad.

Pienso yo que el presidente ya lleva en el pecado la penitencia y ocasi¨®n ha tenido para arrepentirse de ese minuto de debilidad que tanto sinsabor le est¨¢ ocasionando. Pero, a nuestro entender, esa penitencia ha de seguirse por el prop¨®sito de enmienda. O, dicho con otra suerte de catequesis, lo deseable es que este traspi¨¦ le sirva de lecci¨®n o cuanto menos de reflexi¨®n a la hora de elegir a sus colaboradores. En este cap¨ªtulo, Zaplana no ha sido inmune a la ligereza. Debemos suponer que, andando sobrado de talento pol¨ªtico y de poder¨ªo personal, poco le ha importado rodearse de no pocos ceporros y ceporras que sobreviven o han sobrevivido a su amparo, pero no por sus capacidades individuales. No viene al caso y ser¨ªa prolijo, adem¨¢s, establecer la n¨®mina de gestores y asesores que son o han sido un fracaso, cuando no una risa por su ineficiencia. Parad¨®jico resultar¨ªa que Morey provocase el remedio a tanta frivolidad.