Jugando con fuego
La verdad es que no se entiende muy bien el empecinamiento de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar por mantener a Josep Piqu¨¦ en el Consejo de Ministros. Ya resultaba dif¨ªcil de entender tras haberse tenido conocimiento de la forma en que Josep Piqu¨¦ entend¨ªa el cumplimiento de sus obligaciones tributarias y tras los indicios de que su conducta en la venta de Ertoil pod¨ªa haber sido constitutiva de delito, que se le premiara con la cartera de Asuntos Exteriores. Pero lo que no creo que nadie pueda entender es que, cuando los primeros indicios racionales de criminalidad se han visto confirmados tras varios a?os de investigaci¨®n por el informe del fiscal encargado del caso, avalado por diez de los fiscales de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, el presidente del Gobierno haya optado por una estrategia de defensa numantina de Josep Piqu¨¦ en el ¨¢mbito judicial, con un coste terrible para el prestigio de la Fiscal¨ªa General del Estado y para la confianza de los ciudadanos en la administraci¨®n de justicia, y por una reafirmaci¨®n de su confianza en el ¨¢mbito pol¨ªtico.
La carrera pol¨ªtica de Josep Piqu¨¦ est¨¢ acabada. La hipoteca del caso Ercross no la puede levantar. Y menos tras la actuaci¨®n de Jes¨²s Cardenal y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. La duda sobre su actividad delictiva le va a acompa?ar siempre. Y sin posibilidad de despejarla convincentemente ante la sociedad espa?ola. A estas alturas del gui¨®n, todo lo que no sea una exoneraci¨®n de responsabilidad por parte del Tribunal Supremo carece de credibilidad ante la opini¨®n p¨²blica. Y esa posibilidad se ha cerrado. Incluso en el caso de que, a pesar de las maniobras del fiscal general del Estado, Josep Piqu¨¦ tuviera que acudir como imputado ante el Tribunal Supremo y ¨¦ste acabara archivando el asunto o dictando en su d¨ªa sentencia absolutoria, ya ser¨ªa demasiado tarde para su rehabilitaci¨®n pol¨ªtica. No se puede poner en pr¨¢ctica en una sociedad democr¨¢tica de una manera pol¨ªticamente impune una maniobra de obstrucci¨®n a la justicia como la organizada por el presidente del Gobierno y el fiscal general. Puede que Josep Piqu¨¦ no tenga que acabar respondiendo penalmente por su conducta como consejero de Ercross. Pero pol¨ªticamente est¨¢ acabado. Si el PP pensaba en Josep Piqu¨¦ como posible candidato a la presidencia de la Generalitat en las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas, ya puede ir buscando otro.
?Por qu¨¦, entonces, ese empecinamiento en mantenerlo? ?Por qu¨¦ no se le permite que declare como imputado, se defienda y pueda quedar despejada de esta manera cualquier duda sobre su posible responsabilidad penal en la venta de Ertoil? ?Qu¨¦ sentido tiene que contin¨²e como ministro de Asuntos Exteriores? ?Tan insustituible resulta la aportaci¨®n de Josep Piqu¨¦ a la acci¨®n exterior del Estado?
Son preguntas que se responden por s¨ª mismas. Pero es que hay m¨¢s. Tras la maniobra de obstrucci¨®n a la justicia que se ha puesto en pr¨¢ctica, Josep Piqu¨¦ no s¨®lo no tiene un futuro pol¨ªtico, sino que su presente como ministro de Asuntos Exteriores es un riesgo para el pa¨ªs. Josep Ramoneda ya ha llamado la atenci¨®n en una de sus columnas dominicales de agosto sobre el deficiente cumplimiento por parte de Josep Piqu¨¦ de sus obligaciones como ministro y en un tema de tanta importancia para Espa?a como las relaciones con Marruecos. Y el mismo d¨ªa en que es noticia de portada el traslado forzoso del fiscal Bartolom¨¦ Vargas y la orden a la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n de que no investigue a Josep Piqu¨¦, el ministro se descuelga con unas declaraciones a El Mundo sobre la inmigraci¨®n. ?Es solamente el rey de Marruecos quien est¨¢ utilizando la inmigraci¨®n como una maniobra de distracci¨®n de los problemas internos? No se puede tener en ese Ministerio a una persona de la que cabe sospechar que est¨¢ m¨¢s preocupado por sus problemas personales que por la gesti¨®n de los asuntos p¨²blicos. No se puede jugar con fuego en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
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