La adopci¨®n es un derecho del menor
Todos los menores, seg¨²n recoge la Declaraci¨®n de los Derechos del Ni?o aprobado por la ONU en 1959, tienen derecho a crecer en una familia, as¨ª como a conservar los v¨ªnculos con su pa¨ªs de origen, y s¨®lo cuando no sea posible el desarrollo en su propio entorno la adopci¨®n por extranjeros se concibe como un beneficio para el menor. La adopci¨®n es considerada en los acuerdos internacionales que derivan de esa declaraci¨®n como un derecho del menor y, para cumplir este objetivo, los Estados han arbitrado una serie de mecanismos que garantizan al menor unos padres capaces de asegurar las atenciones propias de la funci¨®n parental, a la vez que han instaurado un sistema de cooperaci¨®n entre los Estados que previenen la sustracci¨®n, la venta y el tr¨¢fico de menores.
'Aceptar un solo caso de adopci¨®n al margen de la ley supondr¨ªa abrir la puerta a un mercado atroz de compraventa de ni?os de los pa¨ªses pobres'
A ra¨ªz de las irregularidades detectadas en las ¨²ltimas semanas, han sido varias las personas que me han preguntado qu¨¦ beneficio puede hacer ahora apartar de su nueva familia a unos menores ilegalmente adoptados. '?No ser¨ªa mejor para todos dejarlo estar?', me preguntan. 'Los padres naturales obtienen un dinero que necesitan para sobrevivir y saben que su hijo o su hija va a tener una vida mejor; la nueva familia, plena de felicidad, ve colmados sus deseos y los menores est¨¢n infinitamente mejor', me dicen.
Varias veces me he enfrentado, con sorpresa y tristeza, a estas preguntas. Percibo una cierta comprensi¨®n, un estado de opini¨®n que acepta o incluso justifica la pr¨¢ctica de algunas familias que, en su impaciencia o su desesperaci¨®n, han incurrido en acciones ilegales para comprar un menor en el extranjero sin saber realmente si el ni?o ha sido abandonado por sus padres, es hu¨¦rfano o ha sido secuestrado previamente.
Ante esta situaci¨®n, m¨¢s que respuestas, planteo nuevas preguntas: ?por qu¨¦ no agilizar a¨²n m¨¢s los tr¨¢mites, dejando de lado a las administraciones que velan por la legalidad y justicia del proceso de adopci¨®n?, ?por qu¨¦ no prescindir del certificado de idoneidad que garantiza la adecuada capacidad y disposici¨®n de los adoptantes para hacerse cargo de los menores?, ?por qu¨¦ no hacer un cat¨¢logo de ni?os y ni?as con un precio establecido o, mejor a¨²n, subastarlos para que quien m¨¢s dinero tenga pueda escoger a su gusto? ?por qu¨¦ no establecer un sistema de devoluci¨®n en caso de no estar satisfecho con el producto? Y finalmente, inmersos en esta espiral de barbaridades, ?por qu¨¦ no abrir una secci¨®n para el transplante de ¨®rganos a tanto la pieza?.
Estas cuestiones pueden parecer excesivas dentro del debate que se nos plantea, pero si se consienten este tipo de adopciones 'por el bien de todos', como dec¨ªa al principio, habremos desbordado los principios ¨¦ticos morales y legales que deben regir estos procesos y ya no seremos capaces de establecer nuevos l¨ªmites.
La Diputaci¨®n Foral de Bizkaia conoce, porque vive muy de cerca y a diario, el torrente de emociones que invade a las personas que desean adoptar un ni?o o una ni?a; son hombres y mujeres que en muchos casos, no siempre, han pasado a?os intentando tener un hijo propio, que han agotado las posibilidades que la ciencia les ofrece y buscan, por fin, volcar su cari?o hacia un hijo adoptado. Les comprendemos y les ayudamos pero debemos recordar que nuestro primer y m¨¢s importante compromiso es con los menores.
Con frecuencia o¨ªmos decir que los procesos de adopci¨®n son largos y complicados. Efectivamente, hay que prepararse para un periodo de espera ya que, aunque el procedimiento en s¨ª mismo no es muy complicado, al intervenir dos pa¨ªses diferentes con un intercambio de informaci¨®n y documentaci¨®n y, sobre todo, la necesidad de que el proceso ofrezca garant¨ªas tanto para el menor adoptado, como para los dos pa¨ªses, como para los padres adoptivos, inevitablemente lleva su tiempo. En este tema, como en otros, lo m¨¢s r¨¢pido no siempre es lo mejor, y en cualquier caso debe quedar claro que no existen atajos.
Si acept¨¢ramos un solo caso de adopci¨®n de menores al margen de la ley usando como argumentos el bienestar econ¨®mico del menor, el alivio de las penurias de su familia natural, y la pronta satisfacci¨®n de los deseos de sus futuros padres, estar¨ªamos abriendo definitivamente la puerta a un mercado atroz de compraventa de ni?os y ni?as sustentado en el abismo que separa a los pa¨ªses pobres de los pa¨ªses ricos. Estoy seguro de que la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos vascos comparte que el ser humano es persona y en cuanto tal tiene dignidad y no precio, y que s¨®lo desde la arrogancia de la riqueza, desde el ego¨ªsmo y desde el desprecio hacia los derechos de las personas se puede justificar la compra de un menor.Todos los menores, seg¨²n recoge la Declaraci¨®n de los Derechos del Ni?o aprobado por la ONU en 1959, tienen derecho a crecer en una familia, as¨ª como a conservar los v¨ªnculos con su pa¨ªs de origen, y s¨®lo cuando no sea posible el desarrollo en su propio entorno la adopci¨®n por extranjeros se concibe como un beneficio para el menor. La adopci¨®n es considerada en los acuerdos internacionales que derivan de esa declaraci¨®n como un derecho del menor y, para cumplir este objetivo, los Estados han arbitrado una serie de mecanismos que garantizan al menor unos padres capaces de asegurar las atenciones propias de la funci¨®n parental, a la vez que han instaurado un sistema de cooperaci¨®n entre los Estados que previenen la sustracci¨®n, la venta y el tr¨¢fico de menores.
A ra¨ªz de las irregularidades detectadas en las ¨²ltimas semanas, han sido varias las personas que me han preguntado qu¨¦ beneficio puede hacer ahora apartar de su nueva familia a unos menores ilegalmente adoptados. '?No ser¨ªa mejor para todos dejarlo estar?', me preguntan. 'Los padres naturales obtienen un dinero que necesitan para sobrevivir y saben que su hijo o su hija va a tener una vida mejor; la nueva familia, plena de felicidad, ve colmados sus deseos y los menores est¨¢n infinitamente mejor', me dicen.
Varias veces me he enfrentado, con sorpresa y tristeza, a estas preguntas. Percibo una cierta comprensi¨®n, un estado de opini¨®n que acepta o incluso justifica la pr¨¢ctica de algunas familias que, en su impaciencia o su desesperaci¨®n, han incurrido en acciones ilegales para comprar un menor en el extranjero sin saber realmente si el ni?o ha sido abandonado por sus padres, es hu¨¦rfano o ha sido secuestrado previamente.
Ante esta situaci¨®n, m¨¢s que respuestas, planteo nuevas preguntas: ?por qu¨¦ no agilizar a¨²n m¨¢s los tr¨¢mites, dejando de lado a las administraciones que velan por la legalidad y justicia del proceso de adopci¨®n?, ?por qu¨¦ no prescindir del certificado de idoneidad que garantiza la adecuada capacidad y disposici¨®n de los adoptantes para hacerse cargo de los menores?, ?por qu¨¦ no hacer un cat¨¢logo de ni?os y ni?as con un precio establecido o, mejor a¨²n, subastarlos para que quien m¨¢s dinero tenga pueda escoger a su gusto? ?por qu¨¦ no establecer un sistema de devoluci¨®n en caso de no estar satisfecho con el producto? Y finalmente, inmersos en esta espiral de barbaridades, ?por qu¨¦ no abrir una secci¨®n para el transplante de ¨®rganos a tanto la pieza?.
Estas cuestiones pueden parecer excesivas dentro del debate que se nos plantea, pero si se consienten este tipo de adopciones 'por el bien de todos', como dec¨ªa al principio, habremos desbordado los principios ¨¦ticos morales y legales que deben regir estos procesos y ya no seremos capaces de establecer nuevos l¨ªmites.
La Diputaci¨®n Foral de Bizkaia conoce, porque vive muy de cerca y a diario, el torrente de emociones que invade a las personas que desean adoptar un ni?o o una ni?a; son hombres y mujeres que en muchos casos, no siempre, han pasado a?os intentando tener un hijo propio, que han agotado las posibilidades que la ciencia les ofrece y buscan, por fin, volcar su cari?o hacia un hijo adoptado. Les comprendemos y les ayudamos pero debemos recordar que nuestro primer y m¨¢s importante compromiso es con los menores.
Con frecuencia o¨ªmos decir que los procesos de adopci¨®n son largos y complicados. Efectivamente, hay que prepararse para un periodo de espera ya que, aunque el procedimiento en s¨ª mismo no es muy complicado, al intervenir dos pa¨ªses diferentes con un intercambio de informaci¨®n y documentaci¨®n y, sobre todo, la necesidad de que el proceso ofrezca garant¨ªas tanto para el menor adoptado, como para los dos pa¨ªses, como para los padres adoptivos, inevitablemente lleva su tiempo. En este tema, como en otros, lo m¨¢s r¨¢pido no siempre es lo mejor, y en cualquier caso debe quedar claro que no existen atajos.
Si acept¨¢ramos un solo caso de adopci¨®n de menores al margen de la ley usando como argumentos el bienestar econ¨®mico del menor, el alivio de las penurias de su familia natural, y la pronta satisfacci¨®n de los deseos de sus futuros padres, estar¨ªamos abriendo definitivamente la puerta a un mercado atroz de compraventa de ni?os y ni?as sustentado en el abismo que separa a los pa¨ªses pobres de los pa¨ªses ricos. Estoy seguro de que la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos vascos comparte que el ser humano es persona y en cuanto tal tiene dignidad y no precio, y que s¨®lo desde la arrogancia de la riqueza, desde el ego¨ªsmo y desde el desprecio hacia los derechos de las personas se puede justificar la compra de un menor.
Ricardo Ansotegi es diputado foral de Acci¨®n Social de Vizcaya.
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