Felicidades

?sta que suscribe, octogenaria pensionista, quiere felicitar desde estas l¨ªneas al excelent¨ªsimo Ayuntamiento de Madrid por el celo que demuestra en la selecci¨®n de sus empleados de limpieza. Me explico: el d¨ªa 30 de julio, lunes, caminaba, dificultosamente a causa de una ca¨ªda el viernes anterior, por la esquina de la calle del M¨¢rmol y el paseo de los Melanc¨®licos. Ser¨ªan aproximadamente las once y cuarto de la ma?ana.

En ese punto coincid¨ª con dos barrenderos. Educadamente, y por favor, les ped¨ª un momento de atenci¨®n; pero deben de estar peor del o¨ªdo que yo, pues no me hicieron ning¨²n caso. Insist¨ª y segu¨ªan sin o¨ªr (o sin escuchar, m¨¢s bien). Poni¨¦ndome ya en el medio, les rogu¨¦ que pusieran un poquito m¨¢s de celo en su trabajo por el paseo de los Melanc¨®licos, dado que los ¨¢rboles desprenden multitud de flores (paniquesillo) y, al acumularse en el suelo, lo hacen resbaladizo, causa de mi ca¨ªda el viernes.

Entonces, uno de los empleados contest¨® que no lo barr¨ªa porque 'no le sal¨ªa de los huevos' (sic). Le ense?¨¦ la costra de mi rodilla y respondi¨® subi¨¦ndose el pantal¨®n y ense?¨¢ndome sus calzoncillos largos. Mientras, el segundo coment¨®: 'Habr¨ªa que ver c¨®mo ten¨ªa de limpia la casa'.

La falta de limpieza en estas calles es cosa corriente, que s¨®lo se soluciona, por unos d¨ªas, llamando a la Junta de Distrito de Arganzuela. Yo no pido que los barrenderos del Ayuntamiento sean ingenieros superiores de conservaci¨®n del medio ambiente, pero educaci¨®n y cultura son algo distinto, y educaci¨®n s¨ª se puede exigir al m¨¢s modesto de ellos. ?O no?