Golpe a nuestra civilizaci¨®n
EL MUNDO se encuentra en vilo tras un ataque terrorista en cadena que ha lacanzado el coraz¨®n de la mayor potencia del mundo: su centro financiero de Nueva York (representado por als simb¨®licas Torres Gemelas) y el n¨²cleo de mando de sus ej¨¦rcitos (el Pent¨¢gono). Es imposible a estas horas contar el n¨²mero de v¨ªctimas, que con toda probabilidad se contar¨¢n por cientos, si no por miles, o qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s de esta ofensiva sin precedentes que revela una audacia y un fanatismo sin l¨ªmites. Se trata del mayor ataque padecido nunca por Estados Unidos en territorio propio, pero por encima de todo es una agresi¨®n integral contra su sistema pol¨ªtico, contra la democracia y la libertad de mercado. En definitiva, contra todos los que compartimos unos mismos principios democr¨¢ticos que tanto cost¨® conseguir en nuestro pa¨ªs.
Despu¨¦s del escalofr¨ªo que ha sacudido al mundo, y tambi¨¦n del miedo, por qu¨¦ no decirlo, es hora de hacer un llamamiento a la calma y confiar en la capacidad de la primera potencia internacional y del sistema aliado de defensa para hacer frente a este asalto indiscriminado. Tambi¨¦n debemos estar preparados para una respuesta contundente. Espa?a es uno de los alidos de Estados Unidos dentro del sistema atl¨¢ntico de defensa y debe actuar como tal.
El ataque terrorista, no nos confundamos, lo es a la esencia de nuestra civilizaci¨®n pol¨ªtica, y, al margen de que se identifique a sus autores, demuestra el terrible efecto contaminante de conflictos tan enconados como el de Oriente Pr¨®ximo.
Lo que ha pasado en Estados Unidos puede repetirse en Europa, ya que el factor de emulaci¨®n del terrorismo, como ha demostrado la historia reciente, es muy grande en un mundo mediatizado. Prueba de ello es que algunos gobiernos europeos constituyeron de inmediato gabinetes de crisis. El presidente del Gobierno espa?ol, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, anunci¨® el regreso inmediato de su viaje a Estonia, como hicieron casi todos los dirigentes europeos que se encontraban fuera de sus centros de coordinaci¨®n. Vladimir Putin brind¨® r¨¢pidamente su solidaridad a Estados Unidos, un reflejo que pone de relieve que, afortunadamente, la guerra fr¨ªa es cosa del pasado.
La precipitaci¨®n en la designaci¨®n de los autores es mala consejera, y, adem¨¢s puede generar mayores injusticias. No pueden pagar justos por pecadores. Aunque sea dif¨ªcil, hay que evitar el histerismo entre los dirigentes pol¨ªticos. Bush y su administraci¨®n deben perseguir a los culpables, como ha prometido hacer el presidente, pero no caer en la tentaci¨®n de lanzar contraofensivas si no sabe a ciencia cierta de qui¨¦n o d¨®nde proviene el golpe.
La serie de atentados coordinados requiere un alto grado de organizaci¨®n, cooperaci¨®n y financiaci¨®n. La cadena de atentados, que empez¨® con los secuestros de cuatro aviones, dos de los cuales ser¨ªan dirigidos por unos kamikazes contra las torres gemelas de Nueva York, dibuja una capacidad terrorista desconocida hasta ahora y una determinaci¨®n que entronca con el fanatismo m¨¢s extremo. Muchas miradas, y las sospechas del Gobierno de EE UU, se han vuelto inmediatamente hacia alg¨²n grupo fundamentalista violento, y en particular hacia los que promueve el millonario saud¨ª Osama Bin Laden, que busc¨® refugio en el Afganist¨¢n de los Talib¨¢n -r¨¦gimen que ayer conden¨® el atentado-y que hab¨ªa avisado tres semanas atr¨¢s de un ataque 'sin precedentes' contra Estados Unidos.
Aunque muchos dirigentes de movimientos o Estados musulmanes condenaron r¨¢pidamente los atentados, no deja de ser significativo el clima en que se vivieron ayer los atentados en diversas poblaciones isl¨¢micas, entendiendo que se trataba de una humillaci¨®n a los Estados Unidos. Las im¨¢genes de televisi¨®n de numerosos ni?os palestinos bailando en Jerusal¨¦n eran suficientemente representativas de esa especie de desquite de los sufrimientos que ellos han padecido tantas veces entre el silencio occidental. El conflicto ¨¢rabe israel¨ª tiene un efecto contaminante global, que hace tiempo se debi¨® atajar. Arafat fue r¨¢pido en distanciarse de los ataques y expresar sus condolencias a EE UU. Ariel Sharon debe sacar lecciones de lo ocurrido, y avanzar hacia una distensi¨®n.
Proyecci¨®n global
A estas alturas, no cabe descartar ninguna hip¨®tesis en cuanto a la autor¨ªa de los atentados. La masacre de Oklahoma fue obra de un fan¨¢tico estadounidenese. Incluso si el ataque viniese del mundo islamista, no cabe demonizarlo como un todo por el acto violento de unos pocos. Es preciso desterrar la idea de que estamos ante una prueba brutal del choque de civilizaciones que pronosticaba Huntington, cuando la sociedad estadounidense, pese a todos sus problemas, es esencialmente pluralista y multicultural. Alejar esa tentaci¨®n es parte de la complejidad de una sociedad avanzada y plural, una caracter¨ªstica con la que no hay que limitarse a convivir, sino de la que cabe sacar fuerza.
Actos de terrorismo como los de ayer -que se manifiestan en ataques masivos como los que se cobraron decenas de vidas en 1998 en las embajadas de Estados Unidos en Tanzania y Kenia-, buscan una proyecci¨®n p¨²blica global. Los expertos en violencia de intencionalidad ideol¨®gica llevan a?os advirtiendo sobre las nuevas formas de terrorismo aparecidas a finales del milenio pasado. Por una parte, la aparici¨®n de un terrorismo de ra¨ªz religiosa capaz de suprimir cualquier freno moral a la utilizaci¨®n de la violencia; por otra, la combinaci¨®n entre la vulnerabilidad de nuestras sociedades intercomunicadas y el acceso relativamente f¨¢cil a medios de destrucci¨®n masiva. Los indicios apuntan a que ambos factores se han podido cruzar para ocasionar la cat¨¢strofe de ayer.
La reacci¨®n de Bush y de su Administraci¨®n ha sido r¨¢pida, fr¨ªa y efectiva. Ante la duda, se cerr¨® el espacio a¨¦reo en EE UU, todos los edificios federales fueron evacuados y se suspendieron sus actividades. La vida p¨²blica en Estados Unidos qued¨® de hecho suspendida en buena parte del territorio. Pero lo que podr¨ªa, en teor¨ªa, ser un grupo relativamente peque?o de terroristas, ha generado una sensaci¨®n de descontrol, impotencia y vulnerabilidad en el pa¨ªs con m¨¢s poder del mundo, y que hasta ahora se hab¨ªa sentido pr¨¢cticamente invulnerable en su territorio. La mayor complejidad de las sociedades, como la estadounidense, las hace m¨¢s vulnerables. El atentado es una tragedia humana; y tambi¨¦n generar¨¢ una crisis de autoestima en EE UU. Bush tendr¨¢ que demostrar capacidad de liderazgo para que la sociedad estadounidense recupere la confianza en s¨ª misma.
La forma en que se han producido los atentados ponen de relieve lo absurdo e in¨²til que resulta la apuesta de Bush por un escudo antimisiles frente a posibles agresiones de supuestos Estados gamberros. Se ha puesto de manifiesto un tremendo fallo de los servicios de inteligencia de EE UU, que esperaban alg¨²n acto terrorista contra alguna de sus embajadas pero no un ataque en su propio territorio, una especie de Pearl Harbour posmoderno que ha llegado al propio Pent¨¢gono, increiblemente mal protegido. Y para luchar contra este tipo de terrorismo, para evitar que se reproduzcan actos como los de ayer, que representan un nuevo tipo de guerra aunque no sea entre Estados, lo m¨¢s eficaz es la cooperaci¨®n internacional. Este terrorismo indiscriminado, fruto del fanatismo m¨¢s evidente, es la nueva amenaza central a la que las democracias deben hacer frente, con m¨¦todos propios de sus valores. La tragedia ha sido enorme, pero hubiera sido mucho m¨¢s gigantesca si los terroristas hubieran dispuesto de armamento nuclear. Una buena inteligencia, basada en la indispensable cooperaci¨®n internacional, vale m¨¢s que muchos escudos nucleares.
Es tambi¨¦n el primer acto de hiperterrorismo de la era de la informaci¨®n global. Desde los primeros minutos, todos hemos estado viviendo esta crisis en directo. Pero tambi¨¦n contaban con ello estos terroristas globalizados. Tras la estupefacci¨®n inicial, la sensaci¨®n de p¨¢nico se extendi¨® a los mercados econ¨®micos y financieros. De forma incomprensible, no se procedi¨® a la suspensi¨®n de las cotizaciones, mientras que s¨ª lo hizo Wall Street, aunque sus directivos insist¨ªan en que reanudar¨ªa sus actividades en cuanto fuera posible. El precio del petr¨®leo se dispar¨®, en una coyuntura nefasta para la econom¨ªa global.
Los ciudadanos de Nueva York, Washington y en general de todo Estados Unidos han vivido y siguen siguen viviendo momentos angustiosos. El acto de hiperterrorismo nos ha alcanzado a todos. El humo en el que ayer qued¨® inmerso Manhattan hace llorar a los ciudadanos biennacidos. La sensaci¨®n es que este acto marca el inicio de un siglo XXI plagado de graves incertidumbres.
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