Sigamos hablando
Mikel Azurmendi me acusa en su art¨ªculo del pasado lunes ?Qu¨¦ hay de malo en ello? de jugar 'el mus m¨¢s tramposo que se vaya a jugar jam¨¢s en nuestra tierra' simplemente por haberme atrevido a sugerir que Hablemos de autodeterminaci¨®n con naturalidad (EL PA?S, 4 de septiembre). Seg¨²n el profesor Azurmendi, el mismo hecho de hablar de la posiblidad de la independencia de Vasconia es hacerle el juego a ETA.
Siento un gran respeto por la persona de Mikel Azurmendi. Quiero aprovechar estas l¨ªneas para mostrarle p¨²blicamente mi solidaridad ante los duros momentos que le han tocado vivir por haber defendido con tenacidad sus ideas. Pero ese respeto y esa solidaridad no me van a impedir decirle que no ha entendido nada de lo que yo planteaba en mi art¨ªculo. En ¨¦l distingu¨ªa entre el reconocimiento t¨¢cito del derecho de autodeterminaci¨®n y su ejercicio efectivo, mostr¨¢ndome a favor del primero y muy cr¨ªtico con el segundo. Esta distinci¨®n era el n¨²cleo de toda mi argumentaci¨®n, pero no encuentro ni un solo eco de ella en su respuesta. Sinceramente no creo que haya que rasgarse las vestiduras por suprimir del art¨ªculo segundo de la Constituci¨®n las palabras 'indisoluble unidad de la Naci¨®n espa?ola, patria com¨²n e indivisible de todos los espa?oles'. Tampoco me parece nada liberal el primer apartado de su art¨ªculo octavo: 'Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ej¨¦rcito de Tierra, la Armada y el Ej¨¦rcito del Aire, tienen como misi¨®n garantizar la soberan¨ªa e independencia de Espa?a, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional'. En mi humilde opini¨®n, la Constituci¨®n ser¨ªa algo m¨¢s democr¨¢tica si se prescindiera de esta alusi¨®n al ej¨¦rcito como guardi¨¢n de las esencias patrias, que s¨®lo se explica por el ruido de sables que acompa?¨® a toda la transici¨®n. Me responder¨¢ el profesor Azurmendi que en este punto le estoy dando la raz¨®n a ETA. Y yo le replico que la verdad es la verdad, la diga Agamen¨®n o su porquero. Sin embargo, y para que no haya lugar a equ¨ªvocos, debo aclarar que entiendo que un estado democr¨¢tico (porque a pesar de los pesares yo no pongo en duda la naturaleza democr¨¢tica del Estado espa?ol, al menos no m¨¢s que la de cualquier otro estado de nuestro entorno) no puede ceder al chantaje de los terroristas. Pero tan fundamental me parece hacerle entender a ETA que no va a conseguir sus objetivos por medio de la violencia como que puede conseguirlos si renuncia a ella. Por eso creo que, sin ser la panacea, una modificaci¨®n constitucional podr¨ªa facilitar las cosas.
Intent¨¦ explicar en mi anterior art¨ªculo que la autodeterminaci¨®n es una cuesti¨®n de importancia muy relativa. Esa misma es la raz¨®n de que no podamos juzgar el car¨¢cter democr¨¢tico de un estado seg¨²n reconozca o no ese derecho a sus nacionalidades (por esa regla de tres, pr¨¢cticamente ning¨²n estado del mundo ser¨ªa democr¨¢tico). La responsabilidad de que el principio de autodeterminaci¨®n haya sido mitificado por una parte importante de la poblaci¨®n vasca hay que atribuirla precisamente a quienes lo satanizan o se niegan en rotundo a hablar de ello. Como todos los tab¨²es, a muchos les resulta terriblemente atractivo. Pero en este asunto no se trata de ver qui¨¦n da lecciones de democracia a qui¨¦n, sino de solucionar un problema. De la misma manera que yo no cuestiono la legitimidad de quienes, como el profesor Azurmendi, defienden la unidad de Espa?a, tampoco tengo argumentos para cuestionar la de quienes abogan por la autoderminaci¨®n por v¨ªas pac¨ªficas, como es el caso del PNV, EA, Converg¨¨ncia i Uni¨®, Esquerra Republicana de Catalunya o el Bloque Nacionalista Galego. Y no creo que nadie en su sano juicio pueda acusar a los nacionalistas catalanes y gallegos de connivencia con el terrorismo.
Quiero terminar agradeciendo a Azurmendi la molestia que se ha tomado al responder a mi art¨ªculo. Como creo que discutir no significa s¨®lo sacar a relucir las diferencias, voy a se?alar dos puntos fundamentales en los que me hallo totalmente de acuerdo con ¨¦l. En primer lugar, cuando se?ala que la primera condici¨®n para la pacificaci¨®n es 'la suspensi¨®n pura y simple de toda coacci¨®n f¨ªsica y moral a los ciudadanos por parte de ETA'. En segundo lugar, suscribo tambi¨¦n su tesis de que no existe un 'contencioso entre Euskadi y Espa?a'. Aunque a decir verdad bien poco cuenta la opini¨®n de Azurmendi y la m¨ªa propia cuando m¨¢s de la mitad de los habitantes de la Comunidad Aut¨®noma del Pa¨ªs Vasco est¨¢n convencidos de que tal conflicto existe realmente.
As¨ª que lo dicho: me parece que vamos a tener que seguir hablando de autodeterminaci¨®n durante un buen rato.
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