Una gran coalici¨®n contra el terrorismo
?Qui¨¦n pod¨ªa imaginar que el art¨ªculo 5 de defensa colectiva del Tratado de Washington, firmado en 1949 y pensado para defender a Europa de la amenaza sovi¨¦tica, se activar¨ªa por vez primera 52 a?os despu¨¦s, tras un ataque terrorista contra el territorio de EE UU? Los aliados han dado prueba del mayor grado de solidaridad al considerar que este ataque lo ha sido contra todos, aunque conservan su libertad de acci¨®n. Incluso Rusia, en la reuni¨®n de su Consejo conjunto con la OTAN, expres¨® su 'c¨®lera e indignaci¨®n ante los actos b¨¢rbaros cometidos'. Bush est¨¢ preparando una gran coalici¨®n contra el terrorismo. El Congreso norteamericano, unido, est¨¢ dispuesto a aprobar la preceptiva declaraci¨®n de guerra. Pero el presidente est¨¢ obligado a gestionar el conflicto con pericia: esto no es la Guerra del Golfo para liberar el territorio kuwait¨ª.
Espa?a ha mostrado su plena solidaridad como corresponde a un pa¨ªs plenamente integrado en la Alianza Atl¨¢ntica, que ha participado en las guerras del Golfo y de Kosovo, que tiene bases de utilizaci¨®n conjunta con EE UU y que sufre el azote de otro terrorismo, ¨¦ste s¨ª con nombre: ETA. El Gobierno y la oposici¨®n han demostrado unidad de criterio, puesta de nuevo ayer de relieve en el Parlamento, que refuerza la posici¨®n de nuestro pa¨ªs.
Otros muchos Estados se han unido a la condena del pavoroso acto cuyo primer balance de v¨ªctimas mortales se eleva por encima de 5.000. Irak no se ha sumado a las expresiones de rechazo y horror ante lo ocurrido, mientras Afganist¨¢n ha afirmado no tener nada que ver con el atentado. Han sido numerosos los pa¨ªses ¨¢rabes y musulmanes que han manifestado su solidaridad a Washington. Pero de ah¨ª a apoyar a Bush en cualquier modalidad de respuesta hay un largo trecho. Como ya ocurri¨® durante la Guerra del Golfo, la tensi¨®n se palpa en muchas sociedades isl¨¢micas, aunque el anuncio de una entrevista el pr¨®ximo domingo entre Arafat y Peres ha despertado unas m¨ªnimas esperanzas.
Las pruebas de solidaridad internacional deben llevar a EE UU a regresar al multilateralismo y dejar de actuar, como ha hecho en demasiadas ocasiones, como un llanero solitario. En este sentido es una se?al positiva que ayer los republicanos decidieran desbloquear el pago de la deuda de EE UU con la ONU, cuyo apoyo van a necesitar m¨¢s que nunca. La situaci¨®n creada por el atroz atentado vuelve a poner de relieve la necesidad de una justicia internacional, con la creaci¨®n del Tribunal Penal Internacional (TPI) que EE UU ha rechazado.
George Bush est¨¢ intentando aunar en torno a EE UU la mayor coalici¨®n pol¨ªtica posible para apoyar el castigo a quienes organizaron la cadena de atentados y, previsiblemente, a los Estados que les han prestado apoyo financiero, log¨ªstico, organizativo o que simplemente les hayan dado cobijo. Las pruebas que est¨¢ acumulando el FBI apuntan hasta ahora hacia un compleja y extensa red transnacional que se mueve dentro de los grupos fundamentalistas isl¨¢micos.
De momento, la coalici¨®n debe servir, ante todo, para unir las capacidades de los servicios de informaci¨®n o espionaje. Es poco previsible que la respuesta exija una participaci¨®n militar directa de los aliados, pero la lucha contra el terrorismo exige que los servicios secretos intercambien toda la informaci¨®n disponible, porque s¨®lo as¨ª se reducir¨¢ la movilidad y capacidad de estos grupos. La Uni¨®n Europea tuvo ayer un buen gesto al convocar una reuni¨®n extraordinaria de ministros del Interior para estudiar medidas comunes contra el terrorismo y c¨®mo compartir informaci¨®n con Estados Unidos.
El castigo no debe convertirse en una cruzada que desborde la lucha contra el terrorismo. Acertar en las medidas ser¨¢ m¨¢s complejo que planear la contraofensiva en el Golfo. M¨¢s que una guerra, EE UU y la coalici¨®n internacional deben impulsar una acci¨®n policial global de enorme envergadura, aunque pudiese implicar el desalojo de alg¨²n r¨¦gimen que haya colaborado con los terroristas. En la mente de todos est¨¢ el de los talib¨¢n. Pero Bush debe sopesar los efectos a largo plazo. Errores como los que EE UU cometi¨® al impulsar las guerrillas fundamentalistas en su lucha contra la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n han acabado rebotando contra el conjunto de Occidente. El Gobierno franc¨¦s tiene raz¨®n al pedir a Estados Unidos que el mundo de despu¨¦s del castigo no sea a¨²n m¨¢s peligroso que el actual. Debe ser un mundo m¨¢s libre pero m¨¢s seguro. La acci¨®n debe servir para acabar con el terrorismo y generar un movimiento internacional contra todas sus manifestaciones.
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