"Rezo una oraci¨®n y me despido de mi hijo de 6 a?os"
Relato de un bombero herido en las Torres Gemelas a quien los m¨¦dicos le piden que escriba para olvidar el horror
B. S. es miembro de la unidad de rescate n¨²mero 5, cuerpo de ¨¦lite entre los bomberos de Nueva York. Se encontraba el 11 de septiembre en su puesto, en el n¨²mero 1.850 de la calle de Clove Road, desde las siete de la ma?ana. Horas despu¨¦s ingres¨® en un hospital de Nueva York con aspecto de quien ha cumplido varios a?os en una ma?ana.
Para evitar que los heridos del Word Trade Center sufran secuelas y que las pesadillas se prolonguen durante meses o a?os, los psiquiatras les han invitado a relatar sus recuerdos. A continuaci¨®n se reproduce el testimonio escrito a mano, en diez folios, por el bombero B. S., al que ha tenido acceso EL PA?S.
'Me siento y suena el tel¨¦fono. Es un miembro de Rescate 5 que est¨¢ libre de servicio y me dice que acaba de ver c¨®mo se estrellaba un avi¨®n contra el Trade Center. Respondo: 'Claro, claro, ?con qui¨¦n quer¨ªas hablar?' Me dice: 'No, de verdad'. No tiene voz de bromear. As¨ª que cuelgo y llamo a la central de avisos, donde coinciden.
'Pienso que no estoy dispuesto a morirme ah¨ª y que nadie va a estar tan loco como para venir a buscarnos'
Me dicen que nos dirijamos al Trade Center. Antes de entrar en el t¨²nel de [ilegible] veo el segundo avi¨®n que golpea la otra torre y una bola de fuego que estalla, y pienso: '?C¨®mo vamos a sacar a la gente de all¨ª?' Cuando salgo del t¨²nel puedo ver el motor de un avi¨®n [ilegible] en la parte posterior de un coche. Se ven trozos de cuerpos por todas partes, mientras intento maniobrar mi cami¨®n entre ellos. Cuando llego y aparco enfrente de la Primera Torre, en West Street, veo que se acercan los dem¨¢s camiones. Me encuentro con algunos a los que conozco y les saludo, mientras nos apresuramos a entrar en el edificio para eludir los cascotes que caen.
Hablo con mi jefe, que me dice que me presente ante el puesto de mando situado en la Segunda Torre. Me uno a un bombero de otra unidad que no estaba de servicio y nos vamos all¨ª. En el vest¨ªbulo hay un ambiente fren¨¦tico. El reverendo Judge, nuestro capell¨¢n, un hombre normalmente tranquilo, est¨¢ bastante nervioso. Le he visto en muchas cat¨¢strofes y en funerales de bomberos y nunca se altera. Supongo que es porque siempre va acompa?ado del Se?or. Subimos al segundo piso para dirigir la evacuaci¨®n.
En las escaleras paso junto a un carrito de bebidas y cojo dos botellas de agua; pienso que me vendr¨¢n bien m¨¢s tarde. Vamos a la escalera C y empezamos a encaminar a la gente. 'Vayan por la derecha, no miren hacia arriba, vayan andando, sin correr, ya est¨¢n casi fuera'.
Bajamos a dos personas en brazos y en el vest¨ªbulo se las entregamos a unos agentes de polic¨ªa que las sacan a la calle. O¨ªmos a gente que se tira por las ventanas y sabemos que la situaci¨®n debe de estar muy mal. Dos compa?¨ªas de bomberos suben escaleras arriba con mangueras. Pasan por mi lado dos compa?eros que trabajaron durante un tiempo en mi cuartel y nos saludamos. La evacuaci¨®n prosigue; casi todos bajan ordenadamente y sonr¨ªen cuando les digo que s¨®lo les queda un piso. 'A la derecha, unos 60 metros; luego a la derecha, otros 16 metros; luego un tramo de escalera a la izquierda, y luego a la derecha hasta el vest¨ªbulo'. Nunca hay que olvidar por d¨®nde se ha entrado, nos ense?an, para saber por d¨®nde hay que salir.
Estoy en la escalera C cuando se oye un estruendo como de muchos trenes juntos llegando a una estaci¨®n de metro. Cierro la puerta del vest¨ªbulo y nos quedamos en la escalera. Fuera, el ruido es ensordecedor. No puede ser que se est¨¦ cayendo, pienso. ?Se va a venir abajo y nos va a atrapar aqu¨ª? Estamos as¨ª un minuto, m¨¢s o menos, en total oscuridad. Permanecemos en la escalera hasta que oigo gritos y lamentos. Intento abrir la puerta, pero est¨¢ obstruida por los escombros. Con la ayuda de otra persona, un polic¨ªa que ha bajado por las escaleras, consigo abrirla. Hay gente quej¨¢ndose y gritando. Algunos son esos mismos a los que yo acababa de decir: 'Ya est¨¢n casi fuera, s¨®lo un tramo m¨¢s'.
La oscuridad es total y est¨¢ todo lleno de [ilegible]. Enciendo mi linterna y les llamo: 'Aqu¨ª estamos los bomberos, vengan hacia mi luz'. Me asomo a la zona oscura y la gente se aproxima hacia m¨ª. Vuelvo a llevar a un grupo de entre 10 y 15 hacia la escalera. Al parecer, la Primera Torre se ha derrumbado, pero no sobre la nuestra, sino alrededor, y ha destruido ventanas. Digo a los presentes que formen una cadena y comienzo a dirigirles de nuevo hacia la salida.
No puedo encontrar al compa?ero con el que estaba, y todas las radios han dejado de funcionar. No parece que el edificio sea muy seguro. S¨®lo quedamos unas ocho personas: polic¨ªas, bomberos y un civil que ya no puede caminar. Vamos hacia la puerta y salimos entre la Segunda Torre y el edificio federal, en el n¨²mero 7, me parece. Todo est¨¢ lleno de escombros. El camino por el que vinimos est¨¢ bloqueado. Algunos dicen que hay otra salida y empezamos a alejarnos de West Street. Veo que el n¨²mero 7 tiene las ventanas rotas. La pr¨®xima v¨ªa para salir, pienso. Llevamos al hombre que no puede andar, por turnos, y eso nos retrasa un poco.
O¨ªmos m¨¢s derrumbes a cierta distancia. Parece que se est¨¢ cayendo la Segunda Torre. Siento que me empujan, me estrellan o lo que sea contra el n¨²mero 7. Me fallan las rodillas y me caigo. 'No voy a morirme as¨ª'. Me levanto y me meto por la ventana. He perdido el casco y la linterna. Cuando cesa el ruido vuelve la oscuridad. Tengo la garganta llena de escombros. Me meto los dedos en la boca para sac¨¢rmelos. Estoy muy reseco, no puedo respirar. Busco el agua que ten¨ªa en el bolsillo y ha desaparecido. Veo que en la habitaci¨®n hay otros cuatro tipos. Nos levantamos, conscientes de que en el patio hemos perdido a algunos. Miro a mi alrededor y veo el desastre. ?C¨®mo vamos a salir? ?Habr¨¢ un nuevo derrumbe? Digo una oraci¨®n y me despido de mi hijo de seis a?os, de mi esposa y mi beb¨¦ de un mes, que tal vez no llegue a conocerme nunca.
Un hombre aconseja que nos quedemos donde estamos, que ya vendr¨¢n a rescatarnos. Otro sugiere que intentemos salir. Otro est¨¢ herido. Lo que pienso yo es que no estoy dispuesto a morirme ah¨ª y que nadie va a estar tan loco como para venir a buscarnos. Examinamos la situaci¨®n y pensamos en romper la pared, pero hemos perdido nuestras herramientas y estamos agotados. Nos cuesta respirar y, cuando cambia el viento, la sala se llena de humo. Subo a otra ventana, al otro lado de la habitaci¨®n, que estaba en una esquina, y salgo por ella, para caer encima de m¨¢s escombros. Me siguen otros tres. Nos quedamos un momento donde estamos, porque no se ve m¨¢s all¨¢ de cinco metros, e intentamos decidir hacia d¨®nde correr.
Poco a poco se levanta el humo y uno ve una farola que asoma desde debajo, en la calle. Vamos corriendo hacia ella, pero hay un salto de unos cinco metros hasta poder colgarnos de la parte superior y deslizarnos por ella hasta abajo del todo, unos 14 metros. El otro bombero, que debe de tener veintipocos a?os, salta y cae sobre los escombros. '?Podr¨¢ levantarse?', pienso. Se levanta y sale corriendo. Otros tres estamos dud¨¢ndolo. S¨¦ que, a mis 43 a?os, el cuerpo no va a aguantar tan bien, as¨ª que decido quedarme quieto y esperar a que se disipe un poco m¨¢s el humo, mientras no oiga m¨¢s derrumbes.
Ato una correa alrededor de un poste, para poder agarrarla y ahorrarme uno o dos metros en la ca¨ªda. Estoy a punto de lanzarme en dos ocasiones. Sigo mirando a mi alrededor. Vemos un cami¨®n de bomberos, el n¨²mero 10, enterrado bajo los escombros. 'Qu¨¦ bien nos vendr¨ªa ahora la escalera', pienso. De pronto, asoma el sol entre las nubes de polvo y humo y puedo vislumbrar la silueta de la escalera que baja hasta la calle. Les grito a los dem¨¢s y corremos hacia ella. Est¨¢ parcialmente obstruida, pero se puede pasar. Los otros dos bomberos vienen detr¨¢s, y llamamos al cuarto hombre para que nos siga.
Recorro una manzana, aproximadamente, pero no veo a nadie y ni siquiera puedo adivinar los letreros de la calle. Un poco m¨¢s all¨¢ veo a un polic¨ªa que me pregunta si estoy bien. Le digo que no, me cuesta respirar y no puedo ver por el polvo y las heridas. Me lleva a [ilegible], que est¨¢ desierto, y me ayuda a lavarme. Me enjuago la boca, pero todav¨ªa no puedo tragar. Tengo la garganta llena de restos. Le pido que me lleve a una ambulancia. All¨ª veo a un jefe de bomberos que intenta mantener cierto orden. Le digo que estaba en el edificio derrumbado y que hay m¨¢s gente que est¨¢ saliendo. Me meten en una ambulancia y me llevan al hospital. El hecho de que me hayan tra¨ªdo aqu¨ª, a la parte alta de la ciudad y lejos de otros hospitales en los que el caos es mayor, es una ventaja.
Algunos compa?eros han venido a verme, otros me han llamado. ?Me alegro de salir? S¨ª y no. Estoy encantado de ver a mi esposa y a mis hijos, pero s¨¦ que faltan 11 miembros de mi familia del 1850 de Clove Road. ?C¨®mo voy a mirar a la cara a sus mujeres y sus hijos? Hasta el reverendo Judge ha fallecido, seg¨²n he sabido. Tal vez dej¨® que el Se?or me sacara siguiendo el resplandor de la luz. Pero ?y los otros? ?Los otros 11 miembros de Rescate 5?
El cuartel de Clove Road nunca volver¨¢ a ser el mismo. Unos tipos fant¨¢sticos, unos hombres de familia, unos bomberos heroicos. Nuestra lista de personal, nuestra familia, reducida casi a la mitad. S¨®lo figuran como desaparecidos, as¨ª que conservo ciertas esperanzas, tal vez est¨¦n encerrados y a salvo en un gran hueco. Pero no, no existe ning¨²n hueco tan grande como el que dejan ellos y todos los dem¨¢s que han dado sus vidas en nuestra familia, el Departamento de Bomberos de la ciudad de Nueva York.
P. D. Despu¨¦s me entero de que mi 't¨ªo Joe Driscoll' estaba en el vuelo que cay¨® en Pensilvania. Nuestro ¨²nico consuelo es que estamos todos convencidos de que luch¨® contra ellos, y eso es lo que se supone que pas¨®.
P. D. Escribo esto porque quiz¨¢ as¨ª me sea m¨¢s f¨¢cil dormir y no tenga que volver a revivirlo tantas veces. Aunque s¨¦ que, probablemente, voy a revivir este d¨ªa el resto de mi vida. Estuve en la polic¨ªa de Nueva York durante dos a?os y llevo en los bomberos casi 16. Cre¨ªa que lo hab¨ªa visto y hecho todo. Gracias.
B. S.'.
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