Una mano para lo que haga falta
La avalancha de voluntarios en Nueva York complica las labores de rescate
Enormes helic¨®pteros de carga de dos h¨¦lices sobrevuelan la zona. La luz de las linternas ilumina las carpas. En el fr¨ªo de la tarde, decenas de personas, algunas militares en traje de faena, forman una cadena humana para cargar bidones de agua en una furgoneta. Monta?as de provisiones se acumulan aqu¨ª y all¨¢. No se trata de una escena de los a?os cincuenta correspondiente a la guerra de Corea, sino del Centro de Convenciones Jacob J. Javits de la avenida 11 de Manhattan.
Cientos de voluntarios de todo el mundo est¨¢n aqu¨ª dispuestos a trabajar codo con codo con los servicios de rescate, el FBI, el Ej¨¦rcito, la polic¨ªa de Nueva York y el departamento de bomberos en el gigantesco esfuerzo de rescate que ha sido movilizado tras los atentados contra las Torres Gemelas del pasado martes.
'No necesitamos m¨¢s voluntarios no cualificados; queremos especialistas', dice un polic¨ªa
Pero parece que lo ¨²nico para lo que est¨¢n siendo ¨²tiles esos voluntarios es para ayudar a clasificar y empacar las toneladas de donaciones que se han recibido de los m¨¢s diversos lugares de Estados Unidos y del extranjero.
Son turistas de Argentina, Alemania e India, habitantes de Pensilvania, Ohio o Virginia que ante el bloqueo de los aeropuertos han decidido hacer algo positivo con su tiempo, o que han conducido, algunos durante un par de d¨ªas, para echar una mano y contribuir a paliar los efectos de la cat¨¢strofe.
Muchos han sacado de su ropero la indumentaria adecuada para asistir en una emergencia de este calibre: pantalones de camuflaje, banderas norteamericanas enrolladas en la frente, m¨¢scaras colgando del cuello. Han llegado con las manos vac¨ªas o cargados de palas y cubos, dispuestos a cavar, acarrear y sudar.
Pero lo cierto es que Nueva York no necesita m¨¢s voluntarios no cualificados. Precisa soldadores, operadores de equipo pesado, trabajadores de la construcci¨®n, expertos en limpieza industrial, psic¨®logos, enfermeros, m¨¦dicos. 'Est¨¢n invitados a quedarse, pero no sabemos cu¨¢ndo los podremos necesitar', dice un polic¨ªa a un decepcionado grupo de voluntarios que lleva todo el d¨ªa en el improvisado campamento.
'Estoy aqu¨ª para lo que haga falta', dice uno de los voluntarios. 'No tengo ninguna especialidad, pero estoy dispuesto a hacer lo que sea', manifiesta otro con la desilusi¨®n pintada en el rostro porque no le han permitido que acompa?e a los equipos de rescate.
Otros est¨¢n mucho m¨¢s activos. '?Respirador!', grita uno. '?Aqu¨ª!', dice otro ofreciendo la bolsa donde est¨¢n colocando dichos aparatos. Forman parte de un grupo que, encorvado sobre un c¨²mulo de trastos de toda clase, trata de imponer un poco de orden.
La cantidad de donaciones en especie es formidable. Miles de linternas, galletas, respiradores, recogedores, manzanas, barre?os, medicinas, latas de comida para perros, m¨¢scaras, macarrones. La lista es interminable y dif¨ªcilmente clasificable.
'Las donaciones est¨¢n obstaculizando las operaciones', dice Bernard Kerik, comisionado de la polic¨ªa de Nueva York. 'La generosidad es abrumadora, pero est¨¢ desviando recursos de nuestro principal objetivo, que es salvar el m¨¢ximo de vidas posible. Por hoy hay suficiente'.
A todo el que pasa por la avenida 11 con direcci¨®n a la zona del desastre, no importa si es un coche de bomberos o un simple ciudadano camino de una cita, se le ofrece un bocadillo o una limonada. 'La comida sobra', comenta una se?ora del vecindario. Aun as¨ª, todav¨ªa se ven personas que arrastran carritos con botellas de agua y comida en direcci¨®n a este espont¨¢neo centro de acopio.
Frustrados por no haber podido ayudar, muchos decidieron donar sangre. Pero en en el centro de la Cruz Roja se ha llegado al m¨¢ximo de su capacidad de almacenamiento. Los hospitales no est¨¢n emple¨¢ndola porque no hay heridos. 'Ap¨²ntense en esta lista', pide una enfermera a dos donantes frustrados. 'Los llamaremos si hace falta'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.