La elecci¨®n de Pakist¨¢n

Si el general Musharraf no obedeciera a las duras exigencias de Washington, se enfrentar¨ªa a las penas ya prometidas para aquellos pa¨ªses que acogen a terroristas. Si accede, tendr¨¢ que hacer frente a una violenta revuelta en el Ej¨¦rcito, por parte de los mul¨¢s y los millones de miembros de tribus y militantes isl¨¢micos que consideran a Bin Laden un h¨¦roe. En cualquier caso, le espera un derramamiento de sangre.

Las atrocidades de Nueva York y Washington han puesto de manifiesto la hipocres¨ªa de la pol¨ªtica paquistan¨ª en lo referente a Afganist¨¢n y la poca disposici¨®n de Musharraf para tomar las medidas necesarias para enfrentarse a la creciente talibanizaci¨®n de Pakist¨¢n. (...) Este pa¨ªs mantiene que su reconocimiento del Gobierno talib¨¢n est¨¢ dictado por una pol¨ªtica realista, puesto que tiene que convivir con la anarqu¨ªa de su frontera y apoyar a los m¨¢s de dos millones de refugiados afganos, as¨ª como evitar que su n¨²mero crezca y atender al cada vez m¨¢s extendido apoyo a la yihad y la militancia isl¨¢mica. (...) No obstante, la indulgencia de Pakist¨¢n con el Gobierno talib¨¢n no tiene una traducci¨®n en el terreno diplom¨¢tico. (...)

Ahora el presidente Musharraf debe elegir. Apoyar a Estados Unidos podr¨ªa costarle el puesto, pero el no hacerlo podr¨ªa acelerar el aislamiento y desintegraci¨®n de Pakist¨¢n, el fortalecimiento de los mul¨¢s y la inclinaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica mundial de una manera m¨¢s contundente a favor de India, una ruta alternativa que puede resultar incluso m¨¢s acogedora para que Estados Unidos pueda atacar a su adversario.

Londres, 17 de septiembre