Reformas educativas

Durante el curso acad¨¦mico 2001-2002, que se inicia estos d¨ªas, se aprobar¨¢ previsiblemente la nueva Ley de Universidades, que ahora entra en el Parlamento, y seguramente tambi¨¦n las de reforma de la formaci¨®n profesional, en tr¨¢mite de consulta al Consejo de Estado, y la de la ESO, cuyo borrador todav¨ªa no ha sido presentado al Consejo de Ministros.

La reforma m¨¢s trascendente es la de la educaci¨®n secundaria obligatoria (ESO), que afecta a los chicos y chicas de 12 a 16 a?os. Una de las novedades de la LOGSE fue la introducci¨®n de este tramo que prolongaba la ense?anza obligatoria hasta los 16 a?os, lo que ha tenido gran repercusi¨®n sobre la estructura y el nivel de los estudios secundarios, ya que ha integrado en las aulas a alumnos que antes abandonaban el sistema y a los que en muchos casos es ahora dif¨ªcil motivar.

La integraci¨®n de centros privados, en forma de concertados, tuvo la virtud de reducir distancias en la educaci¨®n que recib¨ªan los j¨®venes de diferentes clases sociales, propiciando el acceso generalizado a los concertados y mejorando ostensiblemente la calidad de los p¨²blicos. Hay indicios, sin embargo, de una separaci¨®n progresiva entre los sectores de los centros p¨²blicos y los concertados, en los medios disponibles y en la capacidad para zafarse de las dificultades relacionadas con la integraci¨®n de alumnos conflictivos o necesitados de un apoyo especial.

La sociedad exige cada vez m¨¢s de la escuela y de los profesores, pero no parece demasiado dispuesta a corresponsabilizarse y a poner los medios necesarios para sacar adelante una educaci¨®n problem¨¢tica. Los alumnos deben aprender cosas ¨²tiles para sus estudios universitarios, idiomas modernos, inform¨¢tica, m¨²sica, econom¨ªa, pero tambi¨¦n debe aumentarse el contenido en humanidades o matem¨¢ticas, adquirir una base de conocimientos universales y profundizar en las peculiaridades auton¨®micas o locales. A la vez, deben ser educados en valores y actitudes, y hasta en normas de urbanidad que han sido tradicionalmente funci¨®n de las familias. Compaginar todas estas demandas es una tarea dif¨ªcil en un contexto de muy distintas motivaciones y aptitudes individuales.

Una tarea sobre la que todo el mundo tiene su soluci¨®n, pero sobre la que no se consulta casi nunca a los profesores, que son quienes d¨ªa a d¨ªa se encuentran con las dificultades y tratan de resolverlas en la pr¨¢ctica. Y ¨¦ste es, a la postre, el principal problema y la ¨²nica posibilidad de soluci¨®n: el apoyo a los centros y profesores y la discusi¨®n con ellos de las medidas que conviene tomar. No vale, en este punto, escudarse en la autonom¨ªa de los centros. Est¨¢ claro que los hay con muy diversas problem¨¢ticas y que requieren, por tanto, distinto tratamiento y organizaci¨®n interna, pero una actitud m¨¢s confiada de las administraciones, responsables pol¨ªticos y expertos en educaci¨®n en el buen juicio y las capacidades de los maestros ser¨ªa un buen punto de partida, junto con los recursos materiales y humanos necesarios para transformar un tramo que se est¨¢ revelando crucial en el conjunto de la educaci¨®n.