Dos velas negras
Cuando en medio del campo miro las estrellas, me viene a la cabeza la pobre gente que nuestra cultura masacr¨® por creer que pod¨ªa leer el futuro en esos gui?os celestes. Sin embargo, hoy los videntes pueblan nuestras televisiones locales y no tan locales, sin que, afortunadamente, se les persiga. En medio de las vigilias, entre lecturas desordenadas, repaso a veces el cielo televisivo y lo encuentro relleno de 'videncia en directo' mezclada con ofertas sexuales. Me paro a ver las brujas y aunque me cuesta trabajo escoger porque son innumerables, veo que las m¨¢s han abandonado lo de leer las estrellas que seguramente se ven mal desde los estudios de televisi¨®n, y se han dado con fervor a la cartomancia.
Andaluc¨ªa tiene una acendrada tradici¨®n en estos negocios casi directamente proporcional a la represi¨®n feroz que hist¨®ricamente se ha ejercido sobre sus minor¨ªas. No todo fueron Lozanas Andaluzas meti¨¦ndose a los romanos en el bolsillo entre conjuros amorosos y naipes adivinatorios. Los pobres zahor¨ªes andaluces, o los sanadores moriscos que hac¨ªan en Granada l¨®minas para los escapularios, con las primeras palabras del Cor¨¢n, corrieron mucha peor suerte que estos colegas suyos televisivos que imparten el futuro a diestro y siniestro, desde c¨®modos despachos.
Los soci¨®logos dicen que la televisi¨®n la hacemos los que la vemos, pues los linces que la dirigen no hacen m¨¢s que endosarnos autom¨¢ticamente, los ¨ªndices de audiencia, reforzando nuestras preferencias con m¨¢s de lo mismo.
Si es verdad esta sabia doctrina que prescribe, sin m¨¢s, alimentarnos con lo que nos gusta, un buen n¨²mero de andaluces, por lo que se ve, est¨¢n seriamente preocupados por su futuro y tratan de averiguarlo recurriendo a esta suerte de videncia televisiva. Nuestra fascinaci¨®n por el futuro ha crecido hasta el punto de desterrar casi por completo aquellos simp¨¢ticos programas de extraterrestres que tanto cundieron hace unos a?os. Ya no estamos preocupados por las invasiones de alien¨ªgenas verdes, ahora es nuestro sino lo que nos trae en vilo. ?Va a seguirte queriendo tu marido? ?Va a aprobar tu hijo la selectividad? ?Va a salirte bien la operaci¨®n de varices?
Antes, nuestras brujas eran menos convencionales y se aven¨ªan mejor con el sino fatal que sale en nuestras coplas. Ahora averiguan con resignaci¨®n el futuro cotidiano de una clase media cuyas alternativas son sota, caballo y rey. El trabajo se ha puesto f¨¢cil y hay cursos de tarot hasta por correspondencia.
Apagadas las hogueras purgatorias, la televidencia s¨®lo tiene hoy el riesgo m¨ªnimo de alg¨²n guas¨®n que pregunta por la salud de su padre muerto hace una d¨¦cada y la de cuatro aguafiestas que no creemos que exista el futuro m¨¢s que como una instituci¨®n social al estilo de la religi¨®n o el estado. Pero por si acaso, y antes de que el gremio me amenace, me pongo yo ahora mismo, dos velas negras.
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